Por lo pronto, y para situarlos estoy con una "batamanta" a doce grados menos de temperatura a la que me tenía acostumbrada Caracas, la ciudad de eterna primavera (o infierno tropical según se mire), con cafelito caliente por un lado y con la verborrea contenida por otro, porque señores, aquí hay demasiado que contar.
Hace aproximadamente un año, estaba en mi oficina mientras tomaba un break escuchando a Pablo Alborán cuando en el reproductor empezó a sonar "Miedo", no se por qué se me prendió el bombillo (o no, terminé de enloquecer) pero mis neuronas dijeron, basta de esta situación, no puedo seguir con la ansiedad que me carcome cada vez que entro al metro (los que conozcan la Caracas de los últimos años sabrán que al subterráneo se entra, pero lamentablemente no sabes si sales o cómo sales), con los nervios de punta pensando que me van a robar, aguantando las colas interminables para comprar "lo que hay" y básicamente obstinada de lo que en el inconsciente colectivo se va convirtiendo en alienación y ganas de autoexilio.
Mi blog no pretende ser político, pero el pensamiento izquierdoso en términos económicos, aunado a la corrupción, burocracia, inseguridad y estabilidad "cero" constituyeron el detonante para decir, me voy de Venezuela; los que no creen en la situación que allí se vive, los entiendo, cualquiera con cinco dedos de frente, pensaría que al mas puro realismo mágico del querido Gabo, es imposible que a estas alturas en un país petrolero con el ingreso per cápita que se gesta, el ciudadano de a pie se convierta en sobreviviente de sus miserias propias y ajenas, mendigando por azúcar, leche en polvo o rogando a Dios porque no te pique un mosquito no vaya a ser que te de Dengue o Chingunguya (porque si, tampoco hay insecticidas o algo tan básico como acetaminofén en la farmacia).
No es mentira que salí de un país que calzaría a la perfección con el Macondo de García Márquez padeciendo las penurias descritas en Ensayo para la Ceguera de Saramago, pero si, todo lo que lean o escuchen de Venezuela en cualquier lugar del mundo, créanlo, por inverosímil que parezca; yo simplemente a estas alturas tengo la sensación embriagante del preso que logró escapar, no se si a un lugar peor, eso ya forma parte de esta nueva historia.
Hace un año se gestó en mi cabeza la idea de divorcio con el país que me vio crecer
¿Motivos? Diferencias irreconciliables...
Y allí con las mariposas en el estómago por la decisión tomada, comencé a pensar en lo que tenía que hacer para salir de allí...