Pero allí estabas tú para dar un toque entrañable, inocente, a aquellas largas horas extras no pagadas. Reconozco que a veces te fui infiel con el perrito e incluso con el Einstein pero carecían de tu carisma y siempre volvía a ti. Sí, ya sé que pocas veces te usé, que yo era más partidario de presionar “F1”, pero me bastaba tu compañía.
Ahora Office es tan sobrio tan aséptico y yo soy ya tan mayor. Ahora el trabajo me resulta más fácil y está mejor pagado, pero mis vertebras y tendones se encargan de endurecerlo.
Me gustaría tanto tenerte de nuevo y poder echarte un vistazo entre punzada y calambre. Con el ibuprofeno y tus llamadas de atención, seguro que todo sería más llevadero.
Yo he madurado, Excel ha madurado y ya no hay sitio para asistentes de dibujos animados, bueno no hay sitio para ti ni en Office ni en este mundo infantil. Quién sabe si ofenderías a alguien por tener los ojos saltones, por ser delgado, ir desnudo o no tener un equivalente femenino. Tal vez alguien se traumatizara con los golpecitos sobre la pantalla que dabas sin avisar y pusieran alguna denuncia a tus desarrolladores.
En fin, te echo de menos y quiero que lo sepas desde el soporte magnético u óptico en el que estés archivado, quien sabe, si esperando tiempos mejores para volver a las oficinas del mundo.