ténue, solitaria,
queriendo hacerse hueco entre la oscura noche.
Candela que se mece al son
de un incorrecto compás,
que retiene el tiempo en mi pupila
y agudiza con su casi imperceptible crepitar
mi distorsionado oído.
Tiempo para pensar, o para no hacerlo.
Arena que cae de un reloj finito,
y despide el ciclo anual.
Silencio. Miedo. Soledad.
Es posible desterrarlo todo,
apagar la llama, y soñar.
Un nuevo año viene ya,
y una nueva vida que lo iluminará.
Candela inmensa que crecerá,
y avivará su luz en la oscuridad.
Dos mil diecisiete:
toca observar el cielo,
y ver mis tres estrellas brillar.