El Bosco fue uno de los máximos exponentes de la pintura flamenca, durante los siglos XV y XVI. Sus pinturas a menudo tratan temas religiosos, pero de una manera especial: las obras de El Bosco son apocalípticas y satíricas, representando el Infierno y sus habitantes, y el destino que le espera a la humanidad por recrearse en los pecados y placeres.
La pintura de El Bosco usualmente es caricaturesca, mostrando las bajezas del ser humano, y representando a los mártires y santos como seres impotentes, tristes y patéticos, que automáticamente resultan simpáticos a los ojos del espectador. Son hombres, ni más ni menos, que no pueden impedir con su ejemplo que el resto de seres humanos pequen y vayan al Infierno en consecuencia.
Es precisamente el Infierno uno de los temas centrales de El Bosco. Siempre lo representa habitado por una vorágine de seres monstruosos, antropomórficos y despiadados, que causan atroces torturas a los condenados. El Infierno de El Bosco, está formado por ríos de fuego, y de construcciones bizarras sin sentido, que representan distintos pecados capitales.
Muchos cuadros son obsesivos y repletos de detalles, que impactan y causan extrañas sensaciones a los que tratan de apreciarlos. Contienen demasiada información, que tratamos de abarcar como un todo, intentando al mismo tiempo tratar de ver cada detalle individual, saturando nuestro cerebro con las imágenes.
Por esto, y por su peculiar estilo, El Bosco es recordado como uno de los grandes genios de la pintura. Entre sus obras más famosas destacan: el Jardín de las Delicias, el Carro de Heno, la Extracción de la Piedra de la Locura y la Mesa de los Pecados Capitales.