Reseña #314. El almuerzo desnudo, de William S. Burroughs



El almuerzo desnudo

Título original: Naked Lunch
Traductor: Mariano Antolín Rato
Editorial: Anagrama
Páginas: 256
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788433920089
Precio: 9,90€
Sinopsis
William Lee, adicto sin remedio a las drogas, emprende un viaje de huída de los Estados Unidos por unas nebulosas y nunca suficientemente aclaradas circunstancias. Esto le llevará a toda serie de sitios, algunos reales (México, Marruecos) y otros decididamente alucinatorios (la Interzona, Annexia, Freeland), mientras se encuentra con nuevos personajes de cataduras cada vez más dudosas. El relato de sus peripecias, poco a poco, se diluye y deslavaza, a medida que las drogas y la visión distorsionada del mundo que le brindan van convirtiendo la realidad de Lee en algo a veces obsceno e indescifrable, a veces dolorosa y cruelmente lúcido.

Experimental, no-lineal, vanguardista, contracultural, antiliteraria... El almuerzo desnudo está construída a través de fragmentos manuscritos que Burroughs redactaba bajo los efectos de diferentes drogas, y que años más tarde compiló para dar forma a una novela de la que no puede negarse su radical originalidad.

Reseña
Un libro único, cuya lectura desafía toda convención. Se ama o se odia, pero nunca deja indiferente.

La publicación de esta novela en 1959 sacudió como pocas otras el universo literario del siglo pasado. El almuerzo desnudo supone el ingreso definitivo de su autor, William Burroughs, en el estilo de la generación beat, que de hecho él ayudo a fundar junto a sus amigos y también autores Jack Kerouac (El camino) y Allen Ginsberg (Aullido): fueron estas dos figuras quienes ayudaron a Burroughs a organizar el material literario que éste había generado durante sus años de severa adicción, sobre todo a la heroína.

El título de la novela, como curiosidad, es autoría de Kerouac. Más tarde Burroughs trascendería y abandonaría dicho grupo para convertirse prácticamente en una leyenda del mundo de la letras (fue miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras y condecorado por el gobierno francés como Caballero de las Artes y las Letras) y una figura capital en otras áreas como la pintura, la fotografía, la música o el cine; con todo, la presente obra puede considerarse perfectamente como uno de los cúlmenes del movimiento y la obra seminal de la producción posterior de su autor.

Antes de ésta, su tercera novela, había publicado una primera llamada Yonki y escrito una segunda llamada Marica, que no vería la luz hasta el 85. Sin embargo, estos dos trabajos anteriores eran formalmente convencionales, siguiendo una narrativa normalizada a pesar de que sus temas (la adicción a las drogas en la primera, y el submundo de la homosexualidad clandestina en la segunda) no lo eran en absoluto.

No es hasta El almuerzo desnudo que Burroughs se lanza a abrazar el estilo que le haría famoso: una mezcla de surrealismo, dadaísmo, cut-up (técnica consistente en recortar las palabras de un texto y alterar su orden de manera creativa, como una especie de collage) y enraizamiento en la propia experiencia del autor. Así, sus novelas resultan casi autobiográficas, y El almuerzo desnudo no es una excepción: William Lee es un alter ego de Burroughs, que se hace presente en su propia obra y la cubre con sus vivencias y obsesiones.

Y es que el autor encaja perfectamente dentro de la definición de atribulado: además de su dependencia, tanto física como psíquica, a ciertas sustancias, su vida estuvo marcada por enormes penurias. Acostumbrado a malvivir y a hacer de todo para poder costearse su adicción, convivía además con una mentalidad culposa debido a su homosexualidad, que durante años disimuló a toda costa hasta el punto de tener relaciones con diversas mujeres. Fue una de éstas, Joan Vollmer, con quien hasta tuvo un hijo, la protagonista del suceso que cambiaría su vida para siempre y le abocaría a la literatura como forma de expiación: simulando la hazaña de Guillermo Tell con una pistola, acabó accidentalmente con la vida de la mujer. Toda esta ira, psicosis y culpa se vierte en la obra de Burroughs y se reconducen a la sátira y la crítica de todo estamento cultural, económico, político o tradicional.



La droga es el producto ideal... la mercancía definitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que le vendan. El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente.

Sin embargo, su fijación más arraigada es la peculiar teoría sobre el lenguaje que tenía: veía a éste como un virus, o una especie de organismo parásito que se hospedaba en la mente de la humanidad y la alienaba, le impedía acceder a la realidad fáctica del mundo al estructurar éste a su propia conveniencia. Veía necesaria, por tanto, una cura, una destrucción del lenguaje, una forma de trascender sus reglas para poder, por fin, experimentar las cosas en su esencia.

Sus novelas intentan ser esta cura, un revulsivo que genere una revolución mental en sus lectores. Justamente en El almuerzo desnudo esta teoría comienza a hacerse presente en la obra de Burroughs, quien la llevaría a su perfección formal en obras posteriores. El uso de la palabra en sus novelas obedece a fines sugerentes y sugestivos: la concatenación de sonidos crea una suerte de armonía que invita al trance, al surgimiento del inconsciente, a la vez que el uso de determinadas palabras evoca intensas imágenes mentales, en un intento de abolir la barrera entre significante y significado. Siendo poéticos, podríamos definir esto como droga consumida por los ojos, una droga alucinógena y expansiva de la mente cuya lectura es a veces inquietantemente sensual.

No obstante, y al situarnos en la primera etapa experimental de esta curiosa manera de enfrentarse al mundo del lenguaje, El almuerzo desnudo es a veces un tour de force que, en su empeño de desestructurar la tiranía de la lengua, se vuelve críptico y por momentos ilegible. Es necesario un empeño consciente del lector por avanzar entre el maremoto de palabras de Burroughs, agarrándose a los desperdigados y a veces diminutos fragmentos de narrativa tradicional que lo salpican, como si de maderos salvadores se tratasen, en su intento por no ser ahogado por la exuberante prosa del autor.

Por si no ha quedado suficientemente claro, me reitero: la novela es no-lineal, no posee un hilo argumental en sí, sino que va saltando entre diversas escenas que sólo poseen como nexo común la presencia de ciertos personajes o escenarios compartidos. De hecho, el propio Burroughs afirmaba que el orden de estas escenas, o viñetas, podía ser alterado a voluntad sin afectar al contenido del libro, de forma que los capítulos en que está planteado pueden reordenarse de cualquier forma que se quiera.

Conviene aclarar, además, que éste es un libro deliberadamente provocador y obsceno. En su crítica feroz a la realidad conocida, Burroughs se vale de la más abierta irreverencia con tal de ofender el sentido de la decencia del lector: encontramos, pues, referencias a sodomía, pederastia, promiscuidad, orgías y otras prácticas fuera del estándar moral social, además de peliagudos pasajes sobre extrañas prácticas médicas o descripciones repulsivas de seres u objetos alienos. De hecho, y por poner un ejemplo del impacto inicial que tuvo su publicación, el libro fue perseguido durante 4 años en Massachusetts, Nueva Inglaterrra, después de que un tribunal de Boston lo acusase de obsceno y pornográfico.

Es por todo esto que hacer una sinopsis, un resumen, o siquiera hablar de la novela es tan difícil. Usar el lenguaje para hablar de una obra que trata tan osadamente de subvertirlo, de romperlo, y además de ser tan provocadora y ácida, es casi una traición a sus motivos intrínsecos. Una violación en toda regla de su contenido.

Lo he intentado de buena fe al inicio de este artículo, pero como pronto descubrirá quien empiece a leer la novela, me he quedado en lo meramente anecdótico de su inicio. Debo pedir perdón a todos los lectores que necesiten de algo así para interesarse firmemente por un libro, pero me siento incapaz de ello por completo: diré, en su lugar, que creo que es suficientemente estimulante referir a una obra como imposible de ser relatada más allá de su propio contenido, y que espero que una afirmación así sea lo bastante chocante y atractiva como para que os intereséis en ella.

Sí que existe, sin embargo, una película dirigida por David Cronenberg llamada El almuerzo desnudo, que aunque no es una adaptación de la novela sino que coge cosas tanto de la obra completa como de la propia vida de Burroughs, puede ser una buena puerta para introducirse en el mundo del autor y acceder a posteriori a sus remarcablemente únicos escritos.

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