El lugar fue elegido precisamente por la riqueza de minerales del suelo, que hacían que prácticamente se pudiera sembrar todo tipo de semillas y obtener abundantes cosechas con las que alimentar a la creciente población. La abundancia de agua del río Pensativo y la proximidad de varios yacimientos de la piedra necesaria para construir la ciudad fueron también factores que influyeron en la elección del lugar.
Desgraciadamente el lugar era propenso a los terremotos, y cuando la ciudad disfrutaba de todo el esplendor que le proporcionaba la infinidad de conventos, iglesias y casas señoriales, sobrevino el terremoto de Santa Marta, el más fuerte de una serie de seísmos que dio el estoque final a una de las ciudades más hermosas de Centroamérica.
Como consecuencia de los movimientos de tierra, la casi totalidad de los hermosos edificios de la ciudad se derrumbaron con toda su riqueza, y fue tal el estado de ruina de la ciudad que se tomó la decisión de abandonarla en 1776 y trasladar la capital a lo que hoy es Ciudad de Guatemala.
Aún así la ciudad no quedó despoblada, ya que muchos de sus habitantes se resistían a dejarla y permanecieron en ella viviendo entre las ruinas y utilizando los pocos edificios que habían quedado en pie.
Pero a principios del siglo XX la ciudad tuvo una nueva oportunidad para volver a la vida con la visita de uno de los miembros más poderosos de la polémica United Fruit Company, que en 1920 decidió comprar muchas de las propiedades y emprender un ambicioso programa de restauración, ejecutado tan minuciosamente que hizo que la UNESCO la nombrara Patrimonio de la Humanidad en 1979.
Hoy en día, Antigua Guatemala es una de las ciudades coloniales mas hermosas de América y atrae a multitud de visitantes que acuden a su llamada, para disfrutar de su arquitectura e historia, sus paisajes y gastronomía, pero sobre todo de un encanto que pocas ciudades en el mundo pueden ofrecer.
Así que nosotros haremos lo mismo, conocer esos encantos que la ciudad tiene para ofrecernos.
Empecemos por el que sin duda es el lugar más fotografiado de la ciudad, el Arco de Santa Catalina.
El convento de Santa Catalina Mártir fue uno de los más deseados por las familias ricas del país para que sus hijas tomaran los votos. Tuvo tanta fama que pronto hubo que construir un nuevo edificio en el solar que se encontraba justo enfrente.
Como las monjas no podían ser vistas en el exterior, tenían prohibido incluso cruzar la calle, lo que hizo necesario construir el arco que vemos hoy en día, con un pasadizo para que las religiosas pudieran moverse entre los dos edificios de la Orden.
La nueva construcción fue levantada con buenos materiales y excelente ejecución, por lo que sobrevivió sin apenas daños a los terremotos más violentos. En el siglo XVIII se le añadió la torrecilla y el reloj francés que luce en ambos lados.
Como curiosidad, en las ruinas del antiguo convento, se guardan hoy en día los pasos del Vía Crucis de la famosa Semana Santa de Antigua.
Seguimos nuestro camino por la misma calle, tropezándonos con algunas imágenes curiosas, como la de esta vendedora de sombreros.
Y llegamos a La Merced.
Pintada en un llamativo "Amarillo Antigua", el templo de La Merced comenzó a construirse en 1583, en estilo barroco colonial, con un precioso frente cuajado de estuco donde destacan varias esculturas de santos realizado por artistas locales de la época y ocho columnas salomónicas embellecidas con relieves de flores y plantas del Valle de Panchoy.
Dentro, guarda varias imágenes de santos de gran devoción como el Jesús Nazareno de la Merced...
Volvemos sobre nuestros pasos, por la misma calle para deleitarnos con la arquitectura de la ciudad, como la llamada Casa de los Leones, una antigua mansión transformada hoy en hotel boutique.
Antes de los terremotos del siglo XVIII, las casas de Antigua Guatemala estaban pintadas en color blanco, pero con la restauración de la ciudad se establecieron una serie de normas y todas siguieron las ordenanzas municipales que hasta hoy se mantienen en vigor en cuanto a los colores a usar en las fachadas, con el uso de determinados colores pastel.
Legamos al Parque Central, donde se encuentra la Catedral de San José.
Inaugurada en 1680, se construyó para sustituir a una anterior de 1545. Tiene 5 naves y 18 capillas laterales donde se veneran santos de gran devoción, como una reproducción del Cristo de Esquipulas
El Señor Sepultado
O el Señor Nazareno del Vía Crucis.
Según varios historiadores, bajo las ruinas de la anterior catedral se encuentra la sepultura de Don Pedro de Alvarado, conquistador de Guatemala.
A un costado de la Catedral se encuentra la Real y Pontificia Universidad de San Carlos que data del siglo XVII y fue la tercera en fundarse en la América Colonial.
Tras los terremotos de Santa Marta la sede fue trasladada a Ciudad de Guatemala, y hoy exhibe una rica muestra de pintura, escultura, grabados y dibujos.
A una manzana al sur se encuentra la Iglesia de San Pedro Apóstol, del año 1654, que comparte una pequeña plazoleta con el Hospital del mismo nombre.
Dos curiosidades de este templo: la primera es que los cuatro nichos para imágenes que tiene su fachada siempre han estado vacíos, y la segunda es que la campana que sonó en el momento en que se canonizó el Hermano Pedro fue donada por el ayuntamiento de Granadilla, Tenerife, lugar donde nació el santo.
Cruzando la plaza que se encuentra a su costado, nos dirigimos al Tanque la Unión.
Inaugurado en 1853, su función principal era la de lavadero público, puesto que sólo las grandes mansiones tenían un espacio para lavar la ropa y el resto de habitantes de la ciudad acudían a sus 22 lavaderos para poder hacerlo.
Desde muy temprano, antes del alba, el lugar se llenaba de mujeres que mientras enjabonaban y enjuagaban compartían noticias y chismes sobre los últimos acontecimientos de la entonces pequeña ciudad. Tan temprano acudían al sitio que aún la oscuridad lo envolvía y se cuenta que más de una lavandera escuchaba los gritos y lamentos de la conocida Llorona, que tiene una apetencia especial por los lugares donde hay agua.