La semana pasada encontré un camino muy poco transitado junto al río. Las flores rosas de los tamarindos hacían que pareciese de cuento. Aunque no llevaba la cámara encima, mis pasos volvieron a guiarme hacia el mismo lugar cuando, más tarde ese mismo día, volví a salir de paseo llevando conmigo, esta vez sí, la réflex.
Es curioso cómo, a pesar de llevar tantos meses atrapada en la misma ciudad, Zaragoza no deja de sorprenderme. Siempre queda algún rincón por descubrir y lo conocido puede ser maravilloso si lo miras con ojillos inquietos. Espero que te gusten las fotografías, y que nunca prives a tu niña interior del gusto por explorar y ver más allá de lo mundano.
¡Feliz fin de semana!