Todo lo que no sea un sí es agresión sexual.

Local de copas en algún lugar de España en un futuro próximo.

Un muchacho bien parecido aunque algo delgaducho, se acerca a una empleada del bar de copas. La empleada es una mujer cincuentona, bastante pálida y que luce mechas de color violáceo en su media melena rubia.

Muchacho.- Buenas noches ¿Es aquí lo del consentimiento? – Pregunta el muchacho con cierto pudor alzando la voz por encima de la estridente música del local.

Empleada.- Si se refiere al contrato de consentimiento sexual sí.- Responde a voz en grito la empleada mirando de arriba a abajo al muchacho con cierto desdén.

Muchacho.- Verá creo que he ligado y es posible que… bueno ya sabe… haya… ya me entiende… relaciones.

Empleada.- Sí ya sé a que se refiere, ya somos mayorcitos. ¿Con una mujer?

Muchacho.- Sí, claro, Por supuesto.- Contesta el muchacho atropelladamente con aún más pudor.- Es con aquella chica del fondo. La de la chaquetilla tejana y los grandes ojos negros.

Empleada.- El calificativo sobre los ojos de la chica sobraba ¿No le da a usted vergüenza? Cosificar de esa manera a la mujer.

Muchacho.- Lo siento es que me he dado cuenta que había otra chica con chaquetilla tejana pero con los ojos verdes, además hace tanto tiempo que no ligo y ya sabe, el alcohol… estoy algo achispado.

Empleada.- No me extraña que no ligue tratando a las mujeres como mercancía y su nivel etílico no es excusa para perder el respeto. Con lo fácil que hubiese sido decir chaquetilla tejana y falda a rayas. Pero no, tenía que juzgar su físico. ¡Sólo le ha faltado hablar de sus “domingas”! ¡Enfermos!

Muchacho.- ¡Lo siento! – Se disculpa avergonzado, apartando la mirada de la empleada.

Empleada.- ¡Vamos al grano! Deme su D.N.I. ¿Así que hay expectativa de relaciones sexuales? ¿Con coito?

Muchacho.- Esto… Sí, supongo.- Contesta dubitativo, mientras le da su documento de identidad a la empleada.

Empleada.- ¿Hotel o domicilio? – Pregunta mientras apunta el el D.N.I. el muchacho en un papelito.

Muchacho.- ¿Perdone?

Empleada.- ¿Qué sí será en casa de alguno de ustedes o en un establecimiento de hostelería? – Especifica con cierto hastío la empleada que empieza a cansarse de alzar la voz por culpa de la música del local.

Muchacho.- Bueno… Habíamos pensado ir a mi casa. Vivo casi al lado. ¿Es que hay algún problema?

Empleada.- Por supuesto, la redacción del contrato es diferente. Si decide usted violentar u ofender de alguna manera a la señorita es más fácil que haya más testigos de la “barbaridad” que pudiera usted cometer en un hotel, que en la peligrosa intimidad de su casa.

Muchacho.- Le juro que la muchacha no corre ningún peligro.- Balbucea joven visiblemente molesto, mientras la empleada le devuelve su documento de identidad.

Empleada.- ¡Ya eso dicen todos! ¡Qué nos conocemos! Muchas palabras bonitas y luego les sale el machito que llevan dentro y la que lo pagamos somos nosotras.

Muchacho. ¡Vale, vale! – Contesta el joven que no quiere discutir y menos a gritos.- ¿Qué más necesita?

Empleada.- Dígame su estatura y peso.- Inquiere la empleada mientras fija su mirada en la chica aludida por el joven.

Muchacho.- ¿Para qué quiere saberlo?

Empleada.- ¿Es que hay que explicarlo todo? Tengo que darle el contrato correcto y eso depende que usted me facilite ciertos datos, pero por lo visto ha decidido hacerme perder el tiempo. Además, se está formando cola ¿No lo ve? ¡Parece que hoy le haya dado a todo el mundo por ligar!

Muchacho.- ¡Vale lo entiendo!- Comenta azorado el joven.- 1,73 y 65 kg.

Empleada.- Mmm. – Riesgo medio cálculo. Es usted algo canijo pero seguro que podría forzar a la muchacha incluso causarle lesiones severas sí se le va la olla.

Muchacho.- Sí usted lo dice.- Comenta el joven en voz baja.

Empleada.- ¿Referencia catastral?

Muchacho.- ¿Cómo dice?.- Contesta el joven abriendo mucho los ojos.

Empleada.- Usted a dicho que irán a su domicilio a mantener relaciones y cómo va a justificar que en realidad es su domicilio si no me da la referencia catastral. Puede decir que es su casa y resultar ser un piso franco de alguna organización de trata de blancas.

Muchacho.- Pero verá, es que no me la sé y no sabía que la necesitase.

Empleada.- Pues claro alma de cántaro. ¿Sale usted a ligar si la referencia catastral de su casa apuntada? ¿Seguro que los condones no se le han olvidados? ¡Espabile que estamos formalizando un contrato!

Muchacho.- ¿Y qué puedo hacer? – Contesta el joven, palpándose el bolsillo para comprobar que lleva unos preservativos que compró en una máquina expendedora.

Empleada.- Pues me temo que tendrán que ir a un hotel. Tenga, aquí tiene una lista de los hoteles, hostales y pensiones en un kilometro a la redonda. Escoja uno.

Muchacho.- Hostal Cornejo. Este mismo.

Empleada.- ¡No ha podido escoger uno más sórdido! ¡Hombres!

Muchacho.- Es que he visto que estaba aquí cerca y…

Empleada.- Bueno, bueno.- Interrumpe al chico con ademán de tener prisa.- Voy a buscar el contrato. La empleada se va hacia una puerta tras la cual desaparece.

Muchacho.- ¡Vale!- Exclama mientras hace crujir nerviosamente los nudillos. De repente un hombrecillo medio calvo con un traje azul marino le interpela.

Hombrecillo.- ¡Buenas noches!

Muchacho.- ¡Buenas noches! Responde cortésmente el joven aunque algo desconfiado.

Hombrecillo.- ¿Así que ha ligado? Es usted todo un galán. Tenga mi tarjeta. Soy abogado, si quiere puedo ayudarle con cualquier duda sobre el contrato que está a punto de firmar y no tema por mi minuta, me adapto a todos los bolsillos. Puedo recibirle el lunes a partir de las diez de la mañana.

Muchacho.- ¡Pero yo quiero tener relaciones esta noche!

Hombrecillo.-  Lo entiendo, pero las prisas nunca son buenas. Luego no se queje si la dama retira su consentimiento tras el acto o considera que su ardor sobrepasó lo estipulado en el contrato.

Muchacho.- ¿Pero eso puede pasar?

Hombrecillo.- No suele ocurrir, pero cuando pasa es muy desagradable. Tendrá que soportar un sinfín de problemas judiciales y una muy incomoda situación social, así que piénselo y llámeme ¡Hasta luego… machote!

Muchas gracias.- Se despide el joven visiblemente impresionado mientras el hombrecillo se va.

Empleada.- ¡A ver joven! ¡A lo que estamos! – La empleada ha regresado y llama la atención del muchacho que miraba como el hombrecillo se alejaba. – Aquí tiene, dos copias de un contrato de consentimiento de relaciones sexuales con penetración, en hotel y riesgo medio para la mujer ¡Y recuerde, la chica tiene que consentir y firmar en cada penetración vaginal o anal!

Muchacho.- ¿Sólo me da dos copias?

Empleada.- ¡No te digo el semental! ¡No sea fantasma! Son dos por sí acaso, es lo oque marca la ley.

Muchacho.- ¡Vale, vale! Bueno, pues muchas gracias.- Se despide de la empleada que ni siquiera le mira.- ¡Bueno, todo arreglado! – Piensa para sí. – Espero que haya valido la pena todo esto porque no sé si la tengo en el bote. ¡En fin! ¡Qué complicado se ha vuelto todo! ¡Maldita Manada!

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