Una de las mejores facetas de nuestra vida como mujeres, es la de ser madres. Esta linda y grata experiencia, muchas veces viene acompañada de una gran responsabilidad, ya que en nuestras manos se encuentra un nuevo ser, quien dependerá de nosotros en la mayoría de su vida y habrá que prepararlo para hacer frente a cualquier situación que se le presente. Este hecho esta ligado a la educación y a los valores que se le inculquen al niño, esto pasará a ser parte importante de su base de principios y valores con los que le se conducirá por el resto de su vida, pero hay etapas muy difíciles en el camino que habrá que resolverlas con madurez y con la mayor sabiduría y serenidad posibles.
Empecemos a brindarle a nuestro hijo, desde que es bebe, la seguridad, la autoestima y la autonomía que necesita en su etapa, esto implica crear ciertas conductas en el para llevarlo desde pequeño a tener las bases para ser en un futuro, un hombre o mujer de bien.
Cuando nuestro bebé llora, y nosotros actuamos de manera inmediata a atenderlo, el sabrá el control que tiene de nosotros, lo que su voluntad se hará mayor y por ende, mas demandante. Lo mejor en estos casos es permitirle al bebé un momento de llanto, para que le niño no relacione el llanto con la atención de sus padres, desde ahí, estamos iniciando al pequeño a no relacionar el llanto con la atención inmediata, que más adelante, cuando esta en edad preescolar, estos comportamientos pueden convertirse en los llamados “berrinches”, que muchas veces son, muy difíciles de controlar. Desde este comportamiento para con nuestros hijos, empezaremos a relacionarnos de manera efectiva y coherente con ellos.
Es importante que cuando los niños lloren, evitemos las muestras excesivas de cariño, puesto que también lo relacionarían con el llanto, pidiendo de manera errónea a través del mismo.
En la etapa donde los niños comienzan a caminar, podemos establecer mayor relación con los hijos, y aplicar disciplina de manera que no recurramos a castigos físicos, ya que esto podría desencadenar una ira reprimida en el niño, que en algún momento, saldrá. Lo mejor es, educar con cariño y serenidad, procurando evitar a toda costa los eventos de castigo físico, y si fuese necesario, aplicarlo de manera que no utilicemos la mano cerrada, sino abierta y de manera firme pero sin demostrar enojo, pero si puedes evitar esos castigos, mejor.
Si encaminamos a nuestros hijos desde pequeños a valorarse y valorar a la familia, podremos hacer personas de bien, y podremos llevar mejor la etapa más difícil para nosotros como padres y para nuestros hijos, que es la adolescencia. La adolescencia es la etapa que se da después de la infancia y antes de la adultez, en este periodo, existen cambios muy significativos en los ámbitos fisiológicos, psicológicos, sexuales y sociales que dan lugar a muchos conflictos en la familia. La mejor manera de atender a esta etapa, es acercarnos más a nuestro hijo, tratar de comprenderlo y hablar mucho, para que el sienta la mayor confianza posible con sus padres y de ese modo, no sea presa fácil para los que buscan a muchachos de esta etapa, para inducirlos a las drogas, al crimen, o a la prostitución. Lo importante es siempre darle su espacio, respetando su privacidad, pero sin dejar de conocer cuales son sus amigos; tener contacto con ellos, saber a donde salen, con quien y establecer horarios que le permitan divertirse por unos momentos pero siempre cuidando que la libertad que le demos a ellos, no se convierta en libertinaje. Pero lo más importante para llevar una buena relación con nuestros hijos en cualquier etapa de su vida, es educarlos con el ejemplo y con el cariño que merecen; elogiando y aplaudiendo sus logros, e indicándoles sus errores y ayudándolos a corregirlos en todo momento, para, así, tener una buena comunicación y relación con nuestros hijos.