La conquista de América por parte de España y Portugal es una historia controvertida, muchas veces cruel. Los pueblos originarios fueron saqueados si poseían riquezas, o sometidos a la esclavitud si no las tenían. En 1537 el Papa Paulo III condenó la esclavitud y encomendó a los padres jesuitas misionar entre las tribus guaraníticas y para llevar a cabo su evangelización. En 1604 se creó la Provincia Eclesiástica del Paraguay y los jesuitas fueron los exclusivos encargados de misionar en esa jurisdicción. Las primeras reducciones, asentadas en el actual territorio del Paraguay, fueron destruidas por los bandeirantes portugueses, bandas organizadas de cazadores de esclavos que tomaban prisioneros a los guaraníes para comercializarlos.
Aun después de estos fracasos iniciales, los padres jesuitas llevaron a cabo una tarea monumental. Crearon las Misiones, verdaderas ciudades autosuficientes a las que los guaraníes se acercaron por su poder de convencimiento, o simplemente, por su propia voluntad en busca de protección. Las ciudades eran similares a las fundaciones en América. Al frente de una placa central, se erigía la iglesia, el edificio más importante. Alrededor de la plaza había talleres en los que se enseñaban artes y oficios, escuela en la que se impartía instrucción a los niños respetando su lengua, hospital, despensa y viviendas organizadas por familias. Las autoridades del Cabildo eran electivas, y el Cabildo estaba integrado por los caciques de la comunidad. Había también una vivienda, el cotiguazú, que albergaba mujeres viudas y niños huérfanos. Detrás de este casco central había grandes huertos para cultivo de la tierra.
Cada comunidad estaba dirigida por al menos dos sacerdotes, uno de ellos abocado a las cuestiones temporales, y el otro a las espirituales. Cada misión estaba separada de las regiones colonizadas por europeos, y protegida de ellos. El trabajo no forzado de los guaraníes, la no existencia de la pena capital, la educación centrada en la alfabetización y la enseñanza de la música y el comercio entre las diferentes misiones llevaron a una economía floreciente. Hubo muy pocas deserciones, y los levantamientos fueron irrelevantes. En una de estas misiones se instaló la primera imprenta de la Argentina, en la que se imprimieron libros en lengua guaraní.
Las misiones fueron alrededor de treinta, en Paraguay, Argentina y Brasil, todas ellas en las proximidades de los dos grandes ríos que conforman la cuenca del Plata. En la provincia argentina de Misiones, la mayor concentración está en la zona en que estos dos ríos, Paraná y Uruguay, se acercan más en sus cursos.
Cuando en 1768 los jesuitas fueron expulsados de España y de sus colonias, las misiones pasaron al cuidado de otras órdenes religiosas y con un administrador designado por la corona. La decadencia fue progresiva e inevitable. Las misiones se abandonaron y los guaraníes, que llevaban varias generaciones en los pueblos jesuíticos, ya no volvieron a la selva y se instalaron en las ciudades desarrollando los oficios aprendidos.
Los restos de estas Misiones, en la provincia argentina a la que dieron nombre, fueron consideradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO: Las más importantes son San Ignacio Miní (la mejor conservada), Loreto, y Santa Ana en las costas del Paraná, y Santa María Mayor en la costa del Uruguay.
Santa Ana
San Ignacio Miní
Santa María Mayor
Aunque con algunos errores históricos, la película La Misión cuenta la historia de uno de estos pueblos. También hace una clara referencia a la importancia que se dio a la enseñanza de la música con la magnífica banda sonora de Ennio Morricone. Vale la pena escucharla, si es que tienen ganas.
Fuentes: Kalipedia. Las Misiones Jesuíticas (Santillana)
Folleteria del Ministerio de Turismo de la Provincia de Misiones.
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