El sol calentaba más de lo que debería para las fechas en las que estábamos, a pesar de estar en la sierra no sentíamos apenas frío, Mika correteaba por las pequeñas calles del pueblo de Los Molinos, con la boca bien abierta, feliz por no tener que ir atada como suele ir por Madrid. Los olores de las pequeñas flores, de la madera, el césped, el piar de los pocos pájaros que había en la zona y los ladridos de perros guardianes de chalets cercanos, que no cesaban una vez que pasábamos cerca de ellos, hacían despertar todos los sentidos de la perra, lejos quedaban los ruidosos coches y la capa de contaminación que reina en la ciudad.
Yo siempre soy feliz cuando paseo así con Mika, ella puede estirar sus cuatro patas y descubre lugares con una facilidad que envidio. Normalmente en casa tiene miedo a todo, a las escobas sobre todo, si una cae cerca de ella, siempre sale volando del lugar. Pero aquí es diferente, cada ruido u olor, le llama la atención. No tiene miedo a que se puede encontrar, es toda una exploradora.
Caminábamos tranquilamente, haciendo fotos, cuando Ori de repente gritó ¡Mika!, esta había oído un ruido y había saltado a un muro, colándose a un recinto aparentemente abandonado. Salí corriendo tras ella y no la veía, de repente vi su cabeza con las orejotas de punta y una cara de:
-¿Hola? Cómo es que estas ahí fuera. Entra y mira lo que he encontrado.
Miré hacia arriba, un gran edificio con muchas ventanas rotas y prácticamente en ruinas estaba frente a mí, había muchísimos arboles alrededor, como suele pasar en estos casos, la naturaleza había comenzado a comerse lo que quedaba del paso del hombre.
A mi espalda Ori y Miguel, me preguntaban como podíamos sacar a Mika de allí. Yo sabía que si la llamaba, ella saltaría el muro de vuelta, pero algo de ese lugar me llamaba la atención.
– ¿y si entramos? Así la sacamos desde dentro. Bueno puedo pasar yo sola.
Ori dijo,
– La verdad que estaría bien entrar, creo que esto es un antiguo hospital de la marina. Podríamos hacer buenas fotos, pero debemos darnos prisa, porque parece que está atardeciendo.
En nada estábamos saltando el muro, Mika corrió hacia el edificio nada más vernos junto a ella ¿Qué habría oído? Nos acercamos a lo que parecía la construcción principal, entramos por lo que antiguamente debió ser una gran puerta giratoria. Lo primero que nos encontramos fue un vestíbulo, donde apenas había luz y la poca que entraba era a través de una especie de cristalera que daba a una sala enorme con muchos ventanales, todos ellos tapiados. Por sus rendijas se colaba el sol, que nos permitía ver aquella estancia.
Mika, corría por todos lados, con las orejas en punta, olisqueando todo lo que se encontraba a su paso. De pronto levantó la cabeza y volvió a salir corriendo, esta vez escaleras arriba, en busca de aquello que había oído desde un principio.
Subimos tras ella, el sol ya empezaba a esconderse y el edificio se volvía cada vez más tenebroso. Si a ello le añadimos la incesante búsqueda de Mika por todo el lugar, hacía que los tres estuviéramos un poco alterados. ¿Qué demonios había allí?
Ascendimos varias plantas, en ellas había escombros, ropa de enfermería tirada por los suelos, papeles, muchos papeles, suponemos que informes de los enfermos que pasaron por el hospital, pipetas de suero, … pero también vimos grafitis, algunos bastante trabajados y otros un poco locos, con frases sobre los fantasmas que había allí.
Lo que nos empezó a rondar la cabeza, cuando ya casi estábamos en la azotea, era que, tal vez, lo que había oído el perro, era un vagabundo o una rata.
Casi no había luz, empezamos a llamar a Mika, porque no teníamos ganas de encontrarnos con alguien en ese lugar, el susto sería mutuo.
Al fin dimos con ella, miraba hacia una habitación totalmente a oscuras. Los perros suelen quedarse muchas veces mirando al infinito, es algo que me pone los pelos de punta y en esta situación no fue para menos.
– Ni se te ocurra entrar ahí, Mika.
Caso omiso. Entró tan pancha y fui incapaz de entrar tras ella, pero no tardó mucho en salir junto con un precioso gato pardo, muy delgaducho. ¡¡Al fin!! Eso era lo que había oído, que alivio sentimos al verlo.
El pobre debía de haberse colado allí para no pasar frío en la calle. Como llevaba algo de comida para Mika, le deje una poca y decidimos salir del hospital, antes de encontrarnos con algo más.
Bajamos tranquilamente, al salir por la puerta nos fijamos en un cartel que no vimos al entrar, ponía que estábamos en una propiedad privada. Si nos pillaban dentro la multa era de unos 300€. Salimos del recinto en silencio y nos alejamos disimuladamente, después del susto del gato, lo que nos faltaba era encontrarnos con la policía.
Consejos, ir un día soleado, porque apenas hay luz, no hagáis ruido, ser respetuosos, la guardia civil suele pasear por allí, esta claro que mucha gente entra para hacer fotos y lo de la multa es totalmente cierto.
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