Me siento un poco mema, las pistas que me dio mi marido eran falsas, sur-oeste de Madrid dijo, ¡qué inocente soy! En realidad ahora me alegro, no descubrí dónde íbamos a dormir hasta la hora de comer y porque todo empezaba a ser demasiado obvio.
Comenzamos la ruta en Zorita de los Canes (Guadalajara), tomando un té en un restaurante precioso cuyo mirador se asoma al río Tajo, se llama La Abuela Maravillas. Es un sitio donde quiero volver cuando haga buen tiempo, ponen una terraza a orillas del río y puedes tomarte algo con los pies a remojo, ¡planazo! En este pueblo visitamos el Parque Arqueológico de Recópolis, un recorrido por la época visigoda, musulmana y cristiana, todo en plena naturaleza, totalmente recomendable.
De allí nos fuimos a Pastrana, a comer en El cenador de Las Monjas, ubicado en las dependencias del convento de San José del S.XVI, fundado por Santa Teresa y la Princesa de Éboli. Fue ahí donde hilé “Princesa de Éboli” con la “Casona de Éboli”, un hotel rural que se encuentra a 40 minutos de allí y que casualmente es de unos amigos. Increíble el restaurante, el trato exquisito, la comida excepcional (todo productos de primera calidad y de su propia huerta), eso sí dos recomendaciones, la primera que no vayáis sin reserva (suele estar lleno) y la segunda, que no pidáis más de la cuenta ponen un montón de aperitivos antes.
No nos podíamos ir de Pastrana sin pasear por sus calles (nos vino bien para bajar tanta comida) y sin hacer una visita a la Iglesia Colegiata y al Palacio Ducal, donde nos explicaron la historia de la Princesa de Éboli.
De allí nos fuimos al hotel rural, la Casona de Éboli en Santorcaz. Aunque ya había descubierto la sorpresa me hizo especial ilusión, llevábamos tres años intentando ir y nunca surgía el momento. Rodrigo y Noelia, sus propietarios y amigos de mi marido desde hace años, tenían otro hotel rural (un preciso molino) al que en su día dediqué un post, pero decidieron cambiar de ubicación. Aquel molino, a pesar de estar en un paraje envidiable, no tenía nada a su alrededor, así que buscaron otro emplazamiento con mejores servicios para que sus clientes tuvieran distintas opciones de ocio.
Si hubiera sabido que íbamos a verles, me habría llevado la cámara buena (quizás tampoco tendría unas fotos maravillosas, pero serían mejores que las del móvil, menuda “patata”, siempre igual). Al final del post, tenéis un vídeo donde veréis la casa como merece. Deciros que aunque el hotel actual es un concepto distinto al molino que regentaron con anterioridad, los muebles siguen siendo los mismos, un fantástico chéster protagonista del salón, piezas heredadas, otras compradas en Europa, alguna de Leticia (Vintage&Chic)…. un mix que hace de este hotel rural un lugar especial, donde uno se siente como en casa.
Doy las gracias a Rodrigo y Noelia, nos trataron fenomenal (no porque seamos amigos, doy fe que tratan así de bien a todos sus clientes), me encantó volver a verles y tomar con ellos una/s cerveza/s :-) Espero que no pasen otros tres años para volver, al fin y al cabo Santoncaz está a poco más de media hora de Madrid. ¡Gracias pareja!
Zorita de los Canes
El mirador del restaurante la Abuela Maravillas (imagen de su web)
Pastrana
¿No os parece chulísima la copa de cerveza?
El Palacio Ducal y la Princesa de Éboli bajo estas líneas
La Casona de Éboli (Santorcaz)
El espejo de sol es de Leticia (VIntage&Chic) al igual que la lámpara de pie y el candelabro de la imagen inferior
Rodrigo y mi marido, “Dios los cría y ellos se juntan”. Delante el precioso chéster
Ese cuadro daba un poco de “miedito” (y mi cara en un intento de imitarlo, también)
Os pido que veáis este breve vídeo de la Casona de Éboli (http://www.youtube.com/watch?v=kGK-7ODML8I) mis fotos son tan penosas que no demuestran la realidad de este preciso hotel rural.
Fotos @decofeelings. Imagen portada: La Casona de Éboli
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