67. Sol y nieve

Hola Soletes,

Si, de verdad soy yo. Sigo viva… casi más viva que nunca, podríamos decir. Siento mucho haber tardado tanto en escribir, laboralmente es la etapa más estresante que he tenido desde el cambio de trabajo a finales de octubre: estoy escribiendo un proyecto de investigación, tengo que entregar un capítulo para un libro, un resumen para un congreso y un artículo para el número especial de una revista. Personalmente… pues he estado entretenida. He decidido hacer este post para poneros un poco al día porque si no, me temo que os ibais a quedar otro mes a pan y agua: en dos días vuelo a casa y luego voy a un congreso en Copenhague, así que ibais a tardar en tener noticias.

He decidido titular a este post “Sol y nieve” porque lo que voy a contaros son dos viajes que he hecho en este tiempo: una escapada de fin de semana a Portland con Jay y un congreso en Anaheim con visita a Disneylandia incluida. Este post tiene tanto fotos como “chicha”, para al menos podáis viajar un poco conmigo. Abróchense los cinturones porque despegamos ya.

Parte 1: Portland (nieve)

16 de febrero

Este es uno de esos momentos, esos puntos de inflexión en la vida en los que precisamente por lo intenso de lo vivido se hace difícil encontrar tiempo para escribir, uno de esos en los que me alegraré hasta el infinito de haber escrito porque son mágicos, sorprendentes y totalmente impredecibles. Mañana voy a Portland con Jay. He cogido un Airbnb esta tarde para la primera noche, a segunda noche no tengo ni idea de lo que haremos… la idea era ir un poco a la aventura y a ver qué nos encontramos. Si podemos, me encantaría ir a algún sitio a ver algo de naturaleza pero se supone que el domingo nieva. A saber. Me encanta la idea de coger coche y simplemente perdernos por ahí, de descubrir cosas nuevas. Y también de ir descubriendo a Jay. Me está encantando conocerlo, tengo esa sensación como cuando ves una serie que te encanta y no puedes parar de verla, y al mismo tiempo no quieres ver todos los capítulos para que no se acabe y conozcas toda la trama.



17 de febrero

Me encantan los viajes por carretera, el Noroeste del Pacífico es precioso, los momentos que pasamos en el coche son simplemente mágicos... como si estuviéramos conectando con el universo a través del movimiento del coche y las notas que resonaban en la cabina, envolviéndonos y obligándonos a estar presentes mientras las siluetas de los árboles ajenos a todo se iban desdibujando con la velocidad de nuestro discurrir por las carreteras. Es otro nivel, es darme cuenta de lo contenta que puedo llegar a estar, es añadir una pequeña chispa a la felicidad tranquila de la que ya disfrutaba antes.


Parada en Olympia, capital del estado de Washington para ver el Ayuntamiento

Es curioso cómo los lugares a veces se reducen a simples escenarios que parecen transformarse dependiendo de la compañía: la Portland de esta escapada no se parece en nada a la que vi en noviembre. Gracias a ir con alguien de aquí, he vivido una experiencia que no podría haber vivido de otra manera. Hemos ido a un bar roquero, con personajes muy interesantes y dibujos en el techo y allí Jay me ha enseñado lo básico de jugar al billar. Él es bastante pro (el chiquillo tiene múltiples talentos… me pregunto si algún día dejará de sorprenderme), ha sacado sus palos desmontables y me ha enseñado cómo lo hace. Me ha encantado verlo en ese ambiente, fluyendo concentrado calculando ángulos, disfrutando del juego. La parte en la que me enseñaba ha sido tan sexy como en las películas, pero muy sutil... tocando mis caderas o empujándome hacia adelante cuando era necesario. ¿O a lo mejor la película está en mi cabeza? Ni idea, lo importante es que me ha encantado.




Estaba más oscuro de lo que parece

Terminamos la noche con él jugando al póker y yo mientras escribiendo. El sitio al que fuimos era bastante raro, de alguna forma me recordaba al casino que aparece en Twin Peaks, pero sin la parte de las “chicas”, claro. Llamamos por teléfono para ver si había sitio en la mesa de póker y nos dijeron que sí, pero que el lugar no estaba exactamente donde Google mapsdecía… tenía pinta de clandestino. Por fuera estaba decorado con diamantes, corazones, picas y tréboles que iban de suelo a techo, por lo que quedaba bastante claro qué se hacía en el interior. No sé si me llamaron más la atención los que organizaban aquello o los jugadores. Al entrar, nos recibió una especie de Betty Boop escotada y que casi parecía que iba a una comicona hacer un cosplay… no sé a quién parecía más interesada en seducir, si a Jay o a mí. Nos dirigió a un mostrador donde Jay compró las fichas y nos pusieron una pulsera (como esas típicas de los resorts de todo incluido: los jugadores las tenían verdes y los no jugadores azules). El/la croupier de su mesa (no llegué a averiguar qué artículo sería más adecuado ponerle) era también de lo más curioso. Los otros jugadores también parecían sacados de una película: hombrecillos con pinta de dedicar mucho tiempo al juego, de ser infelices en sus rutinas y necesitar una inyección de adrenalina o de buscar un lugar donde sentirse atendidos y ser importantes. Yo estaba muerta de sueño tras una semana bastante intensa, así que no miento si digo que me alegré cuando terminó la partida y nos fuimos a descansar.



18 de febrero

Tras una noche de calor inesperado que llevamos como pudimos (nivel: no sé cómo se baja la calefacción así que voy a enchufar el ventilador del techo), llegó una mañana de abrazos, de prepararse el desayuno mutuamente, de conducir de nuevo cogidos de la mano con la ciudad cuan videoclip mientras canciones de rockeros muertos hacían de banda sonora.



Una cosa interesante que ha pasado es que Jay y yo queríamos ir al mismo sitio sin saberlo. Se llama The Grotto, es el sitio que me quedé con las ganas de ver la otra vez que vine a la ciudad porque estaba muy lejos. Él quería ir a un sitio “con un acantilado” que no sabía cómo se llamaba. Encontré “el que yo decía” por internet y resultó ser el mismo. El sitio en cuestión es un santuario en medio de unas montañas y unas cuevas. Se respiraba un ambiente muy espiritual y único, por lo visto van muchos peregrinos allí. Mientras una nevada espontánea nos sorprendía, mi primer impulso ha sido ir a besarlo para celebrarlo. A él le ha hecho mucha gracia. Hemos tenido momentos de ver la nieve caer, momentos de estar cogidos de la mano y mirar al infinito. Y un momento místico de entrar en una capilla, supuestamente milagrosa, en la que no sé muy bien cómo he acabado comunicándome con no sé quién y pidiendo una señal de cómo manejar las cosas o por qué camino tirar. Ha sido raro, este chico me está haciendo cuestionarme cosas que no me había cuestionado desde hacía tiempo. De verdad, ¿tiene que venir un desastrillo con patas con el que conectes hasta en lo más extremo para poner todo tu mundo del revés y quitarte vendas de los ojos que no sabías que tenías?




Aquí la nevada inesperada


Una de las pocas copias en bronce de La Piedad, de Miguel Ángel que hay en el mundo


Aquí la cueva

Tras volver del sitio mágico, hemos hecho un poco de turismo por la ciudad y le he hablado a Jay de los sitios que visité la otra vez que fui a Portalnd. Para terminar el día, le he acompañado a un torneo de billar… suele jugar y le hacía ilusión ir a uno en Portland. He dormido fatal, así que estoy aquí a base de té a ver si aguanto. Situación actual: otro bar motero que podía ser perfectamente como el Merlottes de True Blood, personajes variopintos, música Country, y yo con el Mac escribiendo. Me parecía bien venir porque también me apetecía verlo en su ambiente y saber cómo me siento yo en estas situaciones pero he comprobado lo que sospechaba: que nunca podré ser esa chica que va a todos los partidos de su chico, y se limita a sonreír desde la grada. No, creo que prefiero que (exceptuando ocasiones especiales), si no vamos a estar con más gente, cada uno haga sus cosas y ya nos encontremos al terminar. Principalmente porque no es que me sobre el tiempo, y tengo la sensación de que él también estaría más a gusto sin tener que estar “pendiente” de mí, simplemente porque el billar es una actividad individual que requiere concentración.



Ha pasado otra cosa rara, al llegar al sitio del torneo Jay me ha dicho: creo que si te pones en esa mesa puedes ver la partida desde ahí. En la mesa en la que me he sentado había un mapa, en cada mesa uno distinto. Era del sur de España, en concreto cerca de la parte donde me siento yo un nombre ha llamado mi atención: “Málaga”, era un mapa tan grande que hasta podría decir dónde estaba mi casa. ¿Cuáles son las probabilidades de poder ver tu casa en un mapa de una mesa cualquiera, de un bar cualquiera, de una cuidad cualquiera de Estados Unidos? Encima se lo digo a Jay y me dice que puede ser una señal, que él ha elegido este sitio y me dijo que me sentase justo en esa mesa para verle bien. De verdad, no puedo con tanto misticismo. Corto y cierro.




Para que veáis que no os engaño...

19 de febrero

Acabamos por volver a su casa a las tantas. Por el camino de vuelta paramos en Tacoma en una especie de museo de Chihuli al aire libre que está ahí escondido para quien lo quiera ver.






Estas son algunas de las piezas que se pueden var gratis

20 de febrero

Ya en Seattle hemos ido a dar un paseo a un sitio precioso, uno de esos que te hacen ver que no estabas tan enamorada como creías de la ciudad porque aún puedes quedarte más prendada de ella. ¿Habrá sido la compañía quizás? La cuestión es que al final hemos vuelto ya de noche, linternas en mano y tenía la sensación como de estar caminando dentro de un sueño. Como en aquellos campamentos de verano en los que estaba tan cansada que parecía que yo flotaba por los días en vez de los días pasar y proveerme de experiencias. Me ha dado un poco de miedo pero me he dejado llevar y he vuelto a casa sana y salva.




Sin palabras...


Parte 2: Disney (sol)

Cuando tenía 5 años lanzaron La Sirenita en vídeo. Antes de empezar había un anuncio diciendo que abrían Disneyland París. Corría 1992 y yo tenía mi primer sueño de la infancia. Recuerdo que mi mejor amiga y yo hicimos planes: preparamos nuestras bicicletas con comida y muñecos y nos decidimos a ir. Málaga-París en bicicleta, no está nada mal. Obviamente, nuestros padres lo descubrieron a tiempo y nos quitaron la idea de la cabeza. A medida que crecía, seguí con esa espinita y al descubrir que el parque original estaba en Estados Unidos también quise ir. Cuando cumplí 18 años mis padres me llevaron por sorpresa a Disneyland París y fue de ensueño. Ahora, gracias a que un congreso al que voy se celebra allí voy a tener la oportunidad de conocer el parque original, el que Walt Disney soñó. Ahora que lo pienso: qué egocéntrico ponerle a un parque de atracciones tu apellido, ¿no?. Es curioso pensar que si Walt Disney se hubiera llamado “Smith” sería “Smithlandia”.



3 de marzo

Jay me recogió, me llevó a su casa, me cocinó sopa de tomate y un sándwich mixto a la plancha que estaba riquísimo y me llevó al aeropuerto puntualmente.



Voy en el avión rumbo al congreso, objetivo: aprender cosas nuevas y pillar un poco de solecito californiano. Acaban de decir que vamos a aterrizar en Orange County: California here we come! ¡¡No me creo que vayamos a ir a Disney hoy!! Seguiremos informando.


La verdad es que sí que es naranja...

10 de la noche

Pues ya lo he hecho: he visitado Disneyland. Como siempre que esperas algo con mucho anhelo, la realidad se aleja de tu perfecta fantasía. Todo era más pequeño de lo que esperaba (el castillo de París es el doble de grande, por ejemplo) y predominaba un aire de nostalgia vintage. Aun así, me ha encantado conocer algunos clásicos: Piratas del Caribe, crucero por la jungla, los cohetes y los coches. También he descubierto cosas nuevas: un submarino inspirado en Buscando a Nemo en el cuál vas bajo el agua y se las apañan para proyectar animaciones… al mezclarse con las algas y los corales que son reales, da la sensación de que los personajes están vivos de verdad. Por último, he revisitado una de las atracciones que más me gustó de París: una basada en Toy Story en la cual eres del mando estelar y tienes que vencer al emperador Zurg, para ello tienes una pistola laser y un coche que puedes girar y te dan puntos cuando aciertas en unas dianas. Queríamos ir al Space Mountain pero Barbara y yo estábamos cansadas, heladas, y la cola era de hora y media… así que nos fuimos al hotel a descansar y eso fue todo.


Por pequeño que fuese, no negaré que transmitía magia...


Los cohetes famosos


El cuarto de Andy <3


5 de marzo

El resto de los días transcurren entre charlas, talleres, ratos de trabajar al sol en la piscina con canciones Disney de fondo y descansos en nuestra habitación temática. Tras eso vuelvo a Seattle, a un inesperado sol, al trabajo sin final y a Jay. Me ha gustado el Condado Naranja… creo que volveré.


Detalle de la habitación
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Soletes míos, lo dicho. Me voy a la cama que me han dado las tantas y mañana me espera un día de acabar cosas a marchas forzadas y preparar la maleta. Escribiré para contaros qué tal Copenhague y su nieve. Eso sí: no sé cuándo… intentaré que sea pronto.

¡Mil besos!


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