Recojo a toda prisa y corro a encender el ordenador. En estas cosas de escribir y bloguear hay que ser muy rápida y ponerse enseguida, sin nada que te distraiga. Dios no quiera que te pongas a revisar los mensajes de Facebook y te hayan soltado alguna bomba y adiós a la pedazo de historia que tenías que contar. Que no es que se te olvide la historia, ni siquiera que haya cambiado lo más mínimo, pero se pierde toda la gracia al contarlo. Es un poco como aguantarse las ganas de estornudar. Poderse, se puede, pero luego si lo intentas no te sale y si lo consigues no te quedas tan a gusto.
Total, que estoy durmiendo poco, nada nuevo, pero me estoy echando unas risas… Eso un poco nuevo sí que es. Además de esas ganas de reír que te intentas aguantar o por lo menos insonorizar porque no es el momento adecuado para hacerlo. Qué se yo, una reunión en el curro, un entierro o en mitad de la noche cuando no vives sola. Así dicho parece que de madrugada me dé la pájara y me entre la risa floja y eso tampoco es. Es que me he comprado el libro La Luisi, de Ángel Sanchidrián, que no es que sea esa una cosa loca de reírse, pero tres veces te ríes fijo. (Más no, tres). Está un poco pillado por los pelos, palabras textuales de mi librero habitual, pero qué queréis que os diga, yo creo que quería ligar conmigo dándoselas de interesante. Que no es que el chico sea feo, tiene su puntillo de intelectual incomprendido con su septum y sus gafitas de pasta, pero a mí lo del septum me produce sentimientos encontrados. Por un lado bien, curioso, no sé, eres guay. Por el otro,
En fin, La Luisi, que no os lo recomiendo especialmente, pero ese día tenía la tarde tonta y me fui de compras. Bueno, de compras no, pero me apetecía salir de casa y me fui a dar un paseo por el centro comercial. Por Zara. Me compré dos camisetas. Cuando voy a por algo concreto luego nada me queda bien. La historia de mi vida. (Me pasa igual con los tíos, el día que tal, más sola que la una, en el momento en el que estoy toda a gusto con mi situación sentimental, aparecen tres. No sé qué me quiere decir el universo pero ya podría repartírselo un poco ¿no?) Y eso, que pasé por La Casa del Libro y ojeando libros, vi este.
Mi técnica para escoger libros: lo abro por el medio, leo una página, ¿me gusta como está escrito? Me lo llevo. ¿Me hace gracia? Me lo llevo. ¿Es de Nora Roberts? Me lo llevo. (Muy exigente tampoco soy, la verdad). Éste me hizo gracia (abrí el ejemplar por uno de esos tres momentos de carcajada) y directa a la caja con media sonrisita. Igual Mr. Septum pensó que era un poco lerda, y creyó que debía instruirme en el arte de la compra de libros. O igual no, y era solo que me había pintado muy bien ese día. Vete tú a saber. Pero necesitaba algo así de simple y de tonto para volver a subirme al caballo (al de escribir, quicir), ahora que tengo más tiempo. Bueno, “más”, ahora lo tengo todo, porque sí, petits, he dejado mi trabajo. Es el primero que dejo antes de que se acabe el contrato; quizá no sea el último. El tema es que aunque ya no voy a volver a ver al futuro padre de mis hijos en la ofi (bueno, ni en la ofi, ni en ningún lado, así que igual debería dejar de llamarle así) hacía tiempo que había dejado de compensarme. Y os va a sorprender, pero para mí, yo soy más importante que lo que pueda beneficiar esta experiencia a mi currículum.
P. D.: Estoy de un rollito en busca de la felicidad–perrofláutico que no hay quien me aguante.
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