Muchos de los peores errores humanos hacen de este pecado capital que, como otras formas de egoísmo, sólo sirve para encerrarnos en nosotros mismos y alejarnos de la necesaria evolución psicológica, afectiva y espiritual.
La soberbia es el primero de los siete pecados capitales, porque de él surgen otros muchos. Es el error por el que Lucifer, el mas bello de los ángeles caídos, se rebeló contra Dios para convertirse en Satanás, el principio del mal.
Del mismo modo, aquel que se deja llevar por la soberbia, termina haciendo de sí mismo, su propio dios o demonio, tal como le sucediera, en el principio de los tiempos, al ángel caído.
Un pecado capital
Los pecados capitales, se llaman así, porque son el principio de otros pecados, aquellos comportamientos equivocados que pueden generar más errores.
La soberbia, es un pecado capital, porque ella lleva a la vanidad, que es el deseo de alabanzas y la preocupación excesiva por la apariencia física. También produce pereza espiritual, que es la falta de voluntad para esforzarse en realizar actos de bondad; e ira, que es el rechazo violento por lo que nos desagrada.
Otros pecados derivados de la soberbia son: la hipocresía, la discordia y la crueldad.
La soberbia es también el origen del falso misticismo y trae ceguera espiritual, pues cualquier comprensión de Dios nos vuelve inmediatamente humildes, en relación con su grandeza. La soberbia es el primero de los siete pecados, porque se basa en la impostura del ego, que se cree independiente de la Voluntad de Dios.
La perspectiva psicológica
Desde el punto de vista psicológico, la soberbia también es una grave equivocación, ya que supone una concepción ilusoria sobre quienes somos.
Está basada en el deseo de tener todo bajo control, de ser el amo de lo que les ocurre a los demás. Ser soberbio desde el punto de vista psicológico, es querer ocupar, de algún modo, el lugar de Dios. Creerse superpoderoso, pensar que se lo sabe todo, que no se necesita de nada ni nadie.
Si no se acepta ni que quiere ver los defectos propios, si se cree ser perfecto, cada situación o persona que desafíe esa idea, nos llevará a reforzar nuestras ilusiones, sean éstas de belleza, poder o, incluso, de santidad o compasión.
Una manera de detectar nuestra soberbia es volvernos conscientes de cuánto nos molesta la soberbia ajena. Debemos evitar sentirnos atacados y, en lugar de ello, tenemos que comprender que las personas soberbias, están profundamente equivocadas.
La necesidad de competir, es otra señal de soberbia. No tiene nada de malo querer ganar cuando jugamos, pero el objetivo debe ser disfrutar del juego y no querer ganar a toda costa. Si nuestra felicidad depende de la admiración ajena, no cabe duda de que estamos en problemas.
Las emociones de orgullo y desprecio, crean juntas, la soberbia.
Desde una perspectiva psicológica, este pecado capital tiene su origen en el llamado desorden narcisista de la personalidad.
Podemos decir que la soberbia y el narcisismo son casi la misma cosa. Como decía Santo Tomás, se trata del desordenado amor por uno mismo.
Soberbia vs. Humildad
Muchas cosas malas que nos pasan en la vida, se deben al precio que debemos pagar por nuestra soberbia.
Como Dios quiere que nos volvamos humildes, de modo que podamos acceder al conocimiento directo del Espíritu, puede resultar necesario para Él (debido a la resistencia generada por la soberbia) traemos enfermedades, pérdidas afectivas y económicas para quebrar nuestra obstinación.
Esa aparente tiranía de Dios, responde a un profundo respeto por la libertad del hombre. Al ser humano, le cuesta reconocer la realidad de la condición humana y aceptarse a sí mismo como un ser creado por Dios y dependiente de la Providencia Divina.
La humildad, es la aceptación de esa voluntad, es decir, querer libremente lo que Dios quiera que nos pase.
Saber aceptarse a uno mismo como un ser limitado, hace que adoptemos una actitud de humildad, ante la vida y, a través de ella, que nos volvamos dignos de sus bendiciones.
De este modo, esa disposición para la humildad desbloquea nuestro espíritu, resentido por su limitación, y nos abre a las fuentes de la bienaventuranza.
¿Cómo destruir la soberbia?
Para poder trabajar sobre nuestra soberbia y destruirla debemos:
Ser agradecidos con todo y con todos. Considerar las cosas comunes y corrientes como regalos de la vida. Reconocer que lo propio del ser creado es la gratitud hacia su Creador.
Pedir perdón a Dios por nuestros pecados de soberbia y ayudar para alcanzar la humildad y la gratitud. Consideremos que, cuanto más nos cuesta hacer esto, mayor es la señal de nuestra soberbia.
Aprender, incluso de las cosas o personas que no nos agradan, pues ellas nos están enseñando algo a través del desafío que nos imponen. Puede estar ayudándonos a ser más pacientes y tolerantes, a usarlas para desarrollar rasgos positivos, etc.
La soberbia es lo contrario de la empatía en lo que respecta a las relaciones humanas y, de la humildad, con respecto a nuestra relación con Dios. Liberarse de la soberbia equivale a curarse de la neurosis narcisista que nos encierra en nuestro ego; acceder a la comprensión de nuestra relación con el Infinito.