Hola a todos y muy bienvenidos un día más. Estamos ya a jueves, el tiempo pasa muy muy deprisa y aquí vengo yo con una reflexión improvisada.
Es tempranito, mi casa y la calle están en silencio y las brumas de la noche aúun lo envuelven todo. Yo tengo a mi gatito aquí cerca, no está en mi regazo porque estaba tan dormido que he intentado no despertarle, y con un café muy calentito empiezo a escribir.
¿Verdad que es una estación preciosa?
Estos días, mientras buscaba las ideas para el post de Halloween de ayer, pude comprobar que tengo unos cuantos post reflexivos hablando del otoño, quizás porque es mi estación favorita del año, así que siguiendo esta especie de tradición hoy hablaré de lo mismo; del otoño.
Todos sabemos lo bonito que es el verano con sus días largos y azules, los momentos en familia, con amigos, en la playa o en el pubeblo. Y lo preciosa que es la primavera con su explosión de color y esas ganas de llenar nuestro armario y nuestros días de color y de vida.
El invierno nos regala tardes de sofá, peli y mantita, meriendas ricas y calientes, excursiones a la nieve, la Navidad, El Carnaval y paseos bajo la lluvia compartiendo paraguas.
Si, todo eso es precioso, pero, ¿y el otoño? ¿Por qué relacionamos el otoño con algo frío y triste? ¿Algo apagado y muerto? Incluso hay metáforas tipo; el otoño de la vida, que me parecen muy desacertadas.
El otroño está lleno de magia y misterio. Es la época de ir a buscar setas en familia por bosques cargados de helechos y olor a musgo. También podemos coger castañas, como hacían ya mis abuelos de niños, luego mis padres, después mi hermana y yo(y mi marido y su familia) y ahora hacemos nosotros.
Siempre fui fan del otoño y de coger hojas para hacer manualidades y mi cuaderno de campo
El otoño significa ir a coger manzanas a la finca y al volver a casa del cole sentir la escalera impregnada de ese olor a manzana y canela que salía de mi casa. Y que aún sigue saliendo porque no hemos dejado de recolectar manzanas y hacer comportas, tartas y manzana asada.
El otoño nos invita a saltar sobre hojas secas, a pisar por caminos alfombrados de más hojas secas que crujen bajo nuestros pies, a sentir ese frío que en el fondo nos abraza y nos da confort.
Y es el momento de ir al parque a ver ardillas y animales caminado entre las hojas.
La ropa de otoño, aunque sea del año 1979 me encanta, es confortable
Es la época de volver a ver las series que se han parado para dar paso al verano, es también cuando empiezan otras nuevas que quizás nos van a cautivar.
Y los escaparates se llenan de ropa elegante, y en muchos vemos hojas secas y calabazas, castañas en sus erizos y troncos que quieren invitarnos a ir a pasear por el bosque.
Además celebramos Halloween, y yo siempre suelo ir a encuentros como el que os conté el lunes, y tengo además un par de entregas de premios literarios a los que siempre asisto con familia y amigos y que son geniales, conciertos de mis hijos como el del sábado pasado que nos llevó a un pueblo maravilloso al que vamos siempre que podemos y para acabar bien, tenemos el Festival Internacional de Cine, que siempre disfruto mucho.
El otoño para mí es la época del reencuentro y no es el final de nada, es el inicio del curso y de muchas etapas, es una época pintada de rojizos, amarillos y ocres en los que el sol aún calienta nuestras almas.
A veces, cuando llueve, me encanta salir a pasear por el centro y ver las fachadas de las iglesias antiguas, el gris de la piedra se ha vuelto brillante con la lluvia y como yo digo, todo huele a cielo recién lavado.
Ayer tuvimos un día con bastante aire y yo disfruté enormemente al ver la hojas secas volar, y en una zona bastante tranquila no pude resistirme y fui corriendo a saltar sobre un montón.
Cuando era adolescente me gustaba volver al instituto, empezar a hacer planes con los amigos y pasar tardes en el parque, medio congelados pero felices, vestidos a la moda de finales de los 80 y principios de los noventa, comiendo chicles de fresa ácida, leyendo el horóscopo de la revista Superpop y las chicas oliendo a colonia Don Algodón. ¡Qué tiempos tan buenos! Sin duda la antesala de tiempos geniales que vendrían después y que seguro, seguirán viniendo.
Para ir terminando os diré que me siento afortunada por tener salud y poder disfrutar de todo lo bueno que nos brinda la vida, pero especialmente por apreciar todo lo bueno que nos brinda el otoño, con sus sabores intensos, sus potajes, los buñuelos de calabaza, huesos de santo que ya me he comido esta semana, los paseos por el bosque, las tartas de manzana y las vueltas a casa cuando ha anochecido y en la calle huele a frío, las lunas enormes que iluminan nuestras noches y las excursiones familiares.
Y porque adoro los picinic con mantitas de cuadros y termos con chocolate, porque me encanta asar castañas y pasear por la playa rodeada de perros, porque no podría vivir sin tener algunos días más cortos y fríos y porque me encanta ver el reflejo de las farolas encendidas en los charcos, por todo eso me siento afortunada y me declaro fan del otoño.
Y hasta aquí el post. Muchísimas gracias por leerme y nos vemos el sábado en el repaso semanal.