Como en la versión original, el live-action de Aladdín, narra la historia de un joven ladrón (Mena Massoud) de buen corazón que se enamora perdidamente de la Princesa Jasmine (Naomi Scott) y para estar a su alcance logra robar la lampara del Genio (Will Smith) para cambiar el rumbo de su destino.
Aunque las opiniones de está película están divididas, entre quienes la adoraron y quienes la detestaron (sobre todo la parte en la que la princesa Jasmine canta), la verdad es que los detalles añadidos, por el talentoso director de cine Guy Ritchie, se agradecen.
Algunos de estos cambios son una princesa Jasmine más determinada, fuerte y decidida, la inclusión de Dalia (Nasim Pedrad) una doncella fiel a la princesa, una escena de rap divertidísima y una breve introducción que nos relata que fue lo que pasó con el Genio, luego de que Aladdín lo liberara.
Además de estos cambios, existe un detalle fantástico que muy pocos notaron en el live-action de Aladdín .
Justo cuando el ladrón logra salir sano y a salvo, en compañía de Abu, la alfombra y el Genio. Aladdín le pide que lo convierta en un príncipe para que Jasmine se fije en él.
En ese momento que el Genio le está aconsejando ser él mismo para conquistarla y Aladdín parece no prestarle mucho caso, la alfombra está haciendo algo en la arena del desierto de Agrabah.
Mientras el Genio está explicándole a Aladdín que sea lo más específico posible en sus deseos, la alfombra mágica está construyendo un castillo de arena, pero no cualquier castillo. Se trata del Castillo de la Cenicienta, mismo que utiliza la casa productora como sello distintivo al inicio de cada una de sus películas.