CATEDRAL DE BURGOS (II): CAPILLAS (I)

La catedral consta de planta de cruz latina. Tiene tres naves con girola, más alta y ancha la central que las laterales. A su vez, las tres naves están divididas en seis tramos. En el presbiterio se añaden tres tramos más. El brazo del crucero, muy saliente en planta, tiene una sola nave. El alzado responde a la característica secuencia gótica de arcos de separación, triforio y claristorio (ventanales).

Finalmente el edificio está cubierto con bóvedas de crucería simple cuatripartitas, con nervio longitudinal de ligazón o espinazo en la nave central y en el transepto. Tan solo el tramo próximo al crucero presenta bóvedas más complejas, estrelladas con nervios combados. Se corresponden con las reformas del siglo XVI.

La altura máxima de la Catedral la encontramos en la fachada de Santa María. Desde la Plaza del Rey San Fernando hasta las agujas que rematan las dos torres hay unos 88 metros de altura.

El material utilizado para la construcción es piedra caliza extraída, en su mayor parte, de las canteras de la cercana localidad burgalesa de Hontoria de la Cantera.

ARQUITECTURA INTERIOR Y CAPILLAS

El templo, si se excluyen las capillas laterales y las diversas dependencias anejas levantadas en etapas arquitectónicas posteriores, presenta planta de cruz latina, la superficie total incluyendo las capillas y claustros, ronda los 12.000 m2. Las dimensiones del templo son 84 por 59 metros, que forman tres naves, siendo la central más ancha (11.30 metros) elevada (25.20 metros) y estando las laterales fusionadas en la cabecera mediante una girola o deambulatorio, y, cortándolas perpendicularmente, un trasepto de una nave orientado en el eje norte-sur. El eje longitudinal de las naves del eje este-oeste se compartimenta en nueve tramos, tres de los cuales corresponden a la profunda Capilla Mayor, más el crucero y la cabecera pentagonal; el transepto o nave transversal consta de seis tramos, tres a cada lado y de la misma altura que la nave central.

Los alzados consisten en pilares octogonales, de núcleo cilíndrico y columnillas adosadas, salvo los que sostienen los arcos torales en el crucero, que son solo cilíndricos y de mucho mayor grosor. Las cubiertas se solucionan con bóvedas de crucería con nervio espinazo, simple en la mayoría de los tramos y compuesta con terceletes y combados en algunos tramos, como sucede en el transepto. Las bóvedas de los tramos de la girola son de cinco o seis radios, y las de los tramos de la nave central son barlongas, es decir, acusadamente rectangulares.

Es característico el elegante triforio que recorre toda la parte alta de los muros de la nave central y del transepto, inmediatamente por debajo de los vitrales. Cada arcada, de arco de medio punto festoneado con cabezas humanas, presenta un elaborado intradós consistente en siete vanos, trifolios y cuadrifolios, arquería apuntada y trilobulada separada por seis maineles y un antepecho a modo de balaustrada calada con motivo flamígero. Los tramos del triforio próximos al crucero tienen decoración flamígera más movida; fue el resultado de una modificación de finales del siglo xv llevada a cabo quizás por Juan de Colonia, momento en que se realizaron también los antepechos por iniciativa del obispo Acuña, cuyas armas se ostentan en varios puntos. Este modelo de alzado, de pilares, triforio y vitrales, parece inspirado en el de la catedral de Bourges.

En la parte superior de los muros se abren las amplias ventanas con vidriera partida en doble ojiva y rosetón superior. Tres son los rosetones: el de la fachada de Santa María y los que presiden los testeros del transepto.

En la actualidad, las visitas turísticas acceden a la Catedral por la Puerta del Sarmental. Al lado del mostrador donde se venden las entradas aparece un gran boceto, son solo líneas negras, de un cristo.



Nada más entrar a la derecha noe encontramos con la puerta del paraiso o puerta negra que da acceso al claustro.

PUERTA DEL PARAÍSO O PUERTA NEGRA

A todo el conjunto se le denomina la puerta del paraíso o puerta negra, aunque, cuando la puerta conservaba su policromía, era denominada Puerta Dorada. Estas denominaciones hacen alusión al significado del claustro como Paraíso perdido por el hombre y recuperado por la muerte y Resurrección de Cristo; la ciudad santa de la Nueva Jerusalén tenía las puertas cerradas y Cristo las franqueó con su Ascensión a los cielos.

Históricamente esta puerta se concluyó hacia 1270. La estructura y las imágenes reflejan el estilo del segundo periodo del gótico radiante de París y Reims y es atribuida al Maestro Enrique, constructor del claustro. La escultura es comparable a la de la portada del Sarmental. Las puertas son realizadas hacia 1495 por Gil de Siloé, que recibe el encargo del Obispo D. Luis de Acuña. A pesar de los 225 años de separación entre portada y puertas, el programa iconográfico es complementario. En la jamba derecha de la portada vemos representados al rey David y al profeta Isaías, que anuncian la venida de Cristo, Salvador del mundo. En la jamba de la izquierda contemplamos el anuncio del Ángel a María para que acepte ser la entrada del Salvador. En el tímpano se representa el Bautismo de Jesús, que lleva a cabo Juan el Bautista, y supone la proclamación y entrada de Jesús en su pueblo. El Padre dice: Este es mi Hijo, y desciende sobre Él el Espíritu-Santo.

En las arquivoltas se hallan catorce estatuillas que representan patriarcas, profetas y reyes de Israel, que anuncian o hacen relación a la genealogía humana de Cristo. Las puertas completan el programa de las entradas de Jesús: En la de la izquierda se contempla la entrada de Jesús en Jerusalén, que se halla montado sobre un pollino y está rodeado de los apóstoles y otros personajes que tienden sus mantos por donde va a pasar Jesús. En la de la derecha aparece Cristo resucitado, tendiendo la mano a Adán y Eva, que salen del Limbo, representado este en un gran dragón que arroja por su boca a los justos que vivieron antes de Cristo. En el mainel simulado se halla la imagen de la Virgen con el Niño y otros santos, evangelistas, apóstoles e intercesores; finalmente en la parte baja se abren dos portezuelas con los altorrelieves de San Pedro y San Pablo y la Virgen; son las entradas para recuperar el Paraíso, la Jerusalén celeste.







CAPILLA DE LA VISITACIÓN

Frente a la puerta del claustro alto, en el muro occidental del brazo del crucero se abre el arco de acceso a la capilla de la Visitación, cerrado con reja gótica de finales del siglo XV. La capilla de dos tramos, cubierto el primero con bóveda de crucería estrellada de cuatro puntas, fue realizada, entre los años 1440 y 1442, por Juan de Colonia, por encargo del obispo Alonso de Cartagena, hijo de su predecesor Pablo de Santa María. El sepulcro gótico del obispo se halla en el centro de la estancia, con túmulo de piedra, realizado probablemente por Juan de Colonia, y estatua yacente de alabastro, tallada probablemente por Gil de Siloé con primorosa ornamentación del gótico florido que se manifiesta claramente en las vestiduras y que recuerda la de las tumbas del rey Juan II y de su esposa en la cartuja de Miraflores. En el suelo, junto a la verja de acceso está sepultado el humanista conquense Juan Maldonado, capellán de esta catedral fallecido en 1554; también en el suelo están enterrados el arquitecto alemán Juan de Colonia, fallecido en 1481, y su esposa María Fernández; en los muros laterales hay arcosolios góticos, con los sepulcros de familiares del prelado, y cuelgan algunos lienzos, entre ellos, uno de Carlos Luis Ribera, del año 1890, que representa a los Reyes Católicos ante Granada, antes de la conquista, y en el que los personajes manifiestan una gran expresividad que es visible también en sus manos; preside el testero un buen retablo barroco clasicista que, en 1653, sustituyó a otro gótico y que contiene pinturas inspiradas en el renacimiento italiano y referidas a San Juan Evangelista y a la vida de la Virgen, ocupando la calle central, una que representa la Visitación y otra en la que aparecen la Virgen y el Niño.





CAPILLA DE SAN ENRIQUE

A continuación de la puerta del claustro, se halla el acceso a la capilla de San Enrique, o del Ecce Homo, adosada y paralela a los dos primeros tramos del brazo sur de la girola y que es el resultado de una reforma realizada por los maestros Juan de la Sierra Bocerraiz y Bernabé de Hazas, en 1674, a instancias del arzobispo Enrique Peralta y Cárdenas, y que convirtió en una sola capilla las antiguas capillas de Santo Tomás de Canterbury, o del Ecce Homo, y de la Magdalena y San Andrés. La estancia se cubre con dos cúpulas semiesféricas y contiene, en el testero, un retablo barroco con la talla de San Enrique emperador germánico del siglo XI, santo patrono del prelado mecenas, y presidido por una hermosa talla del Ecce Homo, obra anónima realizada en Amberes hacia el año 1500; esta imagen ya se hallaba en la capilla antes de la reforma y era muy venerada por los burgaleses, sobre todo en tiempos de grandes calamidades. También se hallan en esta capilla otro retablo barroco, conteniendo las tallas de San Andrés y Santa María Magdalena; el sepulcro del arzobispo Enrique Peralta, con estatua orante de bronce; los sepulcros de los canónigos Juan García de Medina de Pomar, de mediados del siglo xv, y Juan Fernández de Abaunza, de mediados del XVI; dos lápidas funerarias, correspondientes a sendos obispos de Oca, y un órgano “positivo” exento, del siglo XVIII.



Pasillo derecho:











CAPILLA DE SAN JUAN DE SAHAGÚN, CAPILLA DE SANTA CATALINA

Se encuentra en la galería oriental del claustro levantada en 1316 por el obispo Gonzalo de Hinojosa y que fue sala capitular hasta el año 1586. Recibe este nombre desde 1765, cuando se dedicó al santo agustino que había sido canónigo de la catedral burgalesa. Anteriormente, el espacio recibió las denominaciones de Capilla Santa Catalina y Capilla de los Rojas, en recuerdo de la familia fundadora, cuyos escudos decoran las dos bóvedas de la cubierta, una de crucería sencilla y la otra de crucería compuesta con terceletes.

El retablo, de estilo rococó y dorado, fue realizado en 1765 por Fernando González de Lara siguiendo trazas de José Cortés. En la parte central del mismo se colocó la imagen del santo titular de la capilla, obra de Juan Pascual de Mena (1770), y en el ático, el relieve de la Visión de San Pedro en Jaffa, de Manuel Romero Puelles. Durante mucho tiempo esta capilla albergó un confesonario neogótico que fue utilizado por el canónigo penitenciario para las confesiones a los fieles. Desde aquí parte también una estrecha escalera de caracol que sube hasta el triforio.

Su portada ojival tiene en su tímpano un relieve policromado que representa el Descendimiento y, en el dintel y las jambas, decoración de castillos y leones; se cubre con bóveda estrellada de ocho puntas cuyos nervios parten de pilares fasciculados rematados en encapitelados policromados en los que se representan escenas de caza y cortesanas; el pavimento y la cajonería son ya obra barroca, del primer tercio del siglo XVIII y del monje benedictino fray Pedro Martínez, a instancias del arzobispo Manuel de Navarrete; los muros están casi completamente cubiertos con los retratos de los obispos y arzobispos de Burgos, desde la época en la que la sede estuvo en Oca hasta nuestros días, siendo la mayor parte de estos retratos “inventados”, hasta 112, obra del vizcaíno Nicolás Antonio de la Cuadra, pintados entre los años 1712 y 1714 por encargo del obispo Navarrete y para sustituir con ellos una serie anterior en la que habían colaborado Diego de Leiva y Mateo Cerezo el Viejo. Algunos de los retratos posteriores a esas fechas son también obra de pintores de cierto prestigio, Carlos Luis Ribera; se exponen en esta capilla algunas tallas de valor, como la gótica de la Virgen de Oca, que en el siglo XIV sustituyó a la imagen titular de la primitiva diócesis, y algunos de los documentos y códices más valiosos del Archivo, como el documento fundacional del Infantado de Covarrubias, la carta de arras del Cid y la Biblia de Cardeña.

CAPILLA DE LAS RELIQUIAS

Tiene su acceso por la Capilla de San Juan de Sahagún y ocupa el quinto tramo de planta en el lado de la Epístola. Fue diseñada por el arquitecto carmelita fray José de San Juan de la Cruz y construida entre los años 1761 y 1763 por Fernando González de Lara en estilo rococó, con yeserías de San Juan de Sahagún, San Telmo, San Julián, San Indalecio, Virtudes y Alegorías. Los tres retablos-relicarios de su interior, diseñados también por fray José, albergan, en bustos , arquetas y tecas, la colección de reliquias de la catedral, correspondientes a santos y santas anteriores al siglo XVIIIi, y sustituyen al viejo armario-relicario pintado por Alonso de Sedano y el Maestro de los Balbases, que actualmente se exhibe en el Museo Catedralicio. Esta pequeña pero abigarrada capilla contuvo también dos bellas tallas góticas, la Virgen de la Oca, del siglo XIII, y la Virgen del Milagro, del siglo XIV, hoy expuestas ambas en la capilla-museo claustral de Santa Catalina.













CAPILLA DE LA PRESENTACIÓN O DE SAN JOSÉ

La Capilla de la Presentación de la Virgen en el Templo también se denomina de San José por la preciosa imagen del patrono de la Iglesia universal, colocada a los pies del retablo, obra de Juan Pascual de Mena, o de la familia Lerma Polanco.

La capilla la manda erigir D. Gonzalo Díez de Lerma, encargando las obras al maestro Juan de Matienzo, que las realizó entre 1521 y 1524, para que le sirviera de capilla funeraria así como a la de su hermano Alonso de Lerma Polanco y su sobrino Juan de Lerma Polanco, uno de los patronos de la capilla.

La arquitectura, de estilo tardogótico, se debe a Juan de Matienzo, quien se inspiró en la Capilla del Condestable para levantar una planta central con bóveda estrellada calada.
Destacamos tres elementos muy importantes. En primer lugar, la bellísima bóveda estrellada en cuyo centro se abre una rosa calada por la que penetra la luz cenital, construcción inspirada en la de la capilla de los Condestables, que luego contemplaremos.

En segundo lugar, el sepulcro de alabastro del fundador Gonzalo de Lerma, cuyo bulto fúnebre fue esculpido por Felipe de Vigarny siguiendo el modelo del sepulcro de D. Luis de Acuña, obra de Diego de Siloé. El túmulo se halla en el centro de esta capilla y sobresale por la estatua yacente colocada sobre cama sepulcral, enriquecida con tondos de virtudes y santos en los laterales y escudos en su cabecera y pies.

Por último, destacamos la joya pictórica de la Sagrada Familia, pintura italiana sobre tabla del Renacimiento, obra de Sebastiano Luciani, Il Piombo, pintor que se hallaba al servicio del Papa juntamente con Miguel Ángel y Rafael. Esta obra fue traída por el propio D. Gonzalo Diez de Lerma desde Roma hacia el año 1524 y está considerada como la obra más destacada del autor.

Es una de las mejores obras que hay en España de la pintura del primer Cinquecento italiano. Une la estética de la escuela romana con esas figuras sumamente corpulentas de la Virgen con el niño, con la escuela veneciana, de donde era el autor, en el paisaje que se desarrolla como telón de fondo.

Tiene una reja renacentista de Cristóbal de Andino separa el espacio de la nave.

Enterramientos en esta Capilla

Son también muy interesantes en esta capilla los arcosolios de enterramiento: en el de la derecha se halla una buena talla de Cristo yacente, del taller de Diego de Siloé; en el de la izquierda una preciosa imagen de la Virgen con el Niño, tallada en piedra y bellamente policromada, obra del siglo XV. Frente a ella encontramos el sepulcro del primer capellán de la capilla, el canónigo y protonotario D. Sebastián de Bilbao, con hermosa estatua yacente de alabastro, al estilo de la del fundador; detrás de ella encontramos un precioso retablo pétreo de Juan de Vallejo, en el que sobresale el relieve central de la Piedad.



































INTERIOR PUERTA DE SANTA MARIA Y EL PAPAMOSCAS.

Se encuentra en la fachada principal en el interior de la puerta de Santa María a unos 15 metros de altura sobre el triforio, en lo alto del primer ventanal justo a la derecha del rosetón en la pared contigua, asoma el personaje más curioso y popular de este templo: se trata de un autómata del siglo XVIII que recibe el nombre de Papamoscas. Es un reloj con una figura articulada que, todas las horas en punto, mueve un brazo con el que da un campanazo y abre al tiempo la boca, figurando que caza moscas. Tiene una partitura en su mano derecha Es del siglo XVI y fue completada por el relojero.

Cuenta la leyenda que esta figura fue mandada construir por el rey Enrique III en recuerdo de una joven viuda a la que veía rezar a diario. Al ser incapaz de declararle su amor, el monarca quiso dejar un recordatorio aquella muchacha y los suspiros que ésta emitía allí, sin embargo, se dice que el sonido que emitía el autómata eran tan desagradable que el obispo Francisco Álvarez terminó por silenciarlo en el año 1743.

A su derecha, en un balcón, otro autómata, el Martinillo, entre dos campanas, anuncia los cuartos de hora golpeando las campanas











Pasillo izquierdo:





CAPILLA DE LA CONCEPCIÓN O SANTA ANA

Se emplaza entre la Capilla de Santa Tecla y el brazo septentrional del transepto, ocupando dos tramos en paralelo a la nave del Evangelio, ocupa los espacios de dos antiguas capillas del siglo XIV, la de Santa Ana y la de San Antolín juntamente con el espacio de una pequeña plaza, que estaba situada detrás de las capillas.

El Obispo D. Luis de Acuña solicitó y obtuvo del Cabildo en 1477 estos espacios para edificar una capilla dedicada a la Inmaculada Concepción de María y destinada también para su enterramiento. Construida entre los años 1477 y 1488 en el estilo tardogótico propio de la época por Juan de Colonia y su hijo Simón. La arquitectura presenta formas y decoración de un elegante arte gótico florido en los arcos de entrada, capiteles y cornisas, pero sobre todo en sus bóvedas con nervios adornados de caireles.

Sus muros se hallan revestidos de sepulcros y retablos. A la entrada destaca el sepulcro de D. Fernando Díaz de Fuentepelayo, primer capellán y hombre de confianza de D. Luis. Es obra del gótico florido y sirve de modelo para otros sepulcros de la catedral de finales del siglo XV. En él pudieron participar conjuntamente Simón de Colonia y Gil de Siloé. En el sepulcro destaca la magnífica estatua yacente y el relieve del nacimiento de Cristo. En el muro del fondo, frente a la puerta, hay otro gran arco sepulcral de los familiares del obispo D. Luis, que aparecen en su heráldica, obra de los siglos XVI y XVII, el sepulcro del obispo Luis de Acuña está labrado en alabastro y en estilo renacentista por el hijo del anterior, Diego de Siloé, en 1519.

El retablo de esta Capilla

El retablo principal es la joya de la capilla. Se trata de una de las obras cumbres de la escultura tardo-gótica europea. Se debe a la gubia de Gil de Siloé, escultor gótico-flamenco, que lo realiza entre 1483 y 1486. La decoración, el estofado y policromía son obra del pintor burgalés Diego de la Cruz, su colaborador.

El retablo se compone de tres calles separadas por pilastras-pináculos, con gran número de esculturas y culmina con un calvario. Presenta en la calle central la genealogía humano-divina de Cristo que se inicia en el tronco de Jesé y, a través del simbólico abrazo de Joaquín y Ana en el centro, culmina con la imagen de María con el Niño en sus brazos.

En las calles laterales, más estrechas, a la izquierda vemos al obispo Acuña, orante, el Nacimiento de la Virgen y los desposorios de María y José. A la derecha se pueden ver San Huberto como cazador, la Presentación de María en el templo y la aparición del ángel a San Joaquín. Por último, en la predela, vemos a Cristo resucitado que se aparece a las mujeres, San Pedro y San Pablo y los cuatro evangelistas.

En el centro de la capilla se halla el sepulcro de su fundador, tallado en fino alabastro por Diego de Siloé en 1519. Destaca la estatua yacente por lo delicado de su talla y realismo así como el pedestal, adornado con bajorrelieves de las virtudes cardinales y teologales y escudos del fundador. Está inspirado y es casi una copia del pedestal del Papa Sixto IV, que se halla en los museos vaticanos.

También hay que destacar el retablito de Santa Ana, obra en piedra y madera, de Diego de Siloé, ejecutado en 1522. Es admirable el grupo de Santa Ana triple en el nicho central.

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