Yo no voy a entrar a valorar las circunstancias de la muerte de Calafat, ya que ni soy un experto en este tema, ni tampoco estaba allí para ver lo que sucedía. El caso es que Juanito Oiarzabal, que estaba al frente de la expedición, ha arremetido contra los sherpas de la koreana Oh Eun-Sun (la primera mujer en coronar todos los ochomiles del planeta) por no querer subir a por Tolo, que estaba a unos 500 metros del campo cuatro. Oiarzabal incluso les ofreció 6.000 € por ir a rescatar al montañero español, pero los sherpas se negaron. Unos dicen que por el peligro que entrañaba el rescate, otros porque tenían una prima económica por conseguir el ascenco con la koreana en un tiempo determinado. Quién sabe.
Edurne Pasabán haciendo cumbre en el Annapurna (Abril 2010)
El caso es que la mayoría de la gente no es consciente de lo que ocurre cuando estás a más de 8.000 metros de altura. Yo intentaré darte unos esbozos para que entiendas qué pasa cuando te atreves a pisar uno de los 'techos' del planeta. En primer lugar, debes saber que un pico como el Annapurna, situado en la Cordillera del Himalaya en Nepal, alcanza los 8.091 m de altura. Un avión comercial de pasajeros viaja normalmente entre 10.000 metros y 12.000 metros de altitud, así que ya puedes hacerte una idea de las dimensiones de estos colosos de piedra.
Campo Base del Annapurna
El principal problema al que tiene que enfrentarse un montañero profesional es, sin duda alguna, el mal de altura. Y no es necesario hacer un ochomil para sentirlo en tus propias carnes: cualquier cumbre situada a 2.500 metros o más ya te hará sentir la falta de oxígeno. La hipoxia, su nombre científico, se produce cuando nustro cuerpo consume más oxígeno del que entra por las vías respiratorias. Esto provoca que nuestro cuerpo empiece a dedicar el oxígeno disponible a 'mover' los órganos más vitales (corazón, pulmones, etc...) y por lo tanto comienzan los dolores de cabeza, de estómago, nos desorientamos...
Cara norte del Annapurna
A 5.000 metros de altura la cantidad de oxígeno que hay en el aire se reduce a la mitad, y a partir de los 8.000 metros hay menos de la tercera parte. La hipoxia produce una sensación parecida a la de una gripe común, nos faltan las fuerzas, no pensamos con claridad, y cualquier movimiento nos supone un esfuerzo extra. Muchos son los montañeros que han tenido que darse la vuelta en plena ascensión por no poder soportar este mal de altura, que llevado al extremo, puede producir un edema cerebral o pulmonar con riesgo severo de muerte.
Esta es la razón por la que la mayor parte de las expediciones cuentan con equipos de oxígeno portátiles que les permiten respirar a medida que van avanzando. Ir sin estos equipos supone poner en peligro tu vida a cambio del reconocimiento de haber ascendido un ochomil sin oxígeno. Aquí cada uno ya valora su vida como quiere, eso está claro.
Pues bien, ahora que ya sabes en qué consiste el mal de altura, puedes hacerte una idea de lo complicado que puede ser moverse a 8.000 metros de altura. Un montañista profesional, bien experimentado, tiene que dar entre tres y cinco bocanadas de aire para dar un paso, por eso no es de extrañar que un equipo pueda tardar varias horas en recorrer un centenar de metros.
Oh Eun-Sun subiendo al Annapurna
Volviendo al Annapurna, y tal y como te comentaba unas líneas más arriba, muchos lo consideran como la montaña más peligrosa del mundo. A pesar de no ser la más alta (el Everest alcanza los 8.848 m) su particular posición geográfica la convierten en un verdadero desafío. El acceso a la cima por la ruta convencional está expuesto a los vientos procedentes del Atlántico, que pueden hacer descender la temperatura de forma vertiginosa hata los -100º en cuestión de minutos. La única forma de escaparar de este viento es subir por la cara norte, pero aquí el riesgo de avalanchas es mucho más elevado.
Además, el Annapurna cuenta con una gran número de paredes verticales a gran altura que complican mucho el ascenso. No es de extrañar que Juanito Oiarzabal, una eminencia del montañismo, lo dejase para el final en su carrera por subir a todos los ochomiles del mundo. Él mismo era consciente de su complejidad.
Oiarzábal y su expedición en su primera coronación del Annapurna
A día de hoy, el Annapurna ya se ha cobrado la vida de 56 alpinitas. Sólo 137 han logrado la gesta de alcanza la cumbre, lo que deja un dato escalofriante: cuatro de cada diez personas que intentan subirla, no regresa con vida.
Con todo esto que te he contado, puedes imaginarte lo complicado (por no decir imposible) que puede ser un rescate a gran altura. Si mover nuestro propio cuerpo ya supone un esfuerzo sobrehumano, arrastrar a otra persona, incluso con la ayuda de otra, es prácticamente inviable.
Te dejo un vídeo de Edurne Pasabán grabado en el campo base del Annapurna (4.200 m) en uno de los cuatro intentos fallidos que hizo por lograr la cima.