Reflexión: un paseo temprano

Jueves reflexivo: mañana de paseo

Hola a todos y bienvenidos un día más. Hoy es jueves así que toca el post reflexivo e improvisado. Los lectores habituales sabéis que algunas veces comparto un paseo. Me gusta escribirlos y además, luego es una especie de diario. De vez en cuando releo alguno de los de hace cuatro o cinco años y disfruto recordando. Así que con un café bien caliente, el silencio a mi alrededor y muchas ganas, empezamos.

Siempre he salido a caminar. Incluso cuando tenía tiempo para correr dedicaba un poco de ese tiempo a caminar. Normalmente me adaptaba al horario, a veces iba temprano, a veces tarde, pero mi paseo siempre estaba ahí. Y desde que tengo a mi perrita paseo más. Cada día vamos a sitios donde los perros pueden jugar sueltos, pero además de eso damos dos paseos de calidad, uno por la mañana y otro por la noche. El de la noche suele ser con mi marido, y en el de la mañana, cuando llevo compañía, voy variando. A veces viene mi hermana, a veces mi hijo y a veces mi hija, dependiendo de los turnos de trabajo.El que voy a describir es de hace unos días, y fue con mi hijo. Los paseos de calidad los damos por lugares relativamente cercanos a nuestra casa, y busco zonas tranquilas, sin mucho tráfico y con poca gente, sitios donde los perros puedan ir olfateando sin molestar. Así que bien temprano, y armados con nuestro kit de limpieza (además de las bolsitas para recoger excrementos llevamos papel higiénico, toallitas y agua, que nadie tiene que encontrarse lo que ensucian los perros de los demás) nos lanzamos al mundo.

Salimos de casa y nos cruzamos con la serena, que seguramente iba de retirada. También estaban los barrenderos, y charlamos un poco sobre perros. Animados, caminamos un trecho para dejar atrás la zona centro. Ese tramo lo hicimos en silencio y con ritmo. Y después de un rato entramos en una calle ancha y tranquila. Aunque la zona está muy cerca del centro, el ambiente es un "poco de barrio", es decir, hay tiendas pequeñas de comestibles, bares donde se reúne la gente a diario, locales con pinta de antiguos donde se arreglan cosas...

Mientras caminamos despacio, charlando de cosas madre e hijo, pasamos por delante de un local donde arreglan televisores, VHS y DVD, y también instalan TDT. Parece sacado de otra época, y como está cerrado no sé si tiene muchos clientes o solo algunos nostálgicos acuden arreglar aparatos de otros tiempos. Un poco más adelante vemos varias tiendas de comestibles. Aún no han abierto al público pero dentro ya hay gente colocando la mercancía, sacando ramos de flores de colores, que dejan en un caldero en la acera, y poniendo la fruta de la mejor manera posible.

También pasamos delante de una panadería árabe que me encanta, y en la que compro cuscús, postres típicos, pan y muchas cosas desde hace bastantes años. La calle está invadida por el tentador aroma que sale del local: huele a almendra, a pan árabe y a cosas ricas.

Seguimos caminando sin prisa, mirando escaparates. De vez en cuando nos cruzamos con gente. Algunos parece que van a trabajar, y caminan deprisa. Entonces avanzamos un poco más y pasamos junto a una tienda que vende y arregla paraguas. Vamos dejando atrás las tiendas y los edificios y cambiamos de calle. Esta también es ancha y tranquila, y tiene jardines rodeados de un bordillo de piedra antiguo y bonito.

Jardin

He editado el post, esta foto la saqué hoy y se ve el bordillo de piedra que describo

Entre jardín y jardín hay macizos de hortensias, y quedan algunas casas de esas que resisten entre los pisos. Algunas están abandonadas, y en una hay un nido de golondrinas. Por aquí apenas hay comercios, en cambio hay bastantes adolescentes que van a clase. Al verlos caminando, algunos solos y otros en pandilla, con sus mochilas y su olor a colonia juvenil, mi hijo me comenta que esas escenas le recuerdan a su época de instituto. Y claro, yo le respondo que también se parece a la mía. En el fondo son grupos de chicos que, envueltos en ese olor a colonia van a enfrentarse a un nuevo día lleno de emociones. Pero si lo miramos atentamente hay diferencias: nosotros no teníamos que llevar mascarillas, podíamos abrazarnos cuando nos veíamos y en mi caso no había redes sociales. Mi hijo sí que las vivió, en eso no nos parecemos.

Sorteando a los chicos seguimos avanzanzdo hacia otra zona. Aquí hay pisos y comercios. Algunos han abierto ya, por ejemplo una carnicería, y ya hay un par de señoras comprando. A pesar de llevar mascarillas veo que van perfectamente arregladas y peinadas, y charlan animadamente con el carnicero. Muchos portales están abiertos, sin duda acaban de fregarlos y están secando; huele a jabón de Marsella, o a limpiador con olor a limón.

Continuamos caminando y dejamos de ver adolescentes, pero la calle se va llenando de vida. Nosotros buscamos la manera de ir hacia casa. Cruzamos unas cuantas calles para ir acortando, y en una de ellas entro en una panadería para comprar el pan. Me lo dan recién hecho y calentito, así que claro, no nos resistimos y probamos un poco. O un mucho, más bien.

La mañana sigue avanzando y es la hora de ir al colegio, así que vemos a muchas familias a carreras, padres y madres hablando o repasando las tablas de multiplicar con niños repeinados, con sus mochilitas de dibujos y oliendo a colonia infantil. Y eso sí que me recuerda a mi infancia y a la de mis hijos, huele exactamente igual.

Petanca

La foto no es de ese día, ahí había gente jugando

Nos hemos alejado de casa, pero no importa porque llegamos a un sitio que me encanta y en el que por las tardes la gente mayor juega a la petanca. Qué alegría me llevé cuando vi que después de tantos meses volvían a reunirse.

Entonces, rodeando, volvemos a la calle de la panadería árabe. Cuando estamos justo enfrente, veo una escena muy bonita. Estaba a punto de cruzar de acera para comprar pan árabe (se nos fue la mano con el que compramos antes), cuando veo que se acerca la dueña (la tienda es de un matrimonio) con sus dos niños. En ese momento el padre sale por un lateral, donde está el obrador. Los niños, al verlo, se acercan corriendo a darle un abrazo, mientras la madre sigue avanzando. Entonces él cierra la puerta y se va con su mujer y sus hijos. Imagino que van al cole (que está muy cerca) y luego volverán a abrir la tienda. Verlos caminando, tan felices, con el matrimonio charlando y los niños caminando a su lado, como a saltitos, como caminan la mayoría de los niños felices, me resulta de lo más tierno.

Y sin pan árabe, pero con ganas de un segundo desayuno, regresamos a casa. Antes de subir paramos en un parque un ratito, a ver a algunos amigos perros y a charlar con los dueños. Y cuando ya el sol está en todo lo alto y el día está en marcha, vamos a casa. Hay mucho que hacer y la primavera lo inunda todo, así que con ganas de aprovechar subimos las escaleras y abrimos la puerta. Todavía huele a café, y nosotros, sin pensarlo, cogemos las tazas y nos preparamos ese segundo desayuno.

Y aquí se acaba el paseo. Como ya han pasado unos días seguramente he olvidado bastantes detalles, pero he puesto todo lo que recuerdo. Ojalá os haya gustado,m o al menos os haya resultado entretenido.

Muchísimas gracias por leerme y nos vemos el sábado con el repaso semanal y un especial.

Feliz jueves.

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Recomendamos