Esta controvertida ley se aplica hoy en países como Argentina, Austria, Bélgica, Chile, Colombia, Croacia, Ecuador, Finlandia, Islandia, Israel, Japón, Perú, Polonia, Portugal, Rumanía, Turquía o Venezuela. En España, por ejemplo, hay 350 diputados para 52 circunscripciones con un mínimo de dos diputados por provincia, excepto Ceuta y Melilla que tienen uno.
Urnas electorales
Este reparto de escaños beneficia tanto a los grandes partidos políticos (PP y PSOE) como a los partidos nacionalistas. Si en las últimas elecciones legislativas Ciudadanos obtuvo un escaño por cada 96.617 votos, PNV necesitó 57.243. Además, para conseguir representación hay que lograr un mínimo del 3% del total de los votos.
La gran paradoja del próximo 28 de abril es que las circunscripciones más pequeñas serán determinantes para elegir al próximo presidente del Gobierno. En esta ocasión, el PSOE se presenta como la agrupación política más fuerte, y no solo por el hundimiento de la formación de Pablo Iglesias, sino también por la división de la derecha y el centro-izquierda.
Según fuentes del Ministerio del Interior, en las elecciones generales de 2016 Asturias era la circunscripción española donde más costaba una escaño (139.211 votos), seguida de Madrid (136.611) y Coruña (135.980). Las que menos: Segovia (39.870), Teruel (38.422) y Soria (35.911).
Ley DHondt
¿Es justo este sistema? ¿Hay otras alternativas? Las hay. El método Sainte-Laguë, usado en países como Alemania, Noruega o Dinamarca, divide el número de votos emitidos para cada partido entre el número de cargos electos, pero en este caso solo utiliza como divisores los números impares (1, 3, 5...). El sistema de cuotas o cociente Haré divide el número de votos válidos en cada circunscripción entre el número de escaños en juego, y un sistema proporcional puro asignaría el mismo tanto por ciento de diputados que de votos logrados sin ninguna corrección matemática. Solo así, el PACMA y otros partidos minoritarios lograrían representación en el Congreso.