Qué ver en Granada: Camarín de Nuestra Señora del Rosario Coronada

En Granada la sucesión de las diferentes culturas ha dejado huella en cada uno de sus rincones, es por ello que andar por la ciudad se convierte en un lujo. Una de las mejores formas para vivir la experiencia que supone Granada sería adentrarse a buscar aquellos lugares apartados de las miradas de los turistas ansiosos, que buscan la panorámica perfecta para tomar una foto.

Uno de esos lugares sería el Barrio del Realejo, un lugar idóneo para perderse por sus impredecibles calles. Este puede ser un buen plan, descubriendo así otras vistas de Granada en lo que antaño fue eje central del barrio judío. Uno de los monumentos a destacar de esta barriada granadina sería la Iglesia de Santo Domingo. Ubicada en la plaza del mismo nombre, se alza una iglesia fundada por los Reyes Católicos en el siglo XVI, de estilo gótico pero con ciertas influencias románicas y barrocas, en lo que a elementos decorativos se refiere. Una iglesia de gusto exquisito que sería a su vez testigo de una de las etapas más oscuras de la historia de la ciudad. La Inquisición Española, la eligió para la celebración de sus sesiones. Cabe añadir que de entre sus diferentes salas destacaremos hoy un edificio adosado en uno de sus laterales, conocido como el Camarín de la Virgen del Rosario.

Pero, ¿qué es un camarín?

Puede que muchos de los lectores os estéis haciendo esta pregunta, un camarín es una capilla de pequeñas dimensiones donde se rinde culto a una imagen y destacaría una cuidada y elaborada decoración.

Fue construido durante el siglo XVIII, y se considera una de las joyas más importantes del Barroco español. En su momento se ideó como palacio para albergar la imagen de la Sra. del Rosario. El camarín está compuesto por cuatro salas: la sala de Lepanto; la sala de la Inmaculada; el antecamarín y la sala de la Reina.

Iniciaríamos la visita en la sala Lepanto, una de las salas de acceso al lugar y donde sobre sus paredes se puede apreciar el episodio de la Batalla de Lepanto, en ellas, de manera alegórica se nos muestra la lucha del bien contra el mal. Al acabar con esta sala encontraríamos La Inmaculada aunque estas quedarían desplazadas, al poder visitar las dos últimas estancias, dejando así lo mejor para el final.

Tanto el camarín, como la sala que le antecede, están completamente realizados con diferentes piedras preciosas, mármoles o espejos. El primero, conocido como la “sala de los jaspes está decorado con la piedra que da nombre a la propia sala. La selección del Jaspe obedece a que el texto bíblico asocia el mineral con la imagen de la Virgen. Por último, destacaríamos la decoración de la techumbre del habitáculo, en la que se recrea un precioso jardín, un elemento que no puede faltar en todo buen palacio.

Un juego de luces espera al llegar a la última estancia, decorada al completo por espejos y conectada por un cristal con la propia iglesia, este pequeño espacio privado parece sacado de alguno de los grandes palacios franceses. Flores, semiesferas, y demás decoraciones, aturden al visitante.

Un lugar poco conocido, donde los amantes del arte podrán disfrutar de las diferentes culturas de la ciudad y de los grandes maestros de las diferentes escuelas granadinas, que hicieron de ella, una de las ciudades más visitadas de España.

Autora: María Rienda Maturana.

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