Queda claro que el director vasco ha disfrutado a lo grande con el caro juguete que le han dado, se percibe minuto a minuto, a la vez que deja patente el enorme trabajo que hay detrás. Por si fuera poco, el cuarteto protagonista sabe estar a la altura: Eduard Fernández lo borda en su papel de cura endurecido, Megan Montaner no le va a la zaga en fuerza y convicción, Macarena Gómez como siempre ajustada en su peculiar registro de fragilidad/ímpetu, y Miguel Ángel Silvestre sorprendiendo al personal en una contradictoria ambivalencia entre su potente presencia física y el endeble temperamento, a priori, del personaje. Todos los aspectos que hemos mencionado en estas líneas funcionan a la perfección, sin dejar de incluir la estupenda banda sonora de Roque Baños, pero hay "peros", casi siempre los hay, y los hallamos en el guion. Exiguo sentido del humor, aunque se prestara a ello tanto bicho del averno, maldiciones, posesiones o conspiraciones vaticanas, alargamiento y repetición de situaciones y recursos argumentales que podrían ser menos evidentes si se hubiera dejado la serie en menos capítulos y, algo que suele pasar en el género, absurdos e incoherentes comportamientos de los personajes.
En fin, lo de siempre. Y otro "pero" se lo ponemos a la entrega final, por momentos excesiva, por momentos estirada que sirve menos de epílogo y más de prólogo de la temporada siguiente. Una vez más, lo de siempre. Mensaje final para nuestros dilectos lectores: no hagan caso a nuestras manías fundamentalistas, véanla y gócenla sin darle más vueltas..
Puntuación @tomgut65: 6/10