Poco podía imaginar Don Jaume Codorniú que aquellas primeras vides que cultivó en 1551 iban a convertirlo a él y a su larga estirpe familiar de amantes del cristalino y exquisito espumoso (aunque primero fue el vino) que madura en sus frías y húmedas cavas, en una de las más famosas y renombradas bodegas no sólo de Cataluña sino también del mundo.
Alianzas y matrimonios familiares, como el que los enlazó para siempre con la familia Raventós, una bien planificada y elegante campaña publicitaria ( con carteles realizados por artistas como Casas o Utrillo), una bodega que desde 1915 es uno de los más hermosos ejemplos de la arquitectura civil modernista, sumado a la gran inquietud que muestran sus propietarios para crear nuevos sabores y texturas como el cava rosado o el blanco, les ha llevado, a lo largo de los siglos, al Olimpo de los vinos y los delicados aromas de las más finas variedades de espumosos.
Desde que en 1872 nace el cava, gracias al método de doble fermentación, las Bodegas Codorniú han hecho que la vida de Sant Sadurní dAnoia gire en torno a la elaboración del precioso líquido, por lo que siendo ellas las más famosas entre las más de un centenar que se reparten por la población debemos acercarnos a Can Codorniú para disfrutar de la arquitectura de las bodegas, obra del genial Josep Puig i Cadafalch o respirar el aire que envuelve las ramas y hojas del Roure de Can Codorniú, un roble de casi 500 años que ha vuelto a la vida tras una larga infección producida por hongos y que lo daba casi por muerto.
El árbol es el actual emblema y protagonista de las etiquetas de las Bodegas Raventós, y permanece en la historia como el sabor único y exquisito de los cavas Codorniú.
Lo auténtico permanece inalterable al paso del tiempo.
Hotel Market Andilana, un hotel boutique único
Cercano, casi a dos pasos del histórico Mercado de San Antonio, del que toma su nombre, encontramos este precioso y céntrico hotel que forma parte de la cadena Andilana Hoteles y que es sin duda uno de los mas hermosos ejemplos de un edificio bien restaurado y conservado, vestido con un gusto exquisito que combina la base y estructuras del antiguo inmueble con los estilos decorativos de más actualidad.
Ya desde la recepción, acogedora y amplia, que es al mismo tiempo zona de paso hacia la espaciosa zona de restauración, se percibe un toque diferente, lleno de ideas tan originales como lámparas de araña, un cómodo sofá o una enorme estantería decorada con enormes platos que hace las veces de pared a la calle. La zona de desayunos mantiene esa línea de interiorismo de manera continua, con detalles exquisitos y de muy buen gusto, en el que nos fijamos sobre todo cuando después de un reparador descanso disfrutamos de la magnífica selección de platos del buffet de desayunos. Bollería recién preparada, zumos de fruta recién exprimidos, sabrosa chacina y deliciosos quesos, un café realmente bueno y sobre todo variedad y frescura.
Subiendo un peldaño en la escala gastronómica, el mismo restaurante Market ofrece auténticas delicias como ensalada con tempura de langostinos y calabacín, parrillada de verduras frescas, risotto con cuatro quesos, trompetas de la muerte y ruca o bacalao gratinado con alioli suave de peras y mermelada de tomate, por nombrar sólo algunas especialidades que se convierten en obras de arte del sabor y la presentación de la mano de los chefs del hotel. Después de un día de emociones, visitas y compras nos retiramos a descansar a nuestra maravillosa habitación, amplia y muy cómoda, con preciosos contrastes de color y detalles en la decoración sencillos pero acertados.
Quizá mi pieza favorita sea el baño, con un espacio bien repartido y una espectacular ducha donde se podría bailar un apasionado tango. Desde el balcón disfruto del anochecer sobre la Ciudad Condal mientras pienso en todo lo que podré vivir al día siguiente. Un hotel con clase y estilo propios, bastante alejado de los aburridos y sosos hoteles de una gran ciudad como Barcelona donde lo importante es distinguirse de la competencia. Y elHotel Market lo consigue con creces. Con toda seguridad volveré.
El sabor de la India en Barcelona
Localizado en el centro de la Ciudad Condal, como un oasis que invita magnéticamente a entrar y dejarse llevar por el ambiente y los aromas de las exquisiteces que dentro se cocinan, el Restaurante Mayura se ha convertido en uno de los referentes de la cocina de la India en Cataluña.
Ya desde lejos, sus ventanales abiertos a la calle y que pertenecen a un edificio de delicioso fin de siglo, nos sugieren que el lugar es diferente a otros restaurantes de cocina oriental que proliferan en la ciudad.
Dentro, un ambiente muy especial, creado por el refinado y colonial mobiliario y la unión del agua, el bambú las piedras y la seda de múltiples colores, nos llevan directamente a las mesas donde deleitarnos con los sabores y olores del lejano país.
Mientras encargamos nuestra comida, echamos un vistazo a la barra del lounge, recorrida por una pequeña corriente de agua que junto con la música ambiental, suave y evocadora nos transportan una India que aquí parece estar más cercana que nunca.
Un inmenso menú donde podremos disfrutar (sin abrasarnos la boca con el picante) de delicias como el Pollo Madrás, la Ensalada Mayura, fresca y crujiente, el Pudina Pollo Malai, el Kheema Mutter, o para los menos carnívoros el Biryani vegetariano. Y así hasta llegar a completar más de 50 platos diferentes sin contar con una gran variedad de acompañamientos de ensaladas, panes y salsas.
Los postres son también exquisitos aunque menos variados, pero constituyen un dulce final para una cena perfecta.
El servicio es muy rápido y siempre atento a cualquier sugerencia o pregunta, lo que es siempre de agradecer cuando eres un neófito en la cocina que se hace fuera de la India.
Cuenta también con una sala VIP y la posibilidad de escoger un menú que engloba un poco de cada una de las especialidades de la casa.
Un lugar recomendable para pasar un rato delicioso en compañía de amigos o incluso sorprender a tus clientes en una cena de negocios.
Por el aire vuelan las notas musicales
Aunque villa industrial, Martorell siempre ha latido con el corazón de la música, en una relación de sentimiento mutuo que la llevó a fundar una de las primeras escuelas de música de España y que se remonta al siglo XVI. Tanto ella como otras que vinieron después ayudaron a hacer florecer el talento musical de los habitantes de una ciudad por la que pasear se convierte en toda una aventura descubridora.
Sensibilidad no les falta por ello, y es fácil observarlo en las casas esgrafiadas y de manera menos llamativa en edificios como el Convento de los Capuchinos, el Ayuntamiento, la Plaza Mayor, que lo es de coqueta y medieval, y no de tamaño, la torre de les Hores ( una torre de la antigua muralla habilitada como campanario) o el famoso Puente del Diablo.
Estas muestras de la historia mas antigua y más reciente de la pequeña ciudad, están siendo rehabilitados para que no caigan en el olvido y el abandono, si bien es cierto que algunos de ellos requieren una intervención mucho más urgente, como el número 19 de la Plaza Mayor, con un espectacular y gigantesco balcón de madera sustentado por columnas, todo ello en un curioso gusto ecléctico.
Otros más afortunados ya muestran la cara lavada, como el Museo Provincial lEnrajolada o algunos ejemplos salpicados de Modernismo que nos salen de cuando en cuando al paso.
Eso sí, no nos extrañemos si al salirnos un poco de las calles principales encontramos algún que otro huerto urbano, con grandes cultivos de tomates o calabazas, frutales y verduras que parecen alimentarse de la misma música que nutre a los elegantes y cultos habitantes de Martorell.
La economía del arte
Martorell es una villa industrial que nos regala dos maravillosas joyas si nos acercamos a ella en nuestro periplo por tierras catalanas. Uno es el Puente del Diablo y otra (u otras) es la impresionante cantidad de casas con decoración esgrafiada, de la que un día hablé en mi viaje por Suiza.
Constituyen un ejemplo tan vistoso de este tipo de expresión artística que bien merece que hablemos un poco sobre ellas mientras paseamos por la Villa.
De todos los edificios que se adornan con esta técnica, sin duda el más hermoso es el ayuntamiento o Casa de la Vila, un palacio del siglo XVI que decidió engalanar sus paredes en 1937 con este elegante vestido de yesos y pintura. Según recorremos sus calles vemos otras muestras que aunque son relativamente ( algunas no tanto) modernas tienen una clara inspiración romántica e incluso modernista.
Recordemos que este tipo de decoración está realizada en dos capas de yeso, cada una en un color diferente. Utilizando una plantilla de puntos se aplica el dibujo y se raspa suavemente para revelar la capa inferior.
Esta técnica fue muy usada en Barcelona durante el siglo XVIII, por su vistosidad y bajo coste. Los habitantes de Martorell que visitaban la gran ciudad decidieron importar la idea y contrataron a un artista italiano que realizó la primera decoración en 1821. En 1937, el artista Fernando Serra inició la recuperación de esta forma de arte con el nombrado ayuntamiento y pronto se extendió la fiebre esgrafiadora.
Las principales inspiraciones venían de la profesión de sus dueños o de sus aficiones, ya fueran mundanas o artísticas, completados con la fecha en que se construyó el edificio o las iniciales del propietario. Tras varias décadas de parón artístico, recientemente el artista Jaime Amat i Bargués ha llenado las calles de Martorell de figuras humanas, animales, flores, jarrones, medallones, frutas, escudos de armas, herramientas, etc.
No dudo que en un tiempo no muy lejano todo Martorell se vea invadido de nuevo por esta hermosa técnica que parece no querer desaparecer.
Y para acabar nuestro recorrido catalán, dejamos un lugar endiabladamente hermoso, el Puente del Diablo.
Este magnífico puente que cruza el río Llobregat, fue obra romana, no del diablo, aunque se pueda pensar lo contrario por la audacia de sus constructores y reconstructores para poder mantener sus luces de manera casi mágica utilizando unos elegantísimos y ligeros pilares, sobre todo teniendo en cuenta que por encima debían pasar carros y carretas, legiones y ejércitos.
Muchas remodelaciones tuvo que sufrir el puente a lo largo de los siglos hasta quedar tal y como lo vemos hoy, llegando a quedarse con sólo dos arcos, y dando gracias a la fortuna, ya que fue totalmente destruido por las tropas del Ejército Popular de la República en retirada en 1939. Debieron pasar casi treinta años para que fuera reconstruido y en los últimos años devuelto a la vida, tras ser minuciosamente limpiado y adecentado para mayor gloria de los encantos de la ciudad de Martorell.
Sobre la leyenda poco hay que decir que no nos imaginemos: el diablo se enamora de una hermosa doncella que iba cada día a recoger agua a una fuente cercana y debía dar un largo rodeo para cruzar las aguas del río. Le prometió, pensando que iba a ser la de su amada, que le construiría un hermoso puente a cambio del alma del primero que pasara por el puente. Pero la doncella, una vez acabado el puente, echó un cubo de agua caliente sobre un gato negro que pasaba, que asustado cruzó el puente.
El pobre demonio tuvo que marcharse, derrotado, con un gato y sin su amada.
Pero dejó el hermoso puente para la eternidad....
Y eternamente debe vivir Cataluña, para seguir regalando al mundo unos tesoros llenos de historia, de naturaleza y de arte. Para seguir adelante como siempre lo ha hecho, con tesón, fuerza y orgullo.