Si hubiese podido elegir seguramente no me habría enamorado de él, pero desde cuando se puede elegir en el amor. Cuando más tranquilos estamos y menos lo esperamos nos damos de bruces contra él.
No fue un amor a primera vista, ni siquiera a segunda. Si he de ser sincera ni tan siquiera
me caía bien cuando le conocí. Por decir algo a su favor os diré que a pesar de todo, por alguna extraña razón, deseaba que se fijase en mí, deseaba gustarle y no lo entiendo porque él no me gustaba en absoluto, pero necesitaba que se fijase en mí. De lo más raro. Pasas de una persona pero quieres o necesitas que esa persona no pase de ti. Resulta extraño si lo piensas. Supongo que el destino lo tenía todo preparado más allá de cualquier lógica.
Dicen que el corazón sabe hoy lo que el cerebro entenderá mañana y en mi caso acertó de lleno.
Durante años no pasó nada aunque creo que en cierto modo siempre estuvo ahí escondido en mi corazón a la espera de recibir la señal para salir a la superficie. Quiero pensar que fue así porque si no, no le encuentro otra explicación a lo que sucedió años después...
Un sueño, dos sueños, tres sueños, cuatro sueños... Esos sueños lo cambiaron todo, mi forma de mirarle, mi forma de pensarle, mis sentimientos más profundos. Nada volvió a ser lo mismo ya después de esos sueños, nada.
Es difícil de explicar. Era una mezcla de sentimientos. Por un lado le veía de una forma diferente, más cercano. Y por otro lado sentía que no teníamos nada en común, excepto ese yo que sé invisible que me empujaba hacia él.
Un día me di cuenta que le gustaba por pequeños detalles, por pequeños gestos, por su forma de mirarme... No sé, las mujeres sabemos esas cosas, y lo cierto es que me hizo ilusión saberlo. ¿Tiene sentido? Me sentía en continua contradicción.
Una fría mañana de invierno todo cambió y fue donde realmente empezó esta historia, la historia que os voy a contar, mi historia....