Cantabria es un lugar espectacular, con paisajes preciosos y con rincones tan especiales como la Posada de Caborredondo. Un hotel rural del que te será difícil marcharte, pues sus dueños te harán sentir como en casa. Vamos, acompañadme, que os cuento más sobre este lugar.
Si recordáis, hace poco estuve de vacaciones y tuve que buscarme una escapada rápida. Así fue como conocí Jesuskoa en tan solo un fin de semana. Lo cierto fue que tuve tanta suerte con esta casa rural, que repetí al fin de semana siguiente, pero esta vez en Cantabria.
Buscando en la red fue como conocí la Posada de Caborredondo, una antigua casona de piedra reformada al estilo montañés. Además, posee una ubicación excepcional, ya que se encuentra muy cerca de dos pueblos preciosos como son Santillana del Mar y Comillas.
La verdad es que fueron muy amables, porque llamé con horas de antelación para reservar y encima cambié dos veces el tipo de habitación y no me pusieron ninguna pega. Fueron muy considerados, lo cual se agradece muchísimo.
Fijaros, estas eran las vistas que se podían apreciar desde mi ventana nada más levantarme. ¿Precioso verdad? Era como un cuento de hadas con todo ese verde bajo mi balcón. Faltaban los pajaritos entrando por la ventana para hacerme la cama, ¡jajajaja!
Lo cierto es que las habitaciones eran muy rústicas y el baño tenía hasta un tragaluz que me encantó. Además, en el armario había un nórdico de más por si te lo querías poner por encima. Cosa que hice, porque con lo friolera que soy…
La casa contaba con el desayuno incluido y era servido tanto por Miguel como por su hermana, ambos encantadores. Te preguntaban por el tipo de café que querías y te servían una compota de manzana casera, junto con el zumo de naranja natural. Todo riquísimo.
Después tenías opción de coger tostadas de pan de molde o de pan normal, cereales, queso, magdalenas y como no podía ser menos, los famosos sobados de Cantabria. Los cuales ya había probado gracias a esa famosa ruta del Faro del Caballo.
Además, desde que llegamos Miguel fue encantador (dueño de la posada). Nos indicó las posibles rutas a realizar, los mejores lugares para ir a comer e incluso para el última día, nos indicó unas minas para ir a visitar, que nos pillaban de camino de regreso a casa.
Así que mil gracias por el trato recibido de los dueños y os recomiendo que vayáis a su posada. La cual cuenta no solo con la casona, sino también con un amplio jardín en el que descansar tranquilamente sentados bajo la sombra del porche.
Dentro de poco ya os contaré qué tal fue mi viaje a Cantabria. Para esa historia tendré que hacer una nueva publicación, ¡jajajaja!