Así, adrede, estas cosas no me salen. Ni estas ni ninguna.
Todavía es muy pronto y acostumbro a responderte que no toca. Todavía.
Lo mismo que ponerme a escribir sobre ti, háblame te pido. Cuéntame cosas. No hay nada que me guste más que alguien decida compartirme lo que piensa o lo que vive. Que decida que formo parte de todo eso, de alguna manera. Pero todavía es muy pronto porque no está de más reservarnos algo, por ahora.
Y cuando hablamos sigo insistiendo, cuéntame cosas. Te lo pido porque no voy a volver, todavía. Y necesito algo de ti. Lo que sea.
Porque no estoy ahí contigo, aún.
Llueve y hay tormenta. No puedo dormir, llevo algunos días nerviosa y aunque no me entiendes me escuchas. Doy vueltas, intento no pensar en nada y sin querer vuelvo a pensar en lo que me da paz.
Nos imagino tumbados, habiéndote cedido el lugar en el que da la brisa y sin pedir permiso, acurrucarme en tu hombro. Y desde esta distancia sentir tu aliento suave y reposado que me hace sentir que estamos a salvo.