¿Os acordáis del último tonto del nabo con el que he salido? El de mi trabajo, ese que creíamos que se parecía tanto a mí. Bueno, pues agüita con el colega:
Dos semanas después de cortar con él me llega un mensaje largo como la Biblia a la fanpage del blog. ¿Sabéis de quién? De su otra novia. No de la chica con la que había empezado a salir después de que lo dejásemos, ni de una ex de hace mil años. No. Una chica que era su novia a la vez que yo era su novia, no sé si me explico.
Os resumo un poco la historia porque iba a poner el mensaje entero pero se nos va la vida leyéndolo: se conocieron una semana antes que nosotros, por Tinder (por Tinder, tía, con el puñetero ascazo que me da a mí eso); ella es sevillana, y desde el minuto 1 se volcó con ella, llamadas eternas a todas horas, Skype, mensajes de buenos-días-buenas-noches, contarse la vida, blablabla. Relación a distancia. Y entonces leyó este comentario de él en mi blog:
(Que lo de Josebas Man no me lo he inventado yo, no, se cambió su verdadero nombre por… No sé, porque tiene una tara mental muy gorda). Y leyó mi blog, empezó a atar cabos y se dio cuenta de que estábamos con el mismo tío. Se lo dijo a él, discutieron, él le contó la milonga de que me había dejado por ella (ajá) y cuando un mes después ella vio que había sido mentira (porque había apostado centinelas en mis redes sociales para ver si había interacción) me mandó el típico mensaje de: «Hola, me llamo Lola y estamos las dos saliendo con Jose Abel» (a la mierda el Programa de Protección de Testigos) pero más elaborado. Y digo típico y en un momentito entenderéis por qué. Total, que hablé con esta chica largo y tendido y resulta que nos había estado vendiendo a las dos la misma moto. Bueno, quizá la suya más barata. Y no me malinterpretéis, no me refiero a que ella fuese más fácil de convencer, sino a que la principal diferencia entre las versiones era que en su película él era el sostén económico familiar y «No se lo cuentes a Jessica porque no puedo perder mi trabajo» (que hay que ser MUY subnormal para hacerle esto a una compañera de trabajo, colega) y en la mía era «Me acabo de comprar un BMW y este verano me he gastado 3.000€ en unas vacaciones a Cuba». Igual habría que haber empezado a sospechar que era un capullo cuando empezó a alardear de dinero.
Después de hablar con Lola, una vez pasado el estado absolutísimo de shock (porque cómo estaría el asunto entre él y yo que lo ultimísimo que me habría esperado era que hubiera otra tía), hablé con él, última conversación que tuvimos. No hace falta que os diga que lo primero que hizo fue fingir que no sabía de qué le estaba hablando:
—¿Lola? Lola… Ah, sí, la chica de la que te hable, de Huelva. (Esa que te dije que había conocido antes que a ti pero como quería centrarme en todísimo lo que sentía por ti le había dicho que si quería que hablásemos, solo como amigos).
—¿Huelva? Qué curioso, juraría que me ha dicho que es de Sevilla, fíjate.
Que vosotros diréis «Por lo menos se disculpará». Podemos esperar sentados, petits. Él está por encima de la culpa.
De lo demás no os doy muchos detalles porque después de intentar hacerme creer que estaba loca para salvar los muebles poco menos que el resto de la conversación fue un monólogo en la línea de «No sé cómo puedes mirarte al espejo por las mañanas, desgraciado». Yo es que tengo mucha soltura para echar a la gente de mi vida. Lola no tanto, porque en los días siguientes él siguió llamándola y escribiéndola (igual que había estado haciendo antes y después de enterarse de que yo existía, porque en el fondo nunca quiso que Jose Abel dejase de formar parte de su vida) y mientras lo hacía, ella me lo contaba a mí. ¿Sería para desahogarse? ¿Era para reforzar el mensaje de me-prefiere-a-mí-así-que-hazte-a-un-lado-que-es-mío? Pues igual sí. Igual todo el rollo de contármelo fue para que yo desapareciera, pero eso no hace que le esté menos agradecida por habérmelo dicho. No quiero a alguien como él en mi vida y que lo quiera ella no es asunto mío. En todo caso, de ser así, creo que tenía el trabajo más difícil de lo que pensaba. Y no por mí, no.
Porque las risas vienen ahora, cuando descubrimos que no solo nos había estado compaginando a nosotras dos, sino que había una tercera tía. (Y espérate que no haya una cuarta). Otra madrileña. Ana. A la que conocía desde hacía seis años y con la que mantenía este tipo de relación desde hacía dos. (¿Estamos locos? Tío, es que la historia no es ni original, ya hay una peli que va de esto y cuando creía que me había tocado el papel de Cameron Díaz, resulta que me ha tocado el de Kate Upton, no me jodas).
Este es el momento en el que la trama se pone tan rocambolesca y tan telenovelera que no sabes si reír o llorar. Y es cuando nuestro
Mira, para el taxi que yo me bajo aquí. Venga, por favor. ¿Cuánta tele has visto tú? O sea, ¿qué me estás contando? Escúchame, invéntate otra cosa, que esto no va a haber quien se lo crea cuando lo publique en el blog.
Que cuando te enteras de todo el tema te quedas como agilipollada porque ¿con quién has estado saliendo? Quicir, ¿hola? ¿Qué clase de desequilibrado mental has metido en tu casa? Porque esa es otra, «No, en realidad es que os habéis montado una película en vuestra cabeza las dos, no tenía nada serio con ninguna». Claro, porque «Voy a hincar la rodilla más rápido…» es una frase muy de rollo de discoteca ¿no? Y vas a comer con la familia de las tías de Tinder todos los fines de semana. Entiendo. Ajá.
Una vez pasado el shock inicial, petites, y un poco avanzado el tema, la historia se empieza a volver tan sumamente absurda que pierdes la capacidad de sorprenderte. En realidad, lo que te empieza a llamar la atención es la capacidad de organización de este muchacho. ¿Cómo ha podido gestionar tres relaciones a la vez? Admiradas estamos todas.
Basándome en la experiencia y habiendo debatido con las otras novias, la estrategia se basa en tres pilares fundamentales: el modo avión del móvil, un amigo al que le acabe de dejar la mujer y una madre supuestamente depresiva. De esta manera, cada vez que estés físicamente con alguna de ellas, pones el móvil en modo avión, dices aquello de «El tiempo que estoy contigo, es para estar contigo, no hay nadie que importe más que tú», quedas como Dios y luego a las otras les dices que se te había quedado el móvil sin batería. Ahora bien, ¿dónde has estado mientras tenías el móvil sin batería? «Con mi amigo Sergio, que le acaba de dejar su mujer y está destrozado, estaba con él de compras». ¿Y si te surge un imprevisto cuando ya habías quedado con la novia número tres pero tienes que ir a ver a la novia número uno? «Perdona, cariño, es que a mi madre le ha dado el bajón y quiere que me quede con ella para no estar sola». Luego todo es hacerte un planning para las llamadas: por la mañana, novia 1; mediodía, novia 2; noche, novia 3. Pasas las tardes/noches con la madrileña que toque y mandas las fotos que te hagas por Whatsapp a las tres. Todos los cabos atados. Y si ves que la cosa flojea, echas mano del comodín: tu difunto padre.
Recuerdo que antes de todo el asunto, cuando las cosas se empezaron a poner raritas me preguntó si creía que era mala persona. Pues hombre, visto en perspectiva, no te voy a engañar: sí. De hecho mala no, peor. Porque ya me dirás qué tipo de tara mental hay que tener para utilizar la muerte de tu padre como acicate emocional para una relación. Que ya ni tenemos en cuenta lo de estar con tres tías a la vez, no. Lo chungo es eso de «Yo nunca te pondría los cuernos porque MI DIFUNTO PADRE decía que si no puedes con la central, para qué vas a poner sucursales». O mi parte favorita, eso de «No te miento, pregúntaselo a mi madre». Mira, tu madre me sigue en Pinterest y ha hablado con Lola por teléfono así que no la metas más en esto, que se le tiene que estar cayendo la cara de la vergüenza a la pobre, de verdad. Que has mentido en tantísimas cosas que ahora mismo ni me extrañaría que a tu amigo Sergio le hubiese dejado su mujer porque también estabas liado con ella. Pero mala persona no eres, no. Un modelo a seguir. Un pilar para la comunidad, no te fastidia.
Y puestos a tener taras en general, que sinceramente, petits, creo que lo que debería admirarnos de este chico es su capacidad para haber aprovechado la brecha en la seguridad que tiene que tener la López Ibor, en un giro inesperado de los acontecimientos te puedes encontrar a Jose Abel yendo de víctima, preguntándose desesperado cómo podemos odiarle tanto y estar tan despechadas si en realidad él no ha hecho nada. (Ahí lo tienes, báilalo. A este han debido de pasarle un cambio en el guión que las demás no tenemos).
¿Es por celos por lo que me contó Lola su parte de la historia? ¿Es por despecho por lo que os lo cuento yo ahora? (¿Es porque no deja de pasearse por mi oficina, donde ni siquiera trabaja, lloriqueando y me tiene frita?) Desde luego por ella no puedo hablar, y tampoco sé si llegados a este punto de nuestra relación (de la mía con vosotras, petites) necesitáis que os de ninguna explicación, pero si habéis leído hasta aquí, ¿por qué no daros una? O mejor tres:
Porque me lo debo.
Porque sois más de 21.000 en Facebook, por pura estadística alguna de vosotras debe conocerle (si no ahora, en un futuro y si no a él, a uno igual) y si está en mi mano que no os engañe a ninguna de vosotras, esa será mi pequeña aportación desde el mundo blogueril.
Porque es una historia demasiado buena para no contarla.
Así que, petits (todos), si alguna amiga os empieza a hablar de algún chico que se llame Jose Abel, sospechad. Y si conocéis a alguien con influencia en el mundo cinematográfico, ponednos en contacto y sacamos una miniserie o algo.
P.D.: Un último mensaje para ti, Abel, como sé que te gusta Justin Bieber, me gustaría dedicarte una canción suya, para rematar las 25 que me has debido de mandar durante estos meses: Love Yourself. Como canción y como mensaje: And if you think that I’m still holding on to something, you should go and love yourself. Porque si no te quieres tú, siendo como eres, ten claro que no te va a querer nadie más. Y no, no eres importante, solo eres reciente, y ya ni siquiera el más reciente, así que suerte.
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