Repasamos lo mejor de octubre y noviembre
Hola a todos y bienvenidos un día más. ¿Qué tal va el puente? Espero que fenomenal.
Mis lectores habituales sabéis que a principios de cada mes repaso los mejores momentos que nos dejó el mes que se ha ido. Llevo seis años con la sección, y os dejo los repasos de octubre de otros años aquí(es el primero, de 2014), aquí, aquí, aquí, aquí y aquí. Me encanta mirarlos y ver que hay cosas que hago siempre y otras que son puntuales. Veo como han cambiado los sitios, y también que otros siguen igual. Os recuerdo que son fotos hechas por mí, en los meses que os digo y no las he editado, tal como vosotros me aconsejásteis(solo cambio tamaño y pongo marca de agua).
Esta vez he añadido septiembre, que el mes pasado no lo hice, así que sin más rollo, empezamos.
Septiembre y octubre son dos meses realmente bonitos. Los días cálidos se mezclan con días de lluvia. Y los paseos por el campo y por el bosque son una delicia. Este año he salido mucho menos, las cosas están difíciles y busco sitios poco concurridos y horas tranquilas.
En septiembre aún apetece cenar en el campo y contemplar en silencio las hermosas puestas de sol.
Y los paseos por lugares tranquilos, con caminos y carreteras que se entrecruzan son un alivio para el alma.
Porque nunca es suficiente campo, nunca me cansa el verde y nunca tengo demasiado aire libre.
A veces buscamos los días lluviosos para compartir paraguas y ver los suelos y los edificios brillantes.
Y otros contemplamos las ondulantes aguas del puerto deportivo.
Y volvemos al campo, a relajarnos y a disfrutar de la vida lenta.
Las ciudades siempre tienen pequeñas sorpresas, dibujos que iluminan una calle triste.
Y las flores siguen adornando los matorrales, diciéndonos que no solo en primavera hay una explosión de colores.
¿Conseguirá la dueña de esos chapines de rubíes llegar a Oz?
¿Y saldrá bien peinada la gaviota de la peluquería? Es lo que tienen las pandemias, que hay que guardar cola en la calle.
También hay un momento para perderse contemplando las largas vías del tren, que no sabemos nunca donde acaban.
O perdemos la mirada en ese globo valiente que cruza el cielo, mientras paseamos sin prisa, felices, con los problemas en el bolsillo más profundo.
Los saltamontes apuran los días, y contemplan a las vacas, imaginándose que son enormes gigantes.
Caminar una mañana y encontrar una joya del pasado siempre hace ilusión. ¡Qué tiempos aquellos en los que pasábamos las horas revolviendo por las estanterías, en busca de alguna historia que nos atrapase! Netflix no resulta tan emocionante.
Hay rincones que aparecen aquí muy a mendo, pero son parte de mi vida. Esos azulejos vieron el bautizo de mi madre, la comunión de mis hijos, tardes con mi abuelo, con amigos...
A veces las cosas malas, contadas de una forma bonita, no parecen tan malas. Con este graffiti apetece usar mascarilla.
Las calles del centro, en un día gris, están más bonitas que nunca.
Y claro, no puede faltar mi tradicional paseo al árbol de frutos rojos. Es una tontería, pero es mi tradición y yo, que soy feliz con poca cosa, pues disfruto.
Me encanta el contraste de edificios antiguos y otros modernos, que en realidad son algo sicodélicos e indescriptibles.
Halloween y Samain asoman por todas partes, aunque no podrá ser lo mismo que otros años.
Y con un precioso arcoiris despedimos estos meses y recibimos noviembre, deseando que sea un buen mes, con salud para todos.
Mil gracias por leerme y nos vemos el miércoles con algún truco.
Muy feliz semana.