La habitación vacía queda ahora en penumbra.
Un ténue resplandor atraviesa la larga persiana.
Recovecos que llenan su espacio de la luz
que tímidamente brinda una triste farola
allá afuera.
Un pitido que no cesa, interminable recuerdo
de que antes había ruido y vorágine
y ahora ya no hay nada.
Y un día y otro,
recordando palabras a mi alma dichas.
Desdiciendo mentiras que hoy y mañana
tendrán sentido.
Mi pecho siente la presión
de quien duerme bajo el manto de las estrellas.
De esa persona que nunca fue nada,
aunque estuvo muy cerca de serlo.
Sueño, noche. Silencio.