En la entrada de la semana pasada ya os hablaba de la secuela que se avecinaba de “Independence Day“, que llevaría la coletilla de “Contraataque“. En la original de 1996, junto con muchos defectos, teníamos patriotismo, destrucciones cataclísmicas y una buena banda sonora. ¿Cuánto de todo eso queda en la segunda parte? Absolutamente nada.
Voy a ir al grano: creo que “Independence Day Contraataque” es uno de los mayores fiascos que he visto en muchos años. Así, directamente. Resumiendo mis impresiones de la película en tres palabras, la película es…
Un completo aburrimiento.
Sin hacer ningún spoiler (si es que es posible que a alguien no se le ocurra qué puede ocurrir al final de la película), os diré que la trama consiste en el regreso de los alienígenas veinte años después para tomarse la revancha y -de una vez por todas- acabar con nuestra civilización.
Lo que más esperaba de esta secuela eran tres cosas: en primer lugar, ver una buena película de catástrofes, en la que asistiéramos a la destrucción total de ciudades y edificios conocidos con momentos de pánico entre la población; en segundo lugar, alguna escena “de barras y estrellas”, del estilo al discurso del presidente que veíamos la semana pasada y que -asumiendo ese gusto por sentirse el centro del mundo por parte de los Estados Unidos- se nos pusiera la piel de gallina mientras, en tercer lugar, escucháramos un buen tema de fanfarria como el que compuso David Arnold en la cinta original. La conjunción de los tres puntos tendría que dar un resultado de, como mínimo, un moderado entretenimiento.
Pero no: ni patriotismo, ni temazo musical, ni entretenimiento. “Independence Day Contraataque” tarda más de media hora en centrarse en el argumento, deteniéndose inexplicablemente en la central de armamento que la humanidad tiene en la superficie lunar, para ir presentando multitud de personajes completamente planos (muchos de ellos aparecían en la cinta original), con diálogos que no me atrevería a reproducir y situaciones que incluso para una película de ciencia-ficción de este estilo resultaban inverosímiles. Todo ello convirtió los 120 minutos de duración en un aburrimiento total.
Ni siquiera las escenas de destrucción están a la altura.
¿Os acordáis de esa amenaza que veíamos en la película original de la sombra de la nave nodriza avanzando sobre ciudades y edificios emblemáticos? Funcionaba, conseguía meternos la intranquilidad en el cuerpo. Quizá se pensó que no era necesaria verla de nuevo en “Independence Day Contraataque” y que aquí había que ir a por todas, viendo cómo Londres era reducida a cenizas. Bajo mi punto de vista no han acertado con el planteamiento: se ve destrucción, pero ni sorprende, ni sobrecoge. Es más bien una exageración, un abuso que no transmite absolutamente nada.
El comienzo de los títulos de crédito finales, en los que se escucha completo el tema musical que hizo popular a la película de hace veinte años. Escuchándolo me acordaba de lo que disfruté con aquella cinta, con ese argumento simple y esas interpretaciones básicas, pero que simplemente nos encantó. Ya es triste que lo que más me guste de una película sea la banda sonora de otra…
No sé cuánto ha podido costar hacer “Independence Day Contraataque” (se habla de más de 165 millones de dólares, una auténtica locura), pero aunque podamos ver cada céntimo gastado en efectos digitales, da la sensación de que ese envoltorio de disparos y rayos láser es lo que ha primado sobre algo tan primordial como un argumento mínimamente ameno.
Sinceramente, para hacer segundas partes así, creo que es muchísimo mejor no hacerlas y quedarnos con el recuerdo de la original.
“Independence Day Contraataque“
(“Independence Day: Resurgence“, Roland Emmerich, 2016)
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La entrada es un contenido original del blog Descartes no fue al cine
