Mark Spitz, nadador norteamericano de origen judío y considerado una de las mayores leyendas del olimpismo, ostentaba el récord de medallas de oro en unos Juegos (7) hasta la irrupción de Michael Phelps en Pekin 2008.
Nacido en California en 1950, aprendió a nadar con dos años en las playas de Hawai y, con 15, participó en sus primeros ‘Juegos Macabeos’, una especie de Olimpiada para todos los judíos del mundo disputada en Israel, donde ganó cuatro oros. Posteriormente se llevó cinco medallas de oro en los Juegos Panamericanos de 1967, con lo que se presentó a sus primeros Juegos Olímpicos como el gran favorito.
De la decepción en México 68…
Se dice que sufría de asma y eso pudo provocar que sus resultados en México, ciudad situada a 2.200 metros sobre el nivel del mar, no fueran los esperados, pues había pronosticado que ganaría seis medallas de oro. Aunque es más fiable la versión de que llegó algo confiado y fanfarrón a la cita olímpica, haciendo poco honor al nombre de su ciudad natal, Modesto. Aún así ganó dos medallas de oro, una de plata y otra de bronce. Esos Juegos, sin embargo, le dejaron un cierto regusto de decepción.
… al éxtasis en Múnich 72
Cuatro años más tarde, en Múnich 1972, llegó el éxtasis Spitz, los Juegos perfectos. Participó en siete pruebas, logrando 7 medallas de oro y 7 récords del mundo, registro que se mantuvo vigente durante 36 años, hasta que Michael Phelps lo pulverizó en Pekín 2008. Pero tal hazaña estuvo a punto de no producirse por un asunto que hoy día vemos normal, pero que en los años 70 aún era polémico. Spitz subió al podio a recoger su tercer oro con algo escondido en las manos tras su espalda y, cuando le colgaron la medalla, lo mostró: sus zapatillas Adidas, lo que significaba un intencionado acto publicitario. El COI estuvo a punto de descalificarle, pero al final no se atrevió por el escándalo que hubiese supuesto.
Tras abandonar Munich después de los atentados del grupo terrorista palestino ‘Septiembre Negro’, en el que murieron 11 atletas judíos, Spitz se retiró de la competición con apenas 22 años. Sucumbió a los cantos de sirena de la televisión, donde realizó varios anuncios. En pleno apogeo de popularidad, su nombre apareció como uno de los posibles sucesores de Sean Connery para interpretar al famoso espía británico James Bond. Años más tarde intentó, sin éxito, la locura de clasificarse para los Juegos de Barcelona con 41 años.
En su retiro, se dedicó a vivir su religiosidad intensamente, ofreciendo conferencias de tipo motivacional. De hecho, ha estado muy implicado en los Juegos Macabeos y el COI le incluyó entre los cinco mejores deportistas del siglo XX.
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