Localizada entre Llanes y Ribadesella, es lo que se conoce como una playa de interior, sin salida directa al mar. La explicación es sencilla. El terreno que la rodea, de blanda piedra caliza, se ha ido moldeando a lo largo de millones de años por el embate de las olas, de tal manera que se han abierto cavernas bajo el suelo, creando túneles que al hundirse crean una dolina, que a su vez permiten que el mar se filtre tierra adentro formando la playa.
Este precioso rincón está rodeado completamente, por tanto, de tierras de pasto, huertas y veredas, lo que le dan un aspecto y encanto muy característico y único en el mundo.
Seguimos hacia Ribadesella, villa marinera que combina una historia que se remonta al Paleolítico, un puerto que rezuma el tipismo de los muelles cantábricos, espectaculares paisajes de montaña y playas y acantilados realmente fascinantes.
Como bien dice quien bien la conoce, Ribadesella es villa de lugares, no de monumentos, por ello lo mejor, para hacernos una idea global de los encantos de la coqueta población es verla desde arriba. Como no disponemos de helicóptero ni avioneta, aconsejo aparcar nuestro vehículo en el llamado Paseo de la Grúa y dirigirnos al mirador de la Ermita de la Virgen de Guía. Por el camino encontramos una curiosidad, los conocidos como Paneles de Mingote.
Estos seis lienzos de gres, que miden cuatro metros de largo por uno y medio de alto, representan de forma cómica y entretenida varios aspectos de la historia de la Villa; desde el hombre de las cavernas de Tito Bustillo hasta la actualidad, momento histórico que culmina en la representación del entonces Príncipe Felipe de Asturias. Son 300 las piezas que componen este puzzle que nos enseña de manera amena y gráfica el paso de Ribadesella por la historia del Principado y de España.
El recorrido incluye escenas de la época medieval, renacentista, la Guerra de la Independencia o la emigración a América.Un poco más adelante tropezamos con la Fuentina, un precioso conjunto escultórico que enmarca una fuente de agua dulce. Este chorro de agua, había sido lugar de suministro de los barcos que llegaban al puerto de la villa para hacer acopio de víveres y recoger pasaje antes de seguir ruta hacia puertos como la Habana. Según la tradición, en la fuente habita una malvada xana que roba los buenos sentimientos a los hombres que acuden a beber en ella, que luego suben al acantilado y se precipitan a una muerte segura desde la Ermita de Guía. Para embellecer el lugar y reflejar esta leyenda, en 1931 se terminó de construir el templete que ahora vemos, donde se puede admirar la belleza de la xana custodiada por dos osos que según se dice eran dos hermanos que se batieron en duelo por el amor del hada hechicera.
Según vamos subiendo el sendero que lleva a la Ermita, obtenemos diferentes perspectivas de la villa. enclavada a ambos lados del río Sella y la magnífica playa de Santa Marina.
En la lengua de arena que forma el río al llegar al mar el espectáculo arquitectónico es único e incomparable. Del conjunto de hermosas e imponentes edificaciones que se encuentran en primera línea de playa nos quedamos con la estampa que forman tres edificios: el Chalet Verde, el de Miguel Llano, y por supuesto Villa Rosario. Su historia se remonta a principios del siglo pasado, cuando la Marquesa de Argüelles fija su residencia de verano en Ribadesella y transforma El Arenal en un foco de atracción para los indianos enriquecidos que levantan allí sus chalets.
Llegamos a la cima del Monte Corberu, sin duda el mejor mirador de la ría, que nos permite admirar una costa agreste y afilada, formada por enormes rocas calizas que dirigen sus proas al mar.
La panorámica de la Villa desde aquí es incomparable.
La cumbre del monte tiene dos puntos de interés. Por un lado la batería militar con tres cañones que defendían Ribadesella de ataques piratas y corsarios, y que fueron arrojados al mar por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Afortunadamente pudieron ser rescatados y desde 1999 ocupan su emplazamiento original.
Por otro lado tenemos la Ermita de la Virgen de Guía, de finales del siglo XVI, muy reformada a finales del XIX y que guarda la imagen de la patrona de los marineros. En su origen era más grande, pero al parecer una de sus naves sufrió un desprendimiento y decidieron no restaurarla. Ahora, en su portada podemos ver una preciosa obra de cantería que contrasta con la blancura de sus paredes.
No queríamos abandonar Ribadesella sin acercarnos a conocer la Cueva de Tito Bustillo, pero quiso el Covid-19 que nuestros planes cambiaran, ya que al llegar al Centro de Interpretación nos dijeron que sólo se visitaba con cita previa y que la próxima fecha disponible sería dos semanas después.
Eso sí, nos ofrecieron la posibilidad de visitar la exposición permanente de forma gratuita.
Nos vamos al año 1968, momento en que que se entra por primera vez en la gruta. Las salas nos van mostrando la repercusión que tuvo el descubrimiento en los medios de comunicación, sus protagonistas, e incluso los cascos, carburos y cuerdas que se usaron para descender.
Gracias a una fiel reproducción de algunas partes de su interior podemos ver partes de la cueva que en su emplazamiento original no son accesibles al público, como el Camarín de las Vulvas, interpretadas como órganos sexuales femeninos y que son un ejemplo pictórico muy escaso en el arte rupestre cantábrico. Tito Bustillo, junto a otros enclaves asturianos, forman un conjunto declarado Patrimonio Mundial.