De vuelta a ningún sitio:
porque nunca llegué a irme,
ni alcancé apenas lo que quise.
Muchas idas esperanzadoras,
alegres, motivadoras.
Y vueltas quebradas, doloridas.
De somnolientos recuerdos impregnadas.
Un camino que se hace y se deshace,
y que cada tiempo es distinto.
Un sendero,
un viaje de vuelta de mí mismo.
Un vacio, lleno de miradas ajenas
que acaso miran, pero no ven.
Un “yo” que persigue al Sol hasta el ocaso,
que defiende lo esencial,
y se anima con cada flor en primavera.
Un viajero que pasa sin gloria,
con su fuerza mermada
su cuerpo dolorido
y su alma apagada.