El Camino Portugués por tierras de Pontevedra

Muchos son los peregrinos que año tras año transitan por el Camino de Santiago Portugués. Aunque sólo algunos abandonan por unos días su devenir nómada para disfrutar de los placeres más mundanos con que nos obsequia los concellos cercanos a la ciudad de Pontevedra.



Yo me encuentro entre ese grupo de peregrinos que en su día disfrutaron de una pausa en alguno de los lugares de esta mancomunidad bautizada como Terras de Pontevedra. 

La cuestión entonces es: ¿por qué no hacer un gran alto en el Camino de Santiago para redescubrir estos lugares?

Te invitamos a hacerlo. ¡Adéntrate en Terras de Pontevedra!

En aquel viaje nosotros paramos el tiempo y nos recreamos en los espacios urbanos y naturales que bordean al Camino Portugués entre las poblaciones de Pontevedra y Barro.

Estos lugares corresponden al trazado de la tercera etapa del Camino de Santiago que entra en España a través del Puente Internacional sobre el río Miño entre Tui y Valença do Minho.

Origen del Camino entre Pontevedra y Barro

A estos dos concellos les une el mismo trazado histórico que sedujo a peregrinos, comerciantes y viajeros de todos los tiempos.

El Camino Portugués, vía de peregrinación utilizada por los romeros que provenían del antiguo reino de Portugal.

Los romanos fueron los primeros ingenieros del Camino de Santiago, facilitando el viaje a peregrinos durante varios siglos gracias a sus famosas calzadas empedradas.

Los peregrinos fueron –y son– esforzados viajeros que caminaban para venerar las reliquias del apóstol, pero no eran tontos, y lejos de buscar retos deportivos inconcebibles en el medievo, siguieron como el agua la senda más fácil.

Para el caso particular que nos ocupa, nuestros antepasados peregrinos utilizaron la calzada romana XIX, que unía la ciudad portuguesa de Ponte de Lima con la española Padrón, y que se dirigía a Lugo para finalizar su trazado en Astorga.

Tramo de la Vía Romana XIX

Entre las ciudades gallegas y romanas por donde se cree que pasaba dicha calzada –sobre el trazado exacto aún existen ciertas dudas razonables–, se encontraban las poblaciones de Tude (Tui), Turoqua (Pontevedra), Aquis Celenis (Caldas de Reis) e Iria Flavia muy cerquita ya de Padrón.

Uno de los personajes históricos que impulsó el Camino Portugués fue sin duda la Reina Santa Isabel de Portugal.

Al enviudar en 1325, realizó un viaje de peregrinación a Santiago de Compostela presumiblemente a través de esta ruta jacobea.

Primeras vistas de Pontevedra

Conocimos por primera vez a la vieja ciudad de Pontevedra siendo peregrinos, pues caminando es como mejor desvelas los secretos de tu viaje.

Veníamos de realizar una etapa sencilla de apenas 20 kilómetros desde Redondela, pero su magnífico albergue estaba abarrotado, así que nos acercamos hasta la orilla de la ría frente a la isla de San Simón, donde nos alojamos en un tranquilo hostal de veraneo.

Volvimos aquella noche a Redondela ya que estaban en fiestas, y junto al exterior de la imponente pared de piedra del albergue, se había instalado un improvisado escenario donde tendría lugar un austero concierto de música folk gallega.

Aquella noche dormimos poco gracias al eco de violines y gaitas, aún resonando dentro de nuestros oídos hasta altas horas de la madrugada. El esfuerzo sobre el otro esfuerzo diario del Camino mereció con mucho la pena.

Al día siguiente, desde la misma arena de la playa de Cesantes, rápidamente enfilamos nuestro camino.

Ponte Sampaio

En apenas una hora y media nos encontrábamos cruzando el río Verdugo sobre el puente de Santa María de Ponte Sampaio.

Puente de Santa María en Ponte Sampaio

Un espacio mítico para los peregrinos desde épocas romanas, y por otro lado también para los amantes de la historia.

En Ponte Sampaio tuvo lugar una de las batallas más decisivas de la Guerra de la Independencia frente a las tropas de Napoleón. Ganaron los gallegos, por supuesto

Desde ese magnífico lugar hasta Pontevedra nos quedaba algo menos de la mitad de la etapa.

Hoy en día se puede –y se debe por convertirse en Camino oficial– hacer la entrada a la ciudad de Pontevedra por la senda fluvial del río dos Gafos,

Desde 2018 una acertado desvío por una frondosa vereda verde que huye del asfalto y del ruido del antiguo trazado a pleno sol. 

Un par de horas después ya nos encontrábamos cruzando las vías del tren próximas a la estación de ferrocarril de Pontevedra.

El albergue de la Virgen Peregrina se encuentra a unos pocos metros antes de llegar a esta estación.

Es amplio aunque acogedor, y nos invitaba a dar por finalizada la etapa, pero pocos eran los kilómetros hoy acumulados bajo nuestras botas, y las ganas de conocer el casco antiguo de Pontevedra nos convencieron para proseguir nuestra marcha un poco más arriba.

Sin pensarlo demasiado dimos un vistazo rápido al albergue, saludamos a algunos buenos compañeros de viaje y nos dirigimos directamente a la Plaza de la Peregrina caminando. Como no podía ser de otro modo ni lugar, por la Rúa Peregrina.

Placa de la Plaza de la Peregrina de Pontevedra

Pontevedra, ciudad peregrina

Pontevedra, una ciudad que alberga a la Virgen Peregrina como patrona del Camino Portugués –además de ser patrona también de toda la provincia de Pontevedra–, tiene que tener a la fuerza mucha magia para cualquier peregrino con un mínimo de espíritu viajero.

Lo cierto es que esta magia la sientes desde el mismo instante en que te plantas ante la singular fachada de la iglesia de la Virgen Peregrina, lanzas tu mochila sobre la pequeña escalinata de la entrada y te estiras intentando coger ambos campanarios con las yemas de tus dedos.

La iglesia más peregrina

Nada más traspasar el dintel de sus portadas te das cuenta de que estás en un templo distinto a cuantos hasta ahora hemos visitado como peregrinos.

Su planta redonda inscribe una gran cruz, pero al incluir además un vestíbulo, nos da la sensación de estar avanzando sobre una inmensa vieira.

Nada queda al azar en este hermoso santuario barroco con pinceladas neoclásicas, y su planta en forma de vieira es toda una declaración de intenciones.

La imagen de madera de una virgen ataviada con la esclavina de un peregrino medieval, su bordón portando la consabida calabaza en su mano derecha y el Niño en su izquierda, es la piedra angular del templo.

Esta talla se remonta al siglo XVIII cuando peregrinos franceses desembarcados en la vecina Baiona, siguiendo la variante del Camino Portugués de la costa, llevaron consigo hasta Pontevedra la imagen de una Virgen que los protegía y guiaba hacia la tumba del Apóstol Santiago.

La construcción de este templo arranca en 1778 bajo la advocación de la mismísima Virgen María.

Según reza una leyenda, vino peregrinando desde la ciudad bíblica turquí de Éfeso, efectuando una de sus paradas de descanso en la Pontevedra romana antes de alcanzar Compostela.

Iglesia de la Virgen Peregrina

La verdad, me es imposible recordar cuánto tiempo permanecimos dentro de aquel lugar mágico en silencio.

Silencio apenas roto por el seco golpeo de las botas del resto de peregrinos sobre la gigantesca vieira, porque el paso del reloj entre aquellos muros parecía ralentizarse al son de una respiración cada vez más calma.

Entre las calles de Pontevedra

Pontevedra es pieza clave de la columna vertebral del Camino Portugués.

Además posee uno de los cascos históricos más importantes de Galicia, sólo comparable al de la propia Santiago de Compostela.



Desde la Iglesia de la Peregrina se inicia un magistral periplo por sus calles empedradas que acaba prácticamente a los pies de la Basílica de Santa María.

Con tiempo y dejándonos llevar por aquellos que saben, conocimos una Pontevedra muy peregrina.

Bulliciosa pero sin la aglomeración y el agobio de las grandes ciudades gallegas, acogedora en muchos de los rincones que aparecían a cada giro de esquina, y alegre en los heterogéneos corrillos de peregrinos que con agilidad se movían de taberna en taberna.



No fuimos menos y acabamos probando la deliciosa gastronomía gallega en alguno de sus locales.

¿Quién podía resistirse a un merecido homenaje compuesto de sopa de ostras al estilo de Lérez, empanada de zamburiñas y mejillones en escabeche?

Siguiendo el callejeo por la medieval Pontevedra nos topamos con la plaza de la Verdura, el lugar perfecto para seguir degustando los productos de la tierra y cerrar la perfecta velada con una tertulia más allá del último rayo de sol sobre Pontevedra.

Tras el merecido homenaje acabamos con un paseo reparador.

Fuimos en busca de la Rúa Real para visitar la Plaza de Teucro, después pasamos a la Michelena, seguimos por la Plaza de España y finalizamos en la Basílica de Santa María la Mayor.

Plaza de Alfonso Fonseca frente a la Basílica de Santa María la Mayor

Desde allí, al albergue elegido para descansar, a paso cansino, como si no quisiéramos despedirnos tan pronto de una ciudad que nos había conquistado por completo.

Hasta pronto Pontevedra

La mañana siguiente nos la tomamos con mucha más calma de lo habitual.

Apenas hacía calor y la etapa hasta Caldas de Reis se presentaba bastante cómoda en comparación con el perfil “rompepiernas” de las pasadas etapas portuguesas.

No había razón para lanzarnos hacia esas absurdas carreras de madrugada del Camino de Santiago en ciertas épocas el año por lograr una plaza en el albergue siguiente, huyendo de los rigores de la canícula en verano.

Aprovechamos para buscar otro rincón con vistas a desayunar plácidamente, y de paso conocer un poquito más la ciudad vieja de Pontevedra a plena luz de día.

Plaza de la Herrería

Esta vez nos tomamos nuestro tiempo matutino en la Plaza de la Leña, lugar donde antaño se vendían maderas y piñas para alimentar hornos y lareiras, un espacio pintoresco presidido además por un cruceiro colocado allí por mediación de Castelao. O éso nos dijeron

Comprendimos durante ese momento que nuestra experiencia en Pontevedra, sin duda, reforzaba el argumento sobre su galardón como la ciudad más cómoda para vivir según la ONU.

Y no es para menos ya que objetivamente se trata –como bautizó nuestro compañero peregrino Antón Pombo– de un paraíso peatonal para el peregrino.



De puente a puente

Resuelto este almuerzo adelantado, nos encaminamos hacia las flechas amarillas del Camino Portugués dentro del casco viejo, principalmente a través de la Rúa Real que nos desembarcó prácticamente al pie del Puente de O Burgo. 

La vía de salida del Camino Portugués es este puente medieval sobre el río Lérez que tuvo también cimientos romanos, exactamente igual que el de Ponte Sampaio.

El puente originario del siglo XII formaba 15 arcos de medio punto según unas excavaciones arqueológicas realizadas en la zona, aunque al cruzarlo aquella mañana sólo pude vislumbrar once de ellos, uno más que el del río Verdugo en Ponte Sampaio.

Siempre me sedujo la sensación de cruzar cada puente medieval de los caminos de Santiago, porque sin duda éste sería el trazado exacto por el circularon los primeros peregrinos en pos de las reliquias de Santiago Apóstol.

Puente de O Burgo sobre el río Lérez en Pontevedra

Camino de Barro

Este tramo se presenta plácido, sencillo, con escasos desniveles que permiten multitud de paradas y desvíos para disfrutar de los placeres cercanos al trazado del Camino de Santiago.

Uno de estos desvíos se encuentra a unos 3 escasos kilómetros del puente del Burgo, si bien merece capítulo aparte por la contundencia de sus argumentos y la distancia a salvar.

Estoy hablando de una variante del Camino de Santiago que pasa por los monasterios de Poio y Armenteira, hasta recabar en Vilanova de Arousa y continuar navegando en barca hasta Pontecesures.

Variante espiritual

Esta alternativa tiene el aliciente de visitar el monasterio de Poio, que sin duda dio cobijo en sus días de apogeo a cuantos peregrinos llamaron a sus puertas.

Llegar a dicho monasterio caminando os va a suponer una hora desde el punto de desvío, justo antes de llegar a la iglesia de Santa María de Alba.

Para aquellos esforzados de las rutas peregrinas empeñados en continuar por esta ruta, os adelantaré que os esperan 75 kilómetros y 3 etapas más por la comarca del Salnés, antes de retornar al Camino Portugués en Padrón.

Os adelanto además que la última etapa se suele salvar navegando por la ría de Arousa y remontando el río Ulla con la marea alta, hasta desembarcar en Pontecesures, rememorando así la ruta Traslatio que realizó el cuerpo decapitado del Apóstol a su llegada a la Hispania romana.

Realmente esta última etapa navegable es el origen de todos los Caminos de Santiago, ya que se trata la peregrinación del propio Santiago hasta su tumba en los Campus Stellae.

Después sobrevino el Camino Primitivo desde Oviedo, pero esto ya es otra historia.

Retorno al Camino Portugués por tierras de Barro

Una vez visitado el Monasterio de Poio vuelves al Camino Oficial con renovadas fuerzas.

Tramo del Camino Portugués en el concello de Barro

Especial mención merece también el albergue de A Portela a 10 km de Pontevedra y ya en el concello de Barro, para aquellos peregrinos que deseen alargar la etapa que comienza en Redondela y descansar en un entorno mucho más rural.

El siguiente punto del Camino que merece un pequeño desvío y parón es justamente en Barro.

Pasado A Portela y antes de llegar a Briallos encuentras la señalización hacia las cascadas del río Barosa, un lugar tan mágico como refrescante en todos los sentidos dentro del Parque Natural del Río Barosa.

El río da lugar a una serie de fervenzas o cascadas de agua que llegan a alcanzar hasta 30 metros de desnivel, dando lugar a un espectáculo natural único en todo el Camino Portugués.

Junto a este espectáculo fluvial fueron construidos 17 molinos dando lugar al bello sendero que los transita, pasando por puentes, una iglesia románica, además de disfrutar de panorámicas impresionantes sobre el valle del propio Barosa.

Desde allí poco queda ya para el fin de etapa oficial en Caldas de Reis. Una recompensa bien ganada.

Merece la pena descansar en unas tierras que siempre guardaron bien a sus habitantes desde los tiempos remotos de los castros, numerosos en estas tierras de Pontevedra, como los de Bandulfe, Curro, Barro y Perdecanai, por citar sólo algunos próximos a este tramo del Camino Portugués.

Epílogo

Cae la tarde en Caldas, de nuevo una ciudad gallega identificada por sus aguas, esta vez termales.

Es hora de nuestra pertinaz tertulia con la venida del crepúsculo, hoy cargada de provechosos alicientes.

La ducha caliente sana el cuerpo e infiere al ánimo un halo de serenidad. El ejercicio sienta bien a pesar de los pesares, y este Camino Portugués es mucho más que una caminata con el mejor de los ambientes.

Es historia y leyenda, la que fue y la que hacemos los peregrinos obstinados en aprender sobre lo que otros dejaron señalizado.

Sólo hace falta caminar despacio para desvelar sus secretos, observar para aprender y compartir tus vivencias con la finalidad de que los siguientes puedan experimentarlas.

Senda del Camino entre viñedos en la etapa entre Pontevedra y Caldas de Reis

Estas tierras de Pontevedra son más que una muesca en un inmenso Camino Portugués que parte desde la lejana Lisboa, es una experiencia única que el peregrino acepta y guarda en su mochila para siempre.

¡Buen Camino!

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