Un relato sin ninguna pretensión de una ciudad con todas las pretensiones.
Aparecí un día en las Vegas.
Y digo aparecí porque Las Vegas nunca hubiera sido un lugar al que hubiera ido específicamente, no creo que me hubiera levantado de la cama un buen día y hubiera exclamado ¡Qué maravilloso día para estar en las Vegas!
Lo cierto es que llegamos allí porque era una ciudad de paso en nuestro camino hacia el Gran Cañón y una vez que aterrizamos en la capital de Nevada caímos en una especie de agujero negro temporal que nos retuvo allí por 4 días con sus noches completas.
Las Vegas es una ciudad medio esquizofrénica en la cual es fácil meterse en una burbuja y pensar que el resto del mundo no existe. Los hoteles tienen enormes plantas bajas que conectan unas con otras y en las que se ha creado específicamente todo un universo pensado para tu entretenimiento. Depende de lo que llames entretenimiento, claro.
Está dividido en dos partes, la parte Antigua con un túnel muy grande llamado The Fremont Street Experience y la nueva en donde están todos los hoteles que pueden venir a nuestra cabeza cuando hablamos de Las Vegas ,The Strip.
Las Vegas es una ciudad medio esquizofrénica
Los primeros días nos quedamos enganchados a la parte antigua. Autobuses llenos de jubilados desembarcaron en los diferentes hoteles que, aunque conservan su espíritu como casinos fundadores se ve que han tenido mejores días. La opulencia del Strip los dejó relegados a ser la versión cutre-barata de un fin de semana de locura en Las Vegas.
Fue la parte que más me gusto.
Elvis panzones, chicas vestidas con minifaldas ofreciendo fotos a cambio de algunos dólares, gente volando por el cielo a lo largo de una tirolina que recorre de punta a punta un túnel lleno de pantallas gigantes en donde no deja de sonar una y otra vez una canción de Imagine Dragons.
Radioactive, radioactive.
Sentarse en una máquina tragaperras no es tan divertido como ver (Observar) a las personas que juegan en las mesas de allí al fondo. Algunos van con una especie de tarjeta magnética pegada al brazo que luego introducen en las máquinas y que les mantiene a una distancia de no mas de 5 palmos entre la caja metálica y el asiento. No encuentro mejor metáfora para describir lo que es estar aquí.
También hay (en la parte antigua) neones que iluminan en color rojo y amarillo imágenes de Cowboys y zapatos muy altos de tacón que hacen, erróneamente que la noche te parezca menos peligrosa. Dos pasos mas allá del final de la calle turística y como es común en Estados Unidos todo está lleno de gente que a priori no parece muy amigable y que lleva viviendo en la calle desde hace algún tiempo.
Media vuelta y hasta mañana.
Otro entretenimiento estrella en esta ciudad es acudir a los buffets libres. Todavía me cuesta creer que por 14 dólares pudiéramos comer literalmente casi cualquier cosa. El tema de las gambas en una heladera con una dudosa salsa nunca lo entendí muy bien.
De nuevo en la noche todo está lleno de despedidas de solteros y de gente vestida de una forma muy noventera bailando completamente borrachos a los ritmos de los diferentes escenarios que hay desplegados.
Vimos en vivo y directo a los Red NOT Chilli Peppers.
Después de todas las alusiones televisivas a la incandescente ciudad que no duerme no puedo evitar sentirme decepcionada, aunque es una decepción absurda porque en verdad no esperaba nada de ella.
La parte nueva de las Vegas es una sinfonía dedicada al consumismo y al fino arte de hacerte creer que todo lo que brilla es oro. Hay escaleras mecánicas para caminar el Bulevar que te obliga a pasar por los Lobbys de los diferentes hoteles y que te mantienen embobado por un buen tiempo.
Hay una señora muy delgada tirada en el suelo con los ojos perdidos y tristes. Tristisimos como cuando se pierde algo que se sabe que nunca se recuperara, tristes como cuando la vida actual que estás viviendo paso ya hace mucho tiempo. Mentalmente me pongo a inventar la historia de su vida.
Todo un desfile de iconos Europeos aparecen en mitad de la noche. Canales Venecianos, una torre Eiffel, cuando uno piensa en la ciudad del pecado se le viene a la mente quizás el juego, la lujuria yo en cambio creo que aquí se encuentran todos condensados.
Igual este relato se ha tornado un poco triste pero refleja a la perfección cómo me sentía después de tres días aquí. Tres días en donde vi oficinas de préstamos instalados a solo 10 metros de las tragaperras, en donde me entretuve fotografiando los pasillos larguísimos de los hoteles en donde nos quedamos y en donde sentí todo el poder magnético de atracción que tiene este sitio.
Las Vegas, esta ciudad a la que no quiero volver pero que me gusta poder recordar.
Comimos en el Buffet del hotel Golden Nugget por 14 dólares Buffet Libre
También comimos unos tacos muy pero muy ricos en Tacos el Gordo
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