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Breve historia de la Semana Santa de Cáceres en el siglo XX
Un recorrido superficial por la Semana Santa cacereña a lo largo del siglo XX, con el propósito de dibujar su evolución y conocer cómo pasa de ser un evento circunscrito al ámbito local a una gran celebración con proyección exterior y que trasciende -aunque no abandona- el hecho puramente religioso.
I – Primer tercio de siglo
Para ilustrar cómo era la Semana Santa cacereña durante el primer tercio del siglo XX, acudiremos a un texto del eminente D. Valeriano Gutiérrez Macías, publicado en la prensa local a modo de estudio retrospectivo. Lo transcribimos de manera literal:
Siempre se distinguió Cáceres -ciudad de acendrado sentimiento religioso- en celebrar la Pasión del Señor con gran recogimiento y piedad y se acusó en los primeros años de nuestro siglo, pues durante la Cuaresma no dejaron nunca de realizarse misiones, como la que tuvo lugar en la parroquia de Santiago El Mayor por el santo P. Tarín. Fue una misión fructífera y se llevó a cabo en 1907. Muchos cacereños por primera vez recibieron el Pan de los Ángeles de manos del austero varón.
Con este ambiente de piedad se celebraba nuestra Semana Mayor sin lujos ni pretensiones de “pasos” (sic), pero sí de recogimiento y devoción, según todos los testimonios que hemos recogido de viva voz de cacereños fervorosos, amantes de las tradiciones.
No se celebraban las procesiones con gran esplendor; eran sencillas y austeras, pues nuestra Semana Santa nunca fue ni “castellana” ni “andaluza”. Fue netamente “Cacereña”, con características propias, inconfundible, pero por eso no ganaban las aludidas conmemoraciones en entusiasmo y fervor.
Las cofradías
Existían tres: la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en la parroquia de Santiago el Mayor; la de la “Santa Vera Cruz”, en San Mateo, y la de la Soledad y Santo Entierro, que fue de San Mateo y luego pasó a pertenecer a Santa María como iglesia matriz en lo oficial.
Las procesiones comenzaban el Domingo de Pasión, Domingo del Calvario, con un desfile de la Virgen de la Soledad, que iba al Calvario y allí, en su pequeña ermita, la colocaban en un templete delante de éste, y en un púlpito que existía enfrente, el sacerdote pronunciaba el “Sermón de Pasión”; pero, como gran parte del público que iba en la procesión se quedaba allí y celebraba después de la misma con meriendas e incluso bailes -hemos de decir que en las meriendas privaban las célebres “tortas del calvario”- esto resultaba un poco grotesco y, para evitar las profanaciones, se suprimió la procesión antedicha.
Primeramente se hacía la representación de la Crucifixión en el balconcito alto de la ermita, acto que siempre impresionaba a los asistentes. Iban muchos cacereños. Por el camino se hacía el Vía Crucis. Puede decirse que era un día grande, extraordinario en el orden pasionista de Cáceres, pueblo creyente por excelencia. Todo esto constituía el verdadero pórtico de la Semana Santa cacereña.
El Miércoles Santo salía otra procesión de San Mateo. Se dirigía a San Francisco (hoy Colegio Provincial). Procesión penitencial con el Cristo del Humilladero; la ermita estaba en la actual fábrica de harina de los García-Casillas. En esta procesión iban muchos penitentes descalzos, que portaban grandes cruces.
En el mismo día comenzaban, por la tarde, las “tinieblas” en los templos. No faltaba a éstas ningún niño. La asistencia de los pequeños no era solo por ir a la iglesia, sino también por ver cómo se apagaba la última luz del triángulo para, acto seguido, formar el ruido consiguiente sin ninguna responsabilidad, ya que se permitían “matracas” y otros instrumentos.
Jueves Santo: Se celebraban los oficios por la mañana, y, por la tarde, alrededor de las 7, salía la procesión de la “Santa Vera Cruz” de la iglesia parroquial de San Mateo. Recorría la Cuesta de la Compañía, entraba en Santa María, pasaba luego por la Cuesta del Maestro hacia la Plaza de Santiago y hacía lo propio en San Juan hasta San Mateo. Como se verá, este desfile procesional hacía el recorrido por las cuatro parroquias cacereñas.
Anotemos que entonces era costumbre que entrasen los “pasos” en las mismas.
El abolengo de esta procesión se remonta hasta la Edad Media y en la misma figuraban los Caballeros de algunas Órdenes Militares.
Después, la procesión a que nos referimos decayó de su antiguo esplendor y vino a ser de gremios, y, como entre sus “pasos” figuró siempre la “Oración del Huerto”, se adscribieron, se “hicieron” hermanos de la Cofradía casi todos los hortelanos de Cáceres.
El año 1930 se reorganizó la Cofradía Pasionista. En 1931 se estrenó el paso “Beso de Judas”.
Al advenimiento de la República, la Hermandad quedó floja de hermanos, lo mismo que las demás Cofradías.
Hagamos constar que la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno se mantuvo bastante nutrida, aunque también se acusó el movimiento de descenso en el número de hermanos.
Los pasos de la cofradía de la Santa Vera Cruz, la Oración en el Huerto, Beso de Judas, El Señor Amarrado a la Columna, se vieron incrementados hace unos años con la Dolorosa de la Cruz, réplica de la del famoso imaginero castellano Gregorio Fernández, debida a la generosidad del ministro del Señor que rigió la parroquia de San Mateo, don Santiago Gaspar Gil, en las letras “Extremeñófilo”.
Hay un detalle de la cofradía de la Vera Cruz que no podemos omitir en esta exposición: en la procesión y, cual un cabo de gastadores de una unidad castrense, iba el entrenador “Cantares” con una túnica negra y tocando una corneta. Le acompañaba siempre toda la chiquillería. Era frecuente que “Cantares” dejase la corneta a los muchachos que se la pedían.
Viernes Santo: Puede decirse que siempre giraron todas las procesiones de la Semana Santa Cacereña en torno a la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que salía de la iglesia de Santiago El Mayor a las 5 de la madrugada.
Con gran respeto asistían a este desfile procesional, de la mano de la madre cariñosa, los niños. Ninguna madre cacereña se perdía el ver desfilar a Jesús Nazareno. ¡Qué emocionante era! ¡Qué pena daba a la infancia ver al Señor con la Cruz y su frente chorreando sangre!
Hemos de abundar en que familias enteras, presididas por los padres, acompañaban al Nazareno dando el mejor ejemplo de devoción y religiosidad.
La procesión de Jesús era la única en que las personas que no podían asistir a la misma velaban el paso de cortejo desde sus casas, ventanas y balcones. Al paso de la venerable e impresionante imagen -que creara Tomás de la Huerta con su mágico buril- alumbraban con capuchinas, faroles, velas, etc.
En esta madrugada de Viernes Santo que estamos narrando a los lectores figuraban cofrades con faroles en forma de cruz, de cristales verdes, azules o rojos. En esta procesión iban dos hombres con hábitos morados, con campanillas en forma de ristre, tocando. Delante siempre iba “Cantares”.
Santo Entierro: La solemnísima procesión del Santo Entierro se celebraba el Viernes por la tarde con el Santo Sepulcro en una sencilla urna de cristal y también la Virgen de la Soledad.
Todas las procesiones cacereñas hacían el recorrido que se denominaba “la Carrera Oficial”.
Las marchas fúnebres de las bandas de música eran lo suficiente para emocionar a todos los cacereños.
Como notas esenciales de la Semana Santa indiquemos la mayor humildad posible, la piedad, el perdón, el fervor que lo llenaban todo.
Así era la Semana Santa a comienzos de la presente centuria, tal y como nos la han relatado don Rafael Arroyo Marchena y don Santos Floriano Cumbreño, dignos cacereños, a quienes expresamos la más profunda gratitud.
Texto de Valeriano Gutiérrez Macías (original publicado el Viernes Santo de 1967).
II – Década de los 40
Es de todos conocido que los años de la República, y la posterior Guerra Civil española, resultan convulsos para las cofradías y para las celebraciones de Semana Santa, no solo en Cáceres sino en todo el territorio nacional. Tal es el escenario que la Semana Santa cacereña se queda sin procesiones durante el año 1932. Tras este difícil tránsito, las tres cofradías activas en la ciudad (Vera Cruz, Nazareno y Soledad) atraviesan durante la década de los 40 unos años de tibia recomposición.
La cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno había modificado poco antes de la Guerra Civil el itinerario de su desfile del Viernes Santo, que hasta entonces atravesaba la calle Ancha y bajaba por la Cuesta de la Compañía. Las reformas urbanísticas en esta última calle, y en especial la inclusión de escaleras en la parte baja de la misma, obligan a la hermandad a bajar hasta Santa María por los adarves y la calle del arco de la Estrella. De igual modo la cofradía de la Vera Cruz, que también bajaba por la Cuesta de la Compañía, tuvo que cambiar su itinerario por estas fechas.
Aquí vemos una imagen de la salida de la cofradía desde San Mateo, sin fechar, pero con toda seguridad perteneciente a la década de los años 30 o primeros años 40. En primer plano vemos el paso de la Oración en el Huerto y al fondo, encarando la Cuesta de la Compañía, se ve la Cruz de la Toalla.
Salida de la cofradía de la Vera Cruz de Cáceres (años 30)

Imagen del mismo cortejo tras haber descendido la Cuesta de la Compañía, entrando en la plazuela de los Golfines desde San Jorge. Ambas fotografías halladas en el Archivo Municipal de Cáceres, la primera de ellas incluida en el fondo de J .R. Marchena.
1932_vera_cruz_oracion

A partir de 1941, la cofradía del Nazareno decide de nuevo variar el itinerario de la procesión de la madrugada para hacerlo más cómodo, e incluso adelantar el horario tradicional de las cinco horas para salir a la una. Se suprime el paso por los adarves, tal y como podemos ver en el programa previsto para el Viernes Santo de 1943 (da la casualidad de que ese año la procesión tuvo que suspenderse, por lluvia).
Recorrido de la procesión de la madrugada de 1943 (Cáceres)

Se cuenta, sin haber podido hallar documento que lo corrobore, que pese a la suavidad del recorrido los hermanos de carga del Calvario a duras penas pudieron alcanzar la Plaza del Duque “debido a las penalidades pasadas y a las privaciones presentes” (refiriéndose a las penurias de la guerra civil y las dificultades de la posguerra).
El horario de la una de la madrugada se mantuvo hasta que se hizo cargo de la mayordomía D. Santos Floriano. Durante estos años solo procesionaban cinco pasos: Jesús Nazareno, La Magdalena, la Verónica, el Calvario y el Descendimiento (que era como se conocía al actual paso de la Virgen de las Angustias).
Por otra parte, la procesión del Silencio -instaurada poco antes, en la década de los años 20- solo contaba con el paso de la Virgen de la Misericordia. Se celebraba en la madrugada del Viernes Santo al Sábado, con un horario de salida que variaba entre las 23:30 (del viernes) y las 0:30 (ya del sábado).
El paso de la Cruz Vacía, que ha recibido diversos nombres a lo largo de la historia (Calvario Vacío, Triunfo de la Cruz, Exaltación de la Cruz) se incorporaría a este desfile mucho más tarde, en 1953.
Por su parte, la cofradía de la Soledad y Santo Entierro celebra dos procesiones el Viernes Santo. Una es el Santo Entierro propiamente dicho, con los pasos del Cristo Yacente y la Virgen de la Soledad, y la segunda procesión era la que devolvía a la Virgen a su ermita -por aquel entonces, la cofradía se organizaba y se recogía en Santa María-. Durante este segundo desfile, que se organizaba nada más recogerse el primero, se pronunciaba el llamado Sermón de la Soledad.
En el año 1940 se establece una costumbre que se prolongará durante varias décadas: en la procesión del Viernes Santo que devolvía a la Virgen a su ermita únicamente podrían desfilar mujeres acompañando al paso, mientras que en la del Santo Entierro -como era costumbre en los funerales de la época- solamente podrían asistir los hombres. El éxito de la convocatoria fue tal que se dieron cita millares de caballeros cacereños para acompañar al paso de Cristo Yacente en respetuoso silencio. Cuentan las crónicas que la cabeza de la procesión llegaba a la Plaza de San Juan cuando la presidencia oficial todavía no había salido de Santa María.
Más novedades de esta corporación: el Jefe de la Falange cacereña, por entonces Hermano de Honor de la cofradía, dona en 1941 un nuevo manto de terciopelo negro para la Stma. Virgen, mientras que en 1943 la propia organización de la Falange regala a la cofradía unas andas procesionales nuevas para la Virgen (en las anteriores, por lo visto, no encajaba bien el recién estrenado manto ni la estructura necesaria para sujetarlo).
III – Mitad de siglo: primer gran impulso (1947-1960)
El tramo final de la década de los 40 comienza a traer vientos de cambio, y en unos 10-12 años la Semana Santa cacereña va a experimentar una transformación radical, en lo cuantitativo y en lo cualitativo.
En opinión de este cofrade, los años transcurridos entre 1947 y 1960 constituyen el período de cambio y renovación más importante en la historia de nuestra Semana Mayor.
La fundación de la cofradía de los Ramos, que se incorpora a la S.Santa de 1946, y de la cofradía de las Batallas, que hace lo propio en el 53, llenan de desfiles de procesionales la primera mitad de la Semana Mayor. Comienzan a celebrarse las procesiones de la burrina (1946) el Domingo de Ramos, Cristo de la Buena Muerte (1946) el Miércoles Santo, Cristo del Perdón (1952) para el Martes Santo, y la del Cristo de las Batallas (1954) en la jornada del Lunes Santo. Hasta entonces, las procesiones en Cáceres comenzaban el Jueves Santo por la tarde y terminaban en la madrugada del Viernes Santo al Sábado con la procesión del Silencio de la cofradía del Nazareno (o el Domingo por la mañana, si se celebraba la procesión del Encuentro).
Posteriormente se funda la cofradía de los Estudiantes (1958) y se reorganiza la cofradía del Espíritu Santo, que a partir de 1959, y tras la erección de la nueva Parroquia del Espíritu Santo en la barriada de Llopis, vuelve a procesionar con entidad propia tras varias décadas sin actividad. De esta manera, en muy poco tiempo, la Semana Santa de Cáceres pasa de contar con tres cofradías activas a tener siete, y el número de desfiles procesionales llega incluso a triplicarse en algunas ediciones, como veremos más adelante.
El inusitado fervor religioso que renace tras la época de la república y la instauración del régimen franquista contribuye también al realce de las celebraciones de la Semana Santa en Cáceres. Crece la afluencia de público a los desfiles, y como consecuencia las hermandades ven también incrementada su nómina de hermanos -y, por tanto, también los ingresos por cuotas anuales-.
Las inclemencias meteorológicas, tradicionalmente una barrera insalvable para las celebraciones cofrades, se intentan soslayar en algunas ocasiones, como ocurrió en la madrugada del Viernes Santo de 1948. La lluvia arreciaba a las cinco horas, pero se esperaba una inminente mejoría del tiempo, y la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno salió finalmente a las 10 de la mañana. Esta circunstancia excepcional dio lugar a varias fotografías muy conocidas que se conservan de la cofradía del Nazareno desfilando a plena luz del día por la Plaza Mayor:
Jesús Nazareno (Cáceres) en la Plaza Mayor

Del mismo modo, en 1959 la procesión del Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Esperanza procesionó el Viernes Santo por la mañana, después de no poder hacerlo en su jornada habitual del Miércoles Santo. Hay que hacer constar que la cofradía de los Estudiantes, que se estrenaba ese mismo año, lo hacía en la mañana del Jueves Santo, y que hasta 1963 la jornada del Viernes Santo por la mañana estaba libre. Se da además la curiosa circunstancia de que el paso del Cristo de la Buena Muerte procesionaría por segunda vez el Viernes Santo por la tarde, ya que participaba en la procesión Magna de aquel año (consultar).
Durante este álgido período crece de manera notable la devoción mariana pasionista, con la incorporación a nuestra Semana Santa de imágenes como la Dolorosa de la Cruz (1953), la Virgen de la Esperanza (1958), y algo más tarde la talla de María Corredentora (1961). Hasta la llegada de la popular Zapatona, la Virgen de la Soledad procesionaba el Jueves Santo cerrando el cortejo de la Vera Cruz.
Por su parte, la cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno experimenta un gran asentamiento con la mayordomía de D. Santos Floriano. Entre otros muchos hitos, se fija en los estatutos de la cofradía tanto el itinerario como el horario de la procesión de la Madrugada -que ya hemos visto cómo hasta entonces iban variando- y se estrenan las fantásticas andas procesionales de Jesús Nazareno (1947), que siguen utilizándose en nuestros días. El auge de la cofradía del Nazareno es tal que mediada la década de los 40 contaba con apenas 400 hermanos, y apenas veinte años más tarde rebasa el número de 2000 (según declaraciones del propio mayordomo en prensa local).
Jesús Nazareno (Cáceres), 1947

Jesús Nazareno (Cáceres), el Viernes Santo de 1947. Fotografía publicada en prensa.
En estos años se consolida también la procesión del Silencio en la jornada del Sábado Santo (más tarde se adelantaría a la noche del Viernes Santo, al considerarse el Sábado Santo como día de luto) y se refuerza con el paso de la Exaltación de la Cruz (1953).
Empero, el espaldarazo definitivo a nuestra Semana Santa llega a finales de la década de los 50. Al abrigo de las novedades ya comentadas, y de otras de menor calado, del creciente interés por las celebraciones cofrades y de un clima social indudablemente propicio, se crea la Comisión Pro-Semana Santa en el año 1957, impulsada por ilustres cacereños y cofrades como el propio Santos Floriano, el Dr. Juan Pablos Abril, Hipólito Muriel, Antonio Rubio, etcétera. Este organismo, a modo de argamasa, termina de ordenar y consolidar el crecimiento de una Semana Mayor que en muy poco tiempo había cambiado la cara por completo. Algunas de sus iniciativas más relevantes son la puesta en marcha del Pregón Oficial de la Semana Santa o la organización de una Procesión Magna, actos que comienzan a celebrarse desde aquel mismo año 1957.
En resumen, la Semana Santa que llega a la década de los 60 es un evento muy diferente, de mayor complejidad y proyección externa que las que poseía a finales de los años 40. Subrayamos lo de proyección externa, ya que en lo que concierne al fervor ciudadano y participación local la Semana Mayor de Cáceres casi siempre gozó de buena salud, con independencia del número de cofradías, pasos y desfiles que se organizasen.
Un breve vistazo a los números, para terminar de ilustrar la importancia de este apasionante travesía de poco más de dos lustros:
Desde 1946 hasta 1959 la Semana Santa cacereña triplica el número de procesiones (de 4 o 5 pasamos a 12), duplica el número de cofradías activas (de 3 a 7) y también duplica el número de pasos (de 11 o 13 pasos, según se celebrase o no el Encuentro, pasan a procesionar 25).
IV – Transición: década de los 60
Este período queda suficientemente retratado en la serie Semana Santa cacereña en la década de los 60, que ya lleva ocho capítulos y que se completerá con los dos restantes en las próximas semanas/meses.
A grandes rasgos, apuntaremos que se trata de una época de transición en la que las cofradías cacereñas tratan de asimilar los profundos cambios acaecidos en el período anterior. La Semana Santa de Cáceres camina sin un horizonte claro. Se suceden los años con diversos cambios, algún que otro experimento, y sin que se puedan o se sepan anticipar los problemas que desembocarían posteriormente en la profunda crisis de identidad de la década de los 70.
V – Crisis: década de los 70
En los años 70 las cofradías atraviesan una lenta decadencia y la Semana Santa de Cáceres sufre una gran crisis participativa -de hermanos, que no de público- que golpea con especial crudeza en el segundo lustro de esta década. El decaimiento no sucede de golpe, sino que va haciendo mella año a año, lentamente, en un goteo constante. Fue provocado -o azuzado- por causas muy diversas, lo cual hizo todavía más difícil la identificación de los problemas y las reacciones ante ellos.
Las consecuencias no tardaron en hacerse visibles. Languidecen algunas cofradías, desaparecen otras, se disuelve la comisión Pro-Semana Santa, se dejan de organizar actos importantes como el Pregón Oficial, y agoniza la difusión e información pública de cualquier noticia o novedad relacionada con la Semana Santa. El impacto de la Semana Santa como evento -que no de las cofradías, como instituciones- en la capital cacereña desciende varios enteros, especialmente durante el trienio 1979-1981.
Todo el proceso, las causas, y los cauces empleados para su resolución, se examinan y se exponen en la obra Semana Santa de Cáceres: los años perdidos (1970-1986), un relato que comienza justo al principio de la década de los 70, y se extiende hasta la mitad de los años 80, cuando la Semana Mayor se reorganiza y comienza a labrarse con sus propias manos un futuro próspero. Sobre este tema también existe un trabajo-resumen, más centrado en el análisis de las causas que en relato pormenorizado de los hechos, publicado en el número 77 de la revista Alcántara (leer el artículo en PDF).
VI – Segundo impulso: década de los 80
Mediada la década de los 80 vivimos un segundo proceso de impulso y regeneración de la Semana Santa cacereña, que comienza a crecer hacia dentro pero por primera vez también hacia afuera. La proyección al exterior de nuestra Semana Mayor se ve ratificada por los sucesivos reconocimientos como Fiesta de Interés Regional (1992), Nacional (2001) e Internacional (2011).
La comparación entre las dos grandes etapas impulsoras de nuestra Semana Santa, la acaecida en los años 50 y esta de los años 80, resulta a todas luces inevitable. Y los paralelismos, evidentes. Ambos procesos, con algo más de treinta años de diferencia, se canalizan a través de dos grandes vías:
A) Reactivación de las cofradías

Impulso/renovación de las cofradías existentes

Recuperación de cofradías sin actividad

Creación de cofradías nuevas
B) Reactivación de los instrumentos organizativos de la Semana Santa

Creación de la Unión de Cofradías

Recuperación del Pregón Oficial

Organización de actividades fuera de las fechas de Semana Santa

Mejora en la información y difusión de los actos cofrades

Procesión Magna como evento central de la Semana Santa
Si repasamos despacio los puntos anteriores, podemos encontrar ejemplos concretos de todos y cada uno de ellos, tanto en los años 50 como en los años 80. Podemos acudir al apartado III de este mismo trabajo, y realizar el ejercicio comparativo. Por citar solo algunos:
Creación de nuevas cofradías:

Ramos (1946), Batallas (1953), Estudiantes (1958).

Amparo (1989), Amor (1989), Expiración (1992), Sagrada Cena (1996).
Reorganización de cofradías inactivas:

Humilladero (1959).

Batallas (1985), Cristo Negro (1986).
Necesidad de un organismo coordinador:

Comisión Pro-Semana Santa (1957).

Unión de Cofradías Penitenciales (1986).
Hay que recordar que en ambos ciclos surgieron sendos grupos de cofrades, de distintas edades y vinculados a varias hermandades, que tomaron de algún modo las riendas del cambio y del movimiento ordenador de la Semana Santa.
También hemos de hacer constar el paralelismo en la organización -o recuperación- de actos alrededor de la propia Semana Santa, un símbolo inequívoco de que la celebración cobra fuerza en la sociedad local. Nos referimos, por ejemplo, a la instauración del Pregón como prólogo oficial de la Pasión en el año 1957, y su recuperación a partir de 1986 tras varios años sin celebrarse -oficialmente desde 1979, extraoficialmente desde 1980-. De igual manera comienza a celebrarse la Procesión Magna, como acto central de la Pasión Cacereña, en el año 1957, evento que se recupera en 1989 y que sigue celebrándose cada cinco años. También se acentúa la difusión de carteles y programas informativos, siempre necesarios para acercar a los ciudadanos las actividades programadas en cada edición.
El aumento de hermanos cofrades es una constante durante ambos períodos, como también lo es la incorporación de nuevos pasos y advocaciones a los desfiles procesionales, y la mejora de muchos de los ya existentes -construcción de nuevas andas o adquisisión de elementos ornamentales-.
En los años 50, por ejemplo, comienzan a procesionar en Cáceres imágenes tan emblemáticas como la Dolorosa de la Cruz, la Virgen de la Esperanza o el Cristo de los Estudiantes, por citar algunas, mientras que en los años 80 recuperamos la Virgen de los Dolores, Nuestra Señora del Buen Fin o, algo más adelante, los antiquísimos crucificados del Refugio (cofradía de las Batallas), o de la Salud (cofradía de la Vera Cruz).
La Semana Santa que disfrutamos hoy en Cáceres es la herencia viva de aquellas dos etapas cruciales. Dos procesos regeneradores que vieron repetidas, casi calcadas, sus líneas maestras punto por punto, con algo más de treinta años de diferencia.
Este segundo gran boom cofradiero se prolonga a lo largo de toda la década de los 90 y culmina con brillantez en los albores del siglo XXI… donde comienza otra historia por contar.
Fuentes: El Periódico de Extremadura, Hoy Diario de Extremadura, Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres, Archivo Municipal de Cáceres, y trabajos anteriores del autor como Estudio Histórico de Itinerarios, y Semana Santa de Cáceres: los años perdidos.
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