Crítica Warcraft: El origen
Empecemos por el final. ‘Warcraft: El origen’ es un desastre. De los grandes. Y no parece tanto culpa de sus responsables directos, entendiendo que nos referimos al director y guionista, sino a los que toman la última decisión, los que agarran las tijeras y ejecutan sin piedad ni compasión. En ninguno de los casos parece esconderse una gran película detrás pero, de haberse respetado la visión de aquellos destinados a controlar a la bestia, se podrían haber minimizado los golpes y el fracaso, porque de eso estamos hablando, habría sido menos evidente. Partiendo de uno de los juegos más exitosos de las últimas décadas, Duncan Jones, responsable de dos trabajos notables como son ‘Moon’ y ‘Código Fuente’, se pone al frente de una adaptación que pasa de un inicio titubeante a un desarrollo anodino, repleto de tópicos y lugares que hemos visto mil veces antes y, casi siempre, con mejores resultados.
Sin embargo, lo peor está por llegar y las esperanzas de que todo resucite en un clímax final que nos haga olvidar lo visto con anterioridad se difuminan a base de errores. Porque para recordar un clímax final tan absurdo, caótico y confuso como el de ‘Warcraft: El origen’, hay que hacer un esfuerzo importante que nos llevaría, probablemente, a la segunda parte de los ‘Transformers’ de Michael Bay. Al menos en aquella existía algo de sentido del humor absurdo, de surrealismo estúpido sin prejuicios, algo que aquí brilla por su ausencia. Todo está tratado con una solemnidad ridícula que cuesta creer, unos diálogos perdidos en la nada más absoluta, una fachada visual que ni siquiera es lo suficientemente potente como para justificar su desolador contenido. Y su reparto, lejos de ayudar, hace hincapié en el naufragio. Incomprensible que Travis Fimmel, alguien sin la más mínima presencia y con nulas capacidades interpretativas, lidere una propuesta de semejantes dimensiones.
Una zancadilla más a un blockbuster fallido, empeñado en esconder sus pocas virtudes, esencialmente resumidas en el personaje de Durotan, incapaz de mantener el interés o despertar alguna emoción más allá de la indiferencia. A falta de ver el montaje del director, el cual ha sido descuartizado de manera más que evidente, ‘Warcraft: El origen’ supone una decepción mayúscula, un reino que nace vencido y al que no le quedan fuerzas para levantarse. Un primer paso que disipa la ilusión de cara a una continuación que debería mejorar en todos sus frentes para alcanzar el aprobado. Orcos y humanos, en su primera convocatoria, ni lo rozan.
Redacción: Alberto Frutos
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