Llega la crítica/reseña sin spoilers de ¡Game over, tío! de Netflix, así que, usando jerga de videojugadores, ¡Game on!
¡Game over, tío! – Que comience el juego
La trama, para empezar, ni tan siquiera va de videojuegos, hay que dejarlo claro. Luego, tira con el mismo argumento que aquella inteligente y fresca La jungla de cristal, usando un humor estúpido, gamberro y barato que apenas llega a sacar carcajadas a menos que sean forzadas. A ello se le suma el desarrollo de la historia: es plano. Todas las situaciones son llegadas a manos de otras situaciones bastante forzadas y casi por obligación, sin llegar a tener mucho sentido. No obstante, a veces su humor irreverente va acompañado de escenas altamente vergonzosas y realmente bochornosas, llegando al punto el cual puede llegar a ser incluso obsceno. Ah, y no olvidemos que es de las películas más predecibles y realmente poco disfrutables de ésta década.
A parte, lo curioso que puede llegar a ser la cinta es que no se corta ni un pelo con ninguna de sus situaciones: va al grano con una trama sosa carente de mucho sentido, donde el guión avanza torpemente a una aventura fuera de tono y fuera de… bueno, absolutamente todo, para que engañarnos.
Personajes en su fin de partida
Con los personajes, nos encontramos a un trío de actores protagonistas que más bien hacer las cosas correctamente las hacen de manera incoherente, afectando así al guión, que si ya avanza torpemente, gracias a este trío sin la más mínima química posible, avanza todavía de forma absurda y surrealista. Otra cosa que no hay que obviar es que son planos y, aunque comparten un objetivo, les es imposible acceder a él, ni tan siquiera poner en marcha la manera de llevarlo a cabo. El villano, génerico y esquemático, te ves venir sus intenciones y su manera de ser desde el principio, aguando el factor sorpresa de manera abrupta y horrible.
Y los eternos secundarios, aquellos que están pero prácticamente no vemos y de la misma manera que les vemos de la misma manera les olvidamos. Un caos en toda regla.
Kyle Newacheck dirige esta tonta producción carente de vida e ilusión que quería tener, pero casi que va a ser que no. Al igual que sus efectos especiales, cargantes y sobreusados. Vamos, que es todo un señor lío.
Game Over para vosotros chicos.
¡Game over, tío! es mala, de principio a fin: no hay nada salvable, tres chistes malos que te sacan una risa porque son inesperados, efectos cargantes y el peor trío dinámico de comedia sin química. Este film hace honor a su título: fin de partida, y es por ello por lo que esta película debería haberse quedado tal y como está, una idea basura que nunca debió ser concebida.
“¿Cómo he podido seguir a un pringado como tú durante años?“
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