Reflexión: una noche de julio

Hola a todos y bienvenidos un día más. Hoy es el día del post improvisado, pero no es tan pronto como de costumbre. Estoy en la finca, y mientras contempló la ciudad y ese mar que la rodea, voy a escribir. Voy a hacerlo desde el móvil, a ver qué tal, porque mi teléfono y yo no somos muy amigos. Y ahora, sin más rollo, empezamos.

Escribo a estas horas porque hoy me he levantado muy justa. Siempre me acuesto tarde y duermo poco, que está fatal, lo sé. Pero ayer fue un día muy completo y debo de estar envejeciendo porque ya no aguanto tan bien como antes. Normalmente, por las tardes, después de las obligaciones diarias, hago planes con mi marido. A veces vamos a la playa, otras al centro de la ciudad y otras improvisamos algo chulo. Pero ayer hice planes con mi hermana.

Estamos aquí con La Semana negra, y siempre voy a charlas y conferencias. Este año aún no había ido y decidimos ir ayer a una presentación en la que regalaban un libro sobre la historia de Gijón. Siempre que puedo asisto a eventos en los que regalan esos libros porque luego no sé encuentran, tengo joyas que no están a la venta.



Pues cuando llegamos dimos una vuelta por allí e hicimos un parada en uno de nuestros puestos favoritos, un lugar en el que compro libros desde hace más de 25 años. Había mucho para elegir y a buen precio, pero no queríamos ir muy cargadas así que yo cogí unos a gusto de mis hijos, y los que os dejo en la foto para mí. Esta vez no hay novelas porque mi lista de pendientes es enorme.



Después estuvimos comiendo, y también en la zona de atracciones y tómbolas y estuve un rato con uno de mis sobrinos, y nos reímos un montón.

Luego me encontré con mis cuñados y las risas fueron brutales. Se unió mi sobrino, que seguía por allí, y fue genial, la verdad.

Entonces mi hermana y yo, después de la firma de libros de Elia Barceló, decidimos acercarnos a una mesa redonda muy interesante, con Carmen Posadas y Carlos Quìlez, entre otros, hasta que llegase la hora de la presentación del libro que nos interesaba. El tema era el espionaje, y desde la primera palabra nos enganchamos.



Los autores contaron anécdotas reales, hablaron de los tipos de espía, el espionaje en el cine y las novelas, la investigación que ellos hacían para documentarse antes de escribir...

Así que cuando llegó la hora de ir a la otra presentación (el calendario era un poco apurado) preferimos quedarnos donde estábamos. Nos dio pena no hacernos con el libro, porque no lo venden, pero la charla fue casi un taller. Me llevo frases apuntadas, anécdotas guardadas en la mente y mucha inspiración. Lo disfruté y aproveché mucho.

Cuando salimos estaban mis cuñados, que habían vuelto para estar un ratito más, y de nuevo nos reímos. Mi hermana llevaba mucho tiempo sin verlos, y se lo pasó en grande.

Llegó el momento de volver a casa, aunque nos paramos a hablar con más gente conocida, es lo que suele pasar en este tipo de sitios.

Y claro, cuando quise estar en casa eran las doce de la noche. Llegué despejada y estuve hablando con mi marido, no podía guardarme los secretos de espías. Y entre uno y otro nos dieron las tantas.

Hoy nos levantamos pronto, pero a mí no me daba tiempo a escribir el post, así que me fui a mi quedada perruna, porque a veces hablo por WhatsApp con un par de amigas y nos vamos con los perros para que corran, jueguen y olfateen. Y ahora estoy en la finca, con un café y un bocata pequeñito, disfrutando de la paz, y escribiendo estás tonterías que no llevan a ninguna parte. Pero me apetecía dejarlas por aquí, porque estas cosas tan tontas forman nuestros recuerdos, y dentro de un tiempo podré leerlo y recordar aquella tarde noche de julio en la que fui feliz hablando de espías y riéndome de cosas que pocas gente entendería.

Y por hoy me despido. Mil gracias por leerme y nos vemos el lunes con algo nuevo.

Muy feliz finde.