Muy buenos días a todos, ¿cómo va la semana? La mía empezó fatal pero vamos mejorando y hoy estoy muy contenta, con el finde a la vuelta de la esquina.
Ya sabéis que el post de hoy lo escribo sobre la marcha, es bastante improvisado y si os digo la verdad no sé muy bien de qué hablar, es demasiado pronto, son las 6;11, jejeje, esto empieza a parecer uno de esos programas en directo en el que nos van diciendo la hora. De ante mano pido perdón por los fallitos.
Y sin más rollo empezamos.
La verdad es que entre unas cosas y otras, y con el estrés que he tenido últimamente llevo unos días pensando en la soledad. Ya hablé de esto hace un par de años, pero no he querido releer el post por dos cosas; falta de tiempo y porque no quiero dejarme influir pues lo escribí 15 días después de perder a mi padre y no estaba muy bien de ánimo. De todas formas os dejo el enlace aquí por si os apetece echar un vistacito, quizás luego lo relea, no sé.
Me gusta mucho pasear al atardecer en silencio, solo pensando u observando.
Creo que hay muchos tipos de soledad; la que elegimos porque necesitamos estar solos, la que nos impone la vida porque no tenemos familia o gente allegada, la que elegimos pero a la vez no elegimos, esa que hemos buscado pero con el paso del tiempo nos pesa y nos arrepentimos, la que se siente aunque estemos rodeados de gente que nos quiere, la que nos dejan los que se van...hay muchas formas de estar sola.
La soledad es la mayor fuente de inspiración de canciones y poemas, de historias y películas, todas, las de amor, las de guerra o las de enfermedades, todas acaban relacionadas con la soledad. La soledad nos rodea, no nos deja solos.
Y de entre todas las clases que os he dicho yo busco con desesperación la elegida, necesito tener siempre algún momento de soledad. No digo vivir en el ostracismo ni ser una especie de anacoreta de esos de los libros o películas, pero desde muy pequeña necesito tiempo para perderme conmigo misma, en mi mundo.
No necesito momentos de paz inmensa ni sumirme en el más puro estado zen, no, simplemente me hace falta algo de tiempo para pensar.
Pasear por la playa en momentos así para mí es vida, lo necesito.
Cuando era pequeña me gustaba despertarme los sábados y domingos prontito y quedarme un rato en la cama pensando. Pensaba en las cosas que me habían pasado a lo largo de la semana, o hacía planes para el finde.
Y antes de dormir también me gustaba pensar en cómo me había ido el día.
En la adolescencia tuve muchos momentos de esos, me encantaba bajar a la playa y caminar por la orilla pensando. O llenaba la bañera hasta que el agua se quedaba helada, pero entonces quitaba un poco el tapón y rellenaba con agua muy caliente y volvía a mis divagaciones, jejejeje. Menudas cosas pensaba, vivía en un mundo de fantasía y amores que me alentaban por todas partes, jejejeje, con una familia muy fantasiosa y unas amigas también bastante imaginativas
Con el paso del tiempo sigo necesitando esa soledad, por ejemplo ahora mismo estoy en uno de esos momentos en los que solo necesito la compañía de mi gato, porque me entiende y me acompaña silencioso, si acaso me lanza algún ronroneo y alguna mirada llena de amor y sigue en silencio. Estos momentos valen oro para mí.
Esto es paz, el sol de invierno en la ventana, un libro y una infusión, con el bonito marcapáginas que me regaló Mamen.
A veces aunque estemos rodeados de gente nos sentimos solos. Recuerdo que en el funeral de mi padre había muchísima gente pero yo solo sentía frío y soledad, el murmullo de voces y llantos no me reconfortaba, me hacía sentir mucho más sola.
En cambio mi tío vive solo porque así lo ha elegido y siempre dice que se siente acompañado porque nos tiene para lo que sea, hasta ahora hemos intentado estar en lo bueno y en lo malo, como él con nosotros, y es una soledad elegida que no llega a ser soledad, además de la vida intensa que lleva, y su trabajo, los clubs y asociaciones en los que está...no para.
Nunca se sabe las vueltas que puede dar la vida, quizás en el futuro me quede sola, pero si eso ocurriese espero saber llevarlo bien, porque aunque me encanta mi tiempo a solas lo mejor del mundo es tener mi casa llena de bullicio, con ese desorden que huele y sabe a vida, a risas y a amor.
Aquí siempre encuentro mis pensamientos, cuando se me escapan o están desbocados sé donde encontrarlos.
Cuando mi hijo estuvo de Erasmus nunca se sintió solo, y eso que lo estaba porque solo había una plaza en Asturias para su destino así que no conocía a nadie, pero con los medios que hay ahora hablábamos a todas horas, y también charlaba con sus amigos, y enseguida empezó a conocer gente. Y como mi hijo es como yo y necesita su espacio, sé que nunca se sintió solo, aunque era uno de mis mayores miedos, que le abrumase la soledad.
Ya empiezo a divagar, es que a estas horas la cabeza no me da para mucho, jejeje. En resumen quiero decir que me gusta la soledad, adoro caminar en silencio pensando en mis cosas, necesito llenar la bañera y olvidarme del mundo de vez en cuando, o cerrar los ojos y pensar en mis cosas, aunque sea algo simple como la comida del día siguiente, pero lo necesito.
Necesito escribir tranquila, leer sin ruidos y hablar conmigo misma, pero claro, solo por un tiempo, tampoco quiero convertirme en Morla.
Pero también valoro el bullicio y la compañía, no hay nada mejor que un abrazo de los que nos quieren, o los ataques de risa por cualquier tontería, o simplemente una conversación cuando tenemos un día demasiado largo. Las charlas con mi marido hasta la madrugada son lo mejor del mundo aunque me roben horas de sueño.
Pero claro, el silencio y la soledad también son muy importantes para mí, necesito pararme a pensar, no puedo vivir sin mirar ni un segundo por el retrovisor, sin pararme a saborear un solo instante, a veces vamos tan deprisa que es difícil concentrarse en uno mismo pero hace falta, mucha falta.
Bueno, no sé como seguir así que me voy despidiendo. Por cierto, el otro día os llamó mucho la atención que en Gijón hubiera serenos(en mi fanpage puse un reportaje sobre ellos) y se me ocurre que seguro que ellos tienen muchos momentos de soledad para pensar en plena noche, como los protagonistas de Con la noche a cuestas, uno era guardia de una obra y el otro sereno, es una novela de Manuel Ferrand que me encanta, me la recomendó mi marido cuando nos conocimos y acertó de pleno. Y por si no vais a la fanpage os lo digo por aquí. Si, tenemos serenos, son una especie de cooperativa que vigilan garajes, portales y bajos comerciales, y este finde volví a ver un par de ellos.
Ayyyy me voy por las ramas, así que me despido. Nos vemos como siempre el sábado en el resumen semanal. Mil gracias por leerme.
Y vosotros; ¿necesitáis momentos de soledad? ¿Os asusta la soledad? ¿O simplemente nunca pensáis en eso?
Ciaooooooooooooooooooo.