Millennials

Los llamados millennials nacimos aproximadamente entre 1981 y 1995. Lo hicimos en la prosperidad y en un entorno político, económico y social mejor que el de nuestros padres, pero al llegar la crisis muchos vieron truncadas sus expectativas.

Somos la generación mejor formada de la historia de este país y, sin embargo, la más parada. Nada de generación perdida. La mía ha sido y es muchas veces injustamente tachada de vaga, perezosa, narcisista, mimada y consentida. Pero los millennials también somos críticos, responsables, exigentes, comprometidos, empáticos, digitales y tolerantes.



Millennials, los nacidos entre 1981 y 1995. Queremos trabajar en aquello que nos gusta aun sabiendo que es tremendamente complicado, que no imposible. Somos de los que ponemos por delante la calidad y un horario que nos permita conciliar lo laboral y lo personal para así poder disfrutar de la vida.

El nivel de desafección que hay hacia la política entre los millennials es considerable (no es mi caso), quizá por ser los más afectados en décadas por la crisis.



Millennials contra los recortes del Gobierno
Bien es cierto que los de mi generación no podemos vivir sin estar conectados a la red. Hablamos por aplicaciones de mensajería instantánea, compramos a golpe de clic, vemos la televisión a la carta a través de internet y accedemos online a los diarios digitales. Nos gusta estar al día de lo que pasa y por primera vez en la historia, los hijos sabemos más que nuestros padres, en lo que al mundo digital se refiere, claro está.


Jóvenes haciéndose una autofoto

Somos la generación más predispuesta en ayudar a la familia y los que más tiempo vivimos con nuestros padres. Todo tiene su porqué: la falta de oportunidades laborales y los bajos salarios. Afortunadamente, también somos la generación más tolerante con el feminismo, el colectivo LGTB, el aborto libre y la eutanasia.


Marcha en defensa del colectivo LGTB
Vivimos entre lo viejo y lo nuevo y aspiramos a que el trabajo no solo nos dé de comer, sino que también nos guste. Y no, no somos la generación yo-yo-yo de la que hablaba la revista TIME en 2014. Tampoco la más malcriada y caprichosa. Queremos cambiar el mundo pero no sabemos cómo arreglar este desaguisado.


Portada de la revista TIME

 
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