Si alguna vez has pensado que el arte no es algo necesario, y que sólo se trata de un capricho, te animo a que sigas leyendo y descubrirás la gran importancia y beneficios del arte. Tod@s los que nos dedicamos a realizar algún tipo de actividad artísticas, somos plenamente conscientes de su importancia y su impacto en la sociedad.
La importancia del arte en la sociedad desde los principios de los tiempos ha sido vital para el ser humano, y nace a la vez que el origen humano. El arte es fundamental para la cultura y es una fuerte forma de expresión.
Cualidades del arte como actividad creativa
Efecto liberador de estrés
Efecto curativo: Utilizado en la psicología para muchos tipos de terapias. De hecho la arteterapia es una potente instrumento que se utiliza desde principios del siglo XX.
Potencia el desarrollo personal: cuando estamos con frecuencia en contacto con el arte, somos motivados a crecer a comprender y a crecer intelectulemente.
Impulsa cambios sociales, crea conciencia y denuncia hechos o actitudes que se quieren cambiar.
Medio de comunicación y expresión. El arte comunica y transmite mucho más que las palabras.
Cuando estamos en contacto con una obra artística, sea del tipo que sea, musical, literaria, pintura… vamos a tratar de comprenderla, de interpretar lo que se os quieres transmitir.
Cuando apreciamos arte, nos podríamos identificar con el artista o con los personajes que estos crean, y reflexionar sobre nuestros propios deseos y sentimientos, y también podríamos sentir emociones y deseos que no acostumbramos a sentir.
Aprendemos sobre el pasado, el presente y el futuro, cuando apreciamos arte.
Las artes nos enseñan las diferentes realidades culturales a través de generaciones, y mientras las apreciamos, somos capaces de combinar nuestra comprensión del mundo con nuestras emociones en el momento.
La apreciación del arte nos da la oportunidad de ampliar nuestro conocimiento y de pensar creativamente. Al presenciar arte, nos adentramos a la realidad que el artista ha creado o creamos nuestras propias realidades.
Según el profesor Semir Zeki, neurobiólogo de una universidad en Londres, cuando apreciamos fijamente grandes obras de arte, la parte del cerebro que se estimula es la misma que cuando nos enamoramos.
El sentimiento del deseo y el afecto que tenemos cuando sentimos amor por alguien, es el resultado de nuestro cerebro dejando salir dopamina, la sustancia química que nos hace sentir bien.
Experimentar o apreciar arte es calmante. Los individuos que se encuentran en un estado de depresión incluso pueden utililizar la apreciación de obras de arte para encontrar alivio de estrés y tensión.
Y por último pero no menos importante, mientras los miembros de una sociedad estén más en contacto e inmersos en el arte y la cultura, hay menos probabilidad de que éstos se inclinen por la delincuencia y/o a la vagancia, pues el arte sensibiliza e inspira a las personas a ser mejor.
Es por esto que es fundamental el fomento de las artes y de la cultura en una sociedad.
CONCLUSIÓN
Conocer cómo puede influir el arte de forma positiva en la vida de las personas y la sociedad es una gran ventaja y sirve de motivación y estrategia para vender tu art dejar atrás tu posible miedo de vender tu arte y vivir de él.
Hoy en día no solo tienes la oportunidad de darte a conocer y vender tu arte en Internet, sino también de influir de manera positiva y generar un cambio en la sociedad con tan solo compartir una pieza tuya en la Red.
No es un secreto para los amantes del arte saber que, ya sea creando o admirando una obra, podemos recargar nuestra vida de energía positiva y de expulsar lo negativo. El arte tiene efecto curativo, y esto es una ventaja más para promover lo que haces como artista.
Tal vez no te interese más que crear lo que te nace, expresar lo que tu cuerpo necesita expresar. Pero tú, como ser creativo, entenderás mejor que nadie los beneficios de incorporar el arte en nuestras vidas y promoverlo como una herramienta fundamental para cambiar el mundo.
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Y para ti, ¿Cuál es la importancia del arte?
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Ah, otra cosa…
Existe un gran malentendido sobre el arte y los artistas. Muchos creen que uno nace o no nace con talento y que no hay nada que podamos hacer para cambiar esto. Está claro que no todos podemos ser Dalí, pero lo que todos definitivamente sí podemos hacer es crear.
El proceso de crear una obra, a si sea considerada talentosa o no, genera beneficios en la salud de todos los seres humanos. Hacer arte estimula el cerebro, mejora el bienestar y consigue que las personas sean más saludables. Entonces, por qué dejar de hacer arte bajo la idea de que es una actividad solo para artistas cuando en realidad, todos tenemos la capacidad de hacerlo, de disfrutarlo y de vernos beneficiados.
Estos son algunos de los beneficios que hacer arte aporta para la salud de todos:
El arte estimula la imaginación
A través del arte uno puede mejorar y desarrollar las habilidades creativas que ya posee.
El arte te hace más observador
Leonardo da Vinci dijo: “La pintura abarca todas las funciones del ojo, estas son: la oscuridad, la luz, el cuerpo, el color, la forma, la ubicación, la lejanía, la cercanía, el movimiento y el reposo”. Crear nos ayuda a aprender a mirar, ya que nos hace concentrarnos en los detalles y prestar más atención a nuestro mundo interior y exterior.
El arte realza nuestra habilidad para la resolución de problemas
A diferencia de las matemáticas, no hay una respuesta correcta en el arte. El arte fomenta el pensamiento fuera de la caja y nos permite romper con los esquemas para así poder inventar nuestra propia solución.
El arte eleva el autoestima y proporciona una sensación de realización
Los padres suelen colgar los dibujos que han hecho sus hijos en la puerta de su refrigeradora o en las paredes de sus cuartos por que se sienten orgullosos de lo que sus hijos han creado. Esa es la misma sensación que uno puede tener al mirar su propia obra. Por otro lado, tener una idea en mente de lo que uno quiere crear y finalmente ver que ha sido capaz de realizarla puede generar una gran sensación de satisfacción y de logro.
El arte reduce el estrés
Pintar, dibujar, moldear, cortar, pegar, son actividades que ayudan al cuerpo y a la mente a relajarse. Hacer arte conduce a que uno se sumerja en su proceso creativo con el objetivo que tiene en mente sobre lo que quiere lograr. Esto reduce los niveles de estrés y en general aumenta el bienestar.
El arte mejora las capacidades cognitivas y de memoria
Estudios que relacionan las neurociencias y el arte demuestran que durante el proceso creativo los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro se conectan e integran. Este efecto genera el crecimiento de nuevas células cerebrales las cuales desarrollan las capacidades cognitivas y aumentan la memoria.
Entonces, después de leer sobre estos beneficios, ¿qué esperas? ¡Te invito a que pruebes hacer algo de arte! Como verás, no hay nada que perder, solo ganar.
1. Crear arte ayuda a liberar estrés.
Cuando estamos tensos es cuando más necesitamos hacer una pausa mental, pero es justamente cuando nuestros pensamientos más se resisten. Crear arte puede ayudarte a distraerlos dándole ese tan necesario descanso a tu mente. Además pintar, esculpir, dibujar y tomar fotografías son pasatiempos que pueden ayudarte a sentir mayor claridad y calma. Entre más tiempo enfoques tu atención en realizarlo más probabilidades tendrás de entrar a ese estado mental conocido como “la zona” en la cual tus ideas pueden fui con mayor facilidad otorgándote placer y satisfacción. Esta es la razón por la cual los libros de colorear para adultos han ido cobrando popularidad.
2. El arte estimula el pensamiento creativo.
El arte mejora nuestras habilidades para resolver problemas y estimula a la mente a buscar soluciones únicas y originales que no necesariamente se adapten a las normas establecidas. A diferencia de las matemáticas en el arte no hay una respuesta correcta que sea única. Este tipo de pensamiento original estimula el crecimiento de nuevas neuronas en el cerebro así como la creación de nuevas conexiones entre las neuronas. A diferencia de lo que se cree comúnmente el pensamiento positivo no tiene que ver con un hemisferio único del cerebro sino en la comunicación de ambos.
3. El arte mejora el autoestima.
Sumergirse en una tarea creativa propicia la secreción de un neurotransmisor conocido como dopamina, el cual está relacionado con el placer y las sensaciones de bienestar. Esta sustancia además está detrás de la concentración y la motivación y nos permite resistir los impulsos inmediatos para concentrarnos en nuestras metas reales. La dopamina es la que te da un sentimiento de recompensa o logro y para experimentarlo no es necesario que crees una obra de arte sofisticada; tejer, bordar, hacer carpintería, jardinería o algún tipo de trabajo manual le ayudará a tu cerebro a mantenerse en buen estado.
4. El arte mejora la plasticidad cerebral.
Cada vez que haces algo nuevo o te involucras en una actividad compleja tu cerebro crea nuevas conexiones entre las neuronas y la neuroplasticidad es la habilidad de crear y modificar esas conexiones a lo largo de tu vida. Hay teorías que indican que nuestro coeficiente intelectual depende más en el número de conexiones que tenemos que el volumen de nuestra masa cerebral y el arte es una excelente forma de estimular su creación.
5. El arte ayuda a los niños a ser mejores estudiantes.
A través de la realización de imágenes de resonancia magnética del cerebro ha sido confirmado que aprender música u otras formas de arte estimulan el aprendizaje en general. Los niños que tienen entrenamiento musical suelen tener un mejor desempeño en su manejo del lenguaje y razonamiento matemático. En parte esto puede estar relacionado con el aumento en el flujo sanguíneo que ocurre cuando se mejora la neuroplasticidad. Por otro lado tomar clases de artes visuales también contribuyen a un mejoramiento de la atención y el coeficiente intelectual. Además estos beneficios pueden acompañarlos por el resto de su vida adulta.
6. El arte ayuda a desarrollar tolerancia, empatía y afecto.
El neurobiólogo Semir Zeki descubrió que el simple hecho de mirar una pieza proporciona placer al cerebro del observador Ya que a través de escaneos cerebrales, notó actividad y liberación de dopamina en las partes de l cerebro que se usualmente activan cuando estamos enamorados. De tal manera que cuando alguien te dice que “ama” tal escultura o cuadro es mucho más literal de lo que podrías creer.
7. La terapia de arte ayuda los pacientes con demencia.
Crear arte ayuda a mejorar la memoria y otras actividades cognitivas, lo cual es particularmente importante para los pacientes de demencia. Pues junto a una pérdida de memoria con frecuencia experimentan síntomas como ansiedad, depresión, insomnio y en ocasiones agresión. La terapia de arte puede ayudar a estos pacientes no sólo a mejorar su conectividad cerebral y combatir los efectos de su dolencia, también les proporciona una actividad placentera mejorando su calidad de vida.
Si a pesar de todo esto aún tienes algunas reservas, recuerda lo que alguna vez dijo Van Gogh:
“Si escuchas una voz en tu interior que dice “no puedes pintar”, entonces pinta y esa voz callará”.
l arte en todas sus manifestaciones constituye una característica esencial que identifica al ser humano, ha permitido transmitir la cultura en toda su extensión y ha sido y es básico para su supervivencia. Nuestro cerebro plástico necesita el arte. Ya en los primeros años y de forma natural el niño juega, canta, baila, dibuja y todas estas actividades son imprescindibles para su correcto desarrollo sensorial, motor, cognitivo, emocional y en definitiva cerebral que le van a permitir aprender a aprender. Y realizando todas estas actividades el niño se divierte, muestra orgulloso sus resultados a los demás, intenta mejorar y ésta es una forma efectiva de entrenar una de las grandes virtudes del ser humano: el autocontrol. La educación artística es una necesidad no porque nos haga más inteligentes sino porque nos permite adquirir toda una serie de competencias y rutinas mentales que están en plena consonancia con la naturaleza social del ser humano y que son imprescindibles para el aprendizaje de cualquier contenido curricular. Y esto es útil para todos los alumnos, por lo que se convierte en una forma estupenda de atender la diversidad en el aula.
EL CEREBRO ARTÍSTICO
Las neuroimágenes cerebrales revelan algunos indicios de por qué las actividades artísticas son tan importantes. Así, por ejemplo, se sabe que ciertas estructuras de la corteza auditiva solo responden a tonos musicales, que una parte importante del cerebro y del cerebelo interviene en la coordinación de todo tipo de movimientos, como en el baile, que en las recreaciones teatrales regiones del cerebro especializadas en el lenguaje oral que están conectadas con el sistema límbico nos proporcionan el componente emocional o, referido a las artes visuales, que nuestro sistema de procesamiento visual genera imágenes reales o ficticias con la misma facilidad (Sousa, 2011).
Como podemos ver en la figura 1, cada actividad artística activa diferentes regiones cerebrales. La música se procesa en la corteza auditiva que está en el lóbulo temporal, las artes que conllevan movimiento como el baile o el teatro activan la corteza motora, las artes visuales como la pintura se procesan principalmente en los lóbulos occipital y temporal, mientras que la poesía o la prosa implican a las áreas de Broca y Wernicke relacionadas con el procesamiento lingüístico (Posner et al., 2008).
¿POR QUÉ ENSEÑAR LAS ARTES?
Los estudios que han analizado la implementación de la educación artística en el aula han revelado que los efectos más potentes se encuentran en aquellos programas que se integran plenamente en las asignaturas del currículo y que cuando ocurre esto se obtienen múltiples beneficios relacionados con el aprendizaje de los alumnos y su comportamiento. Rabkin y Redmond (2004) han identificado los más significativos:
Existe un mayor compromiso emocional de los alumnos en el aula.
Los alumnos trabajan de forma más activa y aprenden unos de otros.
Los grupos de aprendizaje cooperativo convierten las clases en comunidades de aprendizaje.
Se facilita el aprendizaje en todas las asignaturas a través de las artes.
Los profesores colaboran más y tienen mayores expectativas sobre sus alumnos.
El currículo se vuelve más real al basarse en un aprendizaje por proyectos.
La evaluación es más reflexiva y variada.
Las familias se involucran más. Desde la perspectiva neuroeducativa, nos interesan especialmente tres factores imprescindibles para el aprendizaje que las artes pueden mejorar:
La memoria
En un estudio con alumnos de quinto grado (10-11 años) se diseñaron unidades didácticas relacionadas con materias científicas (astronomía y ecología) siguiendo dos procedimientos distintos: en uno se utilizó el enfoque tradicional y en el otro se integraron las artes en la unidad. Así, por ejemplo, en el segundo caso, los alumnos realizaban actividades con objetivos didácticos definidos que incluían actuaciones teatrales, dibujos de posters, recreación de movimientos o utilización de la música. El análisis de los resultados reveló que los alumnos que participaron en la unidad didáctica en la que estaban integradas las actividades artísticas mejoraron la llamada memoria a largo plazo, especialmente los alumnos con dificultades lectoras (Hardiman et al., 2014).
Las emociones
En un estudio longitudinal que duró tres años se quiso analizar cómo afectaba la integración de diferentes programas artísticos al desarrollo personal de alumnos con edades entre 9 y 15 años que pertenecían a entornos socioeconómicos desfavorecidos. En la primera parte del programa se permitió elegir a los alumnos del grupo experimental entre diferentes formas artísticas como la música, la pintura, la grabación de videos, la escritura de guiones o el diseño de máscaras; en la segunda se profundizó más en los medios elegidos a través de un trabajo cooperativo; y en la etapa final en la que intervenían todos los alumnos se escenificó una obra de teatro y se grabó un video sobre la propia comunidad escolar. Los tres años de aplicación del programa revelaron que los estudiantes mejoraron sus habilidades artísticas y sociales, redujeron sus problemas emocionales y, en general, desarrollaron más que el grupo de control toda una serie de competencias interpersonales como la comunicación, la cooperación o la resolución de conflictos (Wright et al., 2006).
La creatividad
Las artes enseñan a los niños que los problemas reales suelen tener más de una solución posible, que es necesario analizar las tareas desde diferentes perspectivas, que la imaginación es una poderosa guía en los procesos de resolución o que no siempre existen reglas definidas cuando tienen que tomar decisiones (Eisner, 2004).
Cuando se integran las disciplinas artísticas en las prácticas pedagógicas se promueve el pensamiento creativo y divergente en los alumnos y no solo eso, sino que también desarrollan un pensamiento más profundo. Un ejemplo sobre esto último lo podríamos encontrar en el programa Artful Thinking desarrollado por el Proyecto Zero de Harvard que utilizaba el poder de las imágenes visuales (ver figura 2), como las de las obras de arte, para estimular en los alumnos procesos como la curiosidad, observación, comparación o relación entre ideas imprescindibles para el desarrollo del pensamiento creativo y del aprendizaje (Hardiman, 2012).
Comentamos, a continuación, aspectos relevantes sobre algunas de las disciplinas artísticas:
MÚSICA
La música nos produce bienestar porque estimula nuestro sistema de recompensa cerebral que libera dopamina y eso nos hace sentir bien. Es beneficioso desde la perspectiva emocional escuchar música, pero desde la perspectiva cognitiva es mejor practicarla. Así, por ejemplo, la activación simultánea de áreas sensoriales y motoras al tocar un instrumento musical conlleva la mejora de capacidades generales como la memoria de trabajo o la atención (Mora, 2013). No obstante, existen muchos malentendidos al respecto.
¿Nos hace la música más inteligentes?
Hay diversos estudios que sugieren que los niños que reciben educación musical obtienen mejores resultados académicos. Sin embargo, la existencia de una correlación no significa que haya una causalidad. El niño puede obtener estos mejores resultados debido a otros factores relacionados, por ejemplo, con sus propias capacidades o con el entorno familiar en el que se desarrollan.
Cuando se utilizan diseños experimentales rigurosos en los que existe un grupo de niños asignados de forma aleatoria que recibe instrucción musical y otro grupo de control que no la recibe, los resultados son diferentes. Y aunque pueda parecer sorprendente, ha habido muy pocos experimentos de este tipo y con resultados poco esclarecedores sobre los beneficios cognitivos que reporta la actividad musical.
El grupo de investigación de Elisabeth Spelke ha analizado estas cuestiones en una investigación muy reciente (Mehr et al., 2013). En uno de los experimentos se asignaron de forma aleatoria 29 niños de cuatro años de edad a clases de música o de artes visuales de 45 minutos durante seis semanas. Después de ese período de tiempo se realizaron una serie de pruebas y no se encontraron diferencias en las que medían la competencia lingüística y matemática de los niños de ambos grupos y una diferencia muy pequeña en las pruebas espaciales. Como réplica al anterior experimento, los investigadores diseñaron otro similar en el que ahora participaron 45 niños que fueron asignados al grupo experimental que recibía las clases de música o a un grupo de control que no recibía ningún tipo de instrucción. Y en este caso no hubo prácticamente diferencias entre los dos grupos (ver figura 3):
¿Quiere decir esto que la instrucción musical no produce beneficios cognitivos? Evidentemente no. Por una parte hacen falta más estudios que complementen esta investigación y por otra este estudio no medía la inteligencia general de los niños como sí hacían otros sino que iba más encaminado a analizar áreas específicas como la de matemáticas. Lo cierto es que, como manifiesta la propia Elizabeth Spelke, el debate sobre la importancia de la educación musical en particular, o la artística en general, no debería centrarse en los beneficios externos (como puede ser la mejora matemática que se pone en duda en el estudio comentado) sino en los beneficios inherentes al arte como son los relacionados con cuestiones emocionales o sociales. Y esos no requieren ninguna demostración empírica.
En 1993 apareció en la revista Nature un artículo en el que se informaba sobre una mejora temporal en el razonamiento espacial en adultos al escuchar durante 10-15 minutos a Mozart (Rauscher et al., 1993). Este hallazgo fue totalmente distorsionado por los medios de comunicación haciendo creer que la exposición temprana de los niños a la música clásica mejoraría su cociente intelectual. Lo cierto es que no se ha comprobado nunca esto y el llamado “efecto Mozart” hay que considerarlo un neuromito más.
ARTES VISUALES
El cerebro humano ha desarrollado una extraordinaria capacidad para crear imágenes mentales internas e incluso, se ha demostrado en estudios con neuroimágenes que se activan las mismas regiones cerebrales al ver una escena real que al imaginarla (Thompson et al., 2009). Esto es muy interesante, porque la visualización es una herramienta potente en los procesos de memorización.
¿Qué puede aportar una clase de dibujo?
Si preguntáramos a los alumnos qué aprendieron en las clases de artes visuales seguramente la mayoría respondería que aprendieron a dibujar, a pintar o a representar algún gráfico. Es lógico que en las clases de arte se aprendan las técnicas artísticas correspondientes, sin embargo, se pueden aprender muchas más cosas. Winner y sus colaboradores (2006) han identificado ocho disposiciones (rutinas mentales) que los alumnos pueden desarrollar en las clases de artes visuales y que pueden transferirse a otros dominios del aprendizaje:
Utilización de herramientas y materiales: los alumnos aprenden las técnicas propias de la disciplina utilizando, por ejemplo, pinceles y lápices o pintura y arcilla.
Participación y perseverancia: los alumnos aprenden a comprometerse con la materia a través de los proyectos realizados.
Imaginación: los alumnos aprenden a visualizar e imaginar situaciones que se alejan de la mera observación.
Expresión: los alumnos aprenden a transmitir una visión personal en sus trabajos.
Observación: los alumnos aprenden a utilizar una mirada propia y a percibir detalles menos obvios.
Reflexión: los alumnos aprenden a explicar, justificar y evaluar lo que realizan con un espíritu crítico.
Exploración: los alumnos aprenden a ir más allá de sus creaciones, a tomar nuevos riesgos y a aprender de sus errores.
Comprensión del mundo artístico: los alumnos aprenden a relacionarse con el arte y a entender todo lo asociado a él como galerías, museos, etc. Nadie puede dudar de la utilidad de todas estas disposiciones en cualquiera de las materias curriculares (ver figura 4).
ARTES ESCÉNICAS
De forma paradójica, las actividades escolares que implican movimiento, sean artísticas como cualquier estilo de baile o el teatro o deportivas como en el caso de la Educación Física, están siendo reducidas. Sin embargo, las investigaciones en neurociencia están demostrando su importancia a todos los niveles, incluido el cognitivo. Por ejemplo, la danza es una estupenda forma de desarrollar tres aspectos del pensamiento creativo: la fluidez, la originalidad y la capacidad de abstracción (Bradley, 2002). Por otra parte, hoy sabemos que los mismos circuitos neurales que se activan al realizar una acción también lo hacen al observar a otra persona haciéndola. Estas neuronas espejo posibilitan la imitación, una poderosa forma de aprendizaje.
¿Vale la pena apuntar a mi hijo a teatro?
En una investigación en la que Catterall (2002) analizó los estudios realizados sobre los efectos del teatro en entornos escolares identificó muchos beneficios, algunos de ellos relacionados directamente con las materias curriculares y otros, que son los más importantes, con el desarrollo integral de la propia persona. Los más representativos son los siguientes:
Convierte los conceptos abstractos en conceptos concretos.
Aborda los contenidos curriculares desde una perspectiva más atractiva.
Mejora su vocabulario.
Acerca el aprendizaje al mundo real.
Permite reflexionar a los alumnos sobre lo que hacen y comparar sus opiniones con las de los demás.
Fomenta la tolerancia y el respeto por los demás.
Mejora su autocontrol y su autoestima.
Suministra un sentimiento de libertad acompañado de responsabilidad. En mi caso particular, puedo asegurar que algunas de las mayores satisfacciones en mi experiencia docente provienen de haber comprobado como alumnos con dificultades para el aprendizaje o para relacionarse con los compañeros adquirían toda una serie de competencias interpersonales a través del teatro que les hacían mejores alumnos y sobre todo personas más felices.
EN LA PRÁCTICA
Ya hemos hablado de la relevancia de las artes como tales, pero lo más importante es integrar las actividades artísticas en cada una de las diferentes materias curriculares asumiendo una perspectiva transdisciplinaria. Será un acto creativo (no podemos pedir a nuestros alumnos que sean creativos si nosotros no lo somos) que despertará la curiosidad del alumno. Y como tantas veces hemos comentado, esta carga emocional facilitará la atención y con ello el aprendizaje. Cuando estamos motivados, todo es más fácil.
Veamos algunos ejemplos concretos (más información en Sousa, 2011):
Artes visuales. El profesor de Química pide a sus alumnos que dibujen un organizador gráfico en el que se muestren las fases más importantes de un experimento.
Música. El profesor de Historia pide a sus alumnos que reflejen en la letra de una melodía popular los hechos más significativos de la Revolución Francesa.
Poesía. El profesor de Matemáticas pide a sus alumnos que escriban una estrofa de un poema sobre los pasos que hay que seguir al resolver una ecuación matemática.
Teatro. El profesor de Inglés pide a sus alumnos que escriban un final alternativo de la obra Romeo y Julieta y que hagan una recreación teatral del mismo. Y podemos seguir todo lo que nuestra imaginación nos permita. Podemos encontrar ejemplos en cualquier asignatura y en cualquier etapa educativa.
Por otra parte, en el caso de currículos artísticos específicos, ya hemos comentado que el aprendizaje basado en proyectos es una muy buen opción porque fomenta más el trabajo cooperativo, la reflexión o la autoevaluación que los enfoques tradicionales, generando además una mayor motivación intrínseca en el alumno.
CONCLUSIONES FINALES
No se puede negar que las actividades artísticas están arraigadas en el propio desarrollo del ser humano desde su nacimiento y que constituyen una recompensa cerebral natural necesaria para el aprendizaje. Porque la práctica de cualquiera de las manifestaciones artísticas lleva asociada un componente emocional que nos motiva y que nos permite contemplar el mundo que nos rodea desde una perspectiva diferente, más estética, más profunda. La Educación Artística resulta imprescindible porque permite a los alumnos adquirir toda una serie de competencias socioemocionales básicas para su desarrollo personal y que, además, les hacen más felices. Y ese es el verdadero aprendizaje, el que les prepara para la vida. El cerebro humano, que es un órgano complejo en continua reestructuración, agradece los retos y necesita el arte.
El síndrome de Stendhal (también denominado síndrome de Florencia o estrés del viajero) es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar. También suele suceder ante escenarios históricos, como ser campos de batalla, palacios, ruinas históricas o lugares en los cuales se hayan producido hechos muy importantes.
Más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, el síndrome de Stendhal se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico.
Se denomina así por el famoso autor francés del siglo XIX, Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en 1817 en su visita a la basílica de la Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en su libro Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio: