Mis reflexiones | Maldito síndrome posvacacional

No hay cosa que me tome con más desgana que eso de volver a la rutina. Mira que me empeño en hacerme a ella: ¡pero nada, no hay manera! Y la cosa se pone bastante peor, si volvemos de alguna escapada a mi tierra. Porque en mi caso, estas visitas a casa suelen tener una doble cara: al principio te dan un subidón pero a la vuelta conllevan una tremenda desolación. Y es que me da la sensación que eso de vivir fuera, parece ser pan comido visto desde la perspectiva ajena. Oye, que yo no digo que tenga sus ventajas, pero emocionalmente agota a cualquiera. Porque eso de irse de vacaciones a donde viviste más de media vida, es sin duda algo bien raro de procesar: ¡y aún más, si llevas a rastras de aquí para allá: ¡una doble identidad!




Dicen que eso del síndrome posvacacional, mejora si se reservan unos días libres a la vuelta para ir adaptándose a lo que te espera. Pero yo vuelva cuando vuelva, los días anteriores al viaje ya estoy toda necia. Los que me conocen ya bien lo saben, así que: ¡para qué haceros sufrir entrando en detalles! Del rollo de la actitud positiva ya ni hablamos, porque más bien en mi caso se convierte en tremendista: que si cuanto voy a echar de menos esto y aquello, que si mi Romeo, lo que daría yo por unos días más. Pero sobre todo: ¡cualquiera vuelve ahora a esa cansina bilingualidad! Soy capaz de tirarme horas lamentándome, pero que le voy a hacer si al fin y al cabo es mi terapia particular pre-posvacacional.



Con el sueño no suelo tener problemas porque de la mala leche que acumulo esos días, suelo dormir como una piedra. Pero lo del apetito, sí que me afecta. Y es que después de estar una temporada disfrutando de mis platos favoritos, ir al supermercado alemán se convierte en una auténtica odisea. Y hablando de comida. Resulta que descubrí un restaurante asturiano estupendo que además de pillarnos cerca de casa, tiene una decoración exquisita. Se llama La Cacharería y es uno de los culpables de mi tremenda desdicha. Después de probar sus croquetas o su tarta de queso casera, a ver quién se atreve a sacarme a cenar por aquí fuera.



Pero no todo van a ser calamidades, porque durante las vacaciones también estuvimos de boda. ¡Y no precisamente una cualquiera! Una de esas en las que no falta detalle y en las que los novios por nada del mundo ahorran en los fuegos artificiales. Eso sí, el buen tiempo por allí duró más bien poco, pero nada es comparable con lo que nos recibió a la vuelta. Un Berlín hibernal con unas temperaturas bien frescas y unas inundaciones tremendas. Lo que aún me enfada más porque: ¡venía loca de contenta con la maleta llena de ropa veraniega nueva! A todo esto, no os preocupéis mucho que pronto estaré bien. Aunque reconozco que hasta que no pasen unas semanitas, mis cambios de humor no pararán de subir a bajar: ¡más o menos como últimamente mis seguidores de Instagram!



¡Ya estoy de vuelta! ¿Y vosotr@s? ¿Cómo ponéis remedio al síndrome posvacacional? ¡Espero vuestros comentarios!

Y si te has quedado con ganas de más, sígueme en las redes sociales donde comparto mi día a día y un montón de recomendaciones más.




Fuente: este post proviene de ein Tag mit Pepa ⃒ un día con Pepa, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Recomendamos