Hola a todos y bienvenidos un día más. ¿Qué tal va la semana? Espero que fenomenal.
Ya sabéis que el post de hoy es improvisado, lo escribo sobre la marcha y sin ningún plan definido, solo inspirada por mi gatito, que es mi mejor compañía.
Y la verdad que no sé si es por el verano o porqué las musas me tienen algo abandonada, pero no se me ocurre un tema para reflexionar así que más que una reflexión me apetece contaros lo que vi el domingo en la playa.
Hace algo de tiempo, os hablé de una mañana en la playa, una mañana tranquila, cuando aún no era verano y todo estaba tan tranquilo que pude detenerme a mirar a mi alrededor.
Bueno, pues este domingo no estaba todo tan tranquilo, pero quise detenerme a mirar un poco a mi alrededor.
Y esto es lo que vi.
La playa es el lugar de encuentro de las gentes de mi ciudad, en ella cabemos todos. No sé si conocéis la Playa de San Lorenzo, pero es una playa grande que tiene 25 escaleras separadas entre sí por 100metros(lo compruebo cuando voy a correr), y estas escaleras son el referente.
La más conocida es La Escalerona, es muy grande, con su reloj y unas vistas preciosas. Pues ahí se reúnen muchas personas de cierta edad a tomar el sol y hablar de sus cosas.
Por supuesto no hay rangos de edades en las escaleras, cada uno va a la que quiera, pero sí que hay "ciertas tradiciones" y hay grupos de gente afnes en distintas escaleras.
El domingo, en La Escalerona, pude ver a todas las señoras con sus bañadores alegres y floreados charlando entretenidas mientras el sol iluminaba sus caras. Seguro que muchas han tenido una vida dura y ahora por fin tienen un merecido descanso. Y claro, también había hombres, la mayoría, no sé porqué, de pie, charlando animadamente.
Y me hace mucha gracia ver a las señoras ponerse sus gorros de piscina, para no estropear el peinado, y meterse a nadar en el frío Cantábrico, y las admiro que lo que me costó a mi meterme en el agua mejor ni lo cuento, jejeje.
Y si avanzamos un poco, hacia la mitad de la playa, vemos a muchas familias. Oír a esos niños reírse y jugar con sus padres me recuerda a mi infancia y a la de mis hijos, cuando iba con ellos cargada de cacharritos que servían para montar una tienda de helados y de gofres, hechos con arena mojada y adornados con arena seca que hacía de azúcar glass. Y claro, yo era la clienta de mis hijos y de todos los niños que al final se acababan acercando ¡Qué recuerdos!
El domingo pude ver a algunos papás haciendo construcciones con sus hijos y no pude evitar emocionarme, cuando los niños son pequeños todo lo vemos con otros ojos y al hacer esas construcciones disfrutamos muchísimo.
Me gustan los domingos de playa porque veo a las familias reunidas, familias que durante la semana tienen que hacer mil cábalas para estar juntos, que necesitan milagros para no ir corriendo de un sitio a otro, y verlos relajados y sonrientes es algo maravilloso.
En mi paseo poco a poco me fui acercando a la zona donde se pone mucha gente joven, y no pude evitar sonreír al verme a mí misma hace unos años(no tantos, ehhhh, jejejeje), cuando íbamos en pandilla a pasar la tarde, estirábamos las toallas ocupando un montón de sitio y luego acabábamos todos en la misma toalla.
Si iba con amigas era cuando leía los horóscopos, y si íbamos en pandilla jugábamos a las cartas o al Monopoli de viaje. ¡Qué tiempos!
Ver a esos chicos, esos primeros amores, esas risas exentas de problemas y esas ganas de vivir la vida me parece lo más. Y me encanta imaginarme si a alguno le gusta otro, si será amor verdadero o esos amores juveniles que luego recordamos con tanto cariño, o si volverán a verse porque se han conocido de vacaciones, como en Grease o Dirty Dancing.
Me encantan las sombras, salimos muy anchos y muy largos, jejeje.
Y claro, mi paseo siguió, un paseo por la orilla, sintiendo los pies cada vez más fríos, jejeje, y viendo la cantidad de vida que hay en un solo lugar. Pude ver grupos de amigas que paseaban riéndose y felices por la orilla ataviadas con bikinis monísimos y sombreros igual de monos, grupos de señoras que caminaban charlando animadamente, mamás corriendo detrás de niños que no tienen miedo al agua y se meten muy a dentro y pude ver incluso, una pareja de ancianos de la mano, como la que vi aquel domingo del que os hablaba al principio.
Y me imagino la historia de las chicas, seguramente amigas llenas de ideas y proyectos. ¿Harán en el futuro lo que ahora se imaginan o seguirá su vida por otros derroteros? ¿Y las señoras?¿Ha sido su vida como soñaban de niñas o jovencitas?
Al llegar al final de la playa, a una zona que llaman El Tostaderu y que es una especie de miniinvernadero donde la gente toma el sol buena parte del año, nos sentamos un ratito.
Y desde ahí pude contemplar toda la playa en silencio. Y era última hora de la tarde, cuando el sol comienza ya a declinar y nos regala sus rayos más hermosos, quizás a modo de despedida, y muchas familias empezaban a recoger.
Me gusta mucho el momento de recoger y volver a casa, esa sensación de haber pasado el día al aire, ese cansancio delicioso que sabe tan bien, ese sol que hace que el mar lance destellos verdaderamente hermosos, a veces casi espero ver una sirena o algún ser mitológico.
Me encanta ver a las mamás detrás de los niños que no quieren vestirse, o se mojan cuando ya están cambiados. Otros suben al paseo del Muro a comprar un helado y vuelven a casa felices con su premio, y otros, simplemente, recogen las cosas y caminan en silencio, seguramente pensando que al día siguiente es lunes.
Y también vi a padres volando cometas con sus hijos, algo que me encanta y que aún sigo haciendo, y ver esos retazos de colores salpicando el cielo me dio mucha paz, no sé como explicarlo pero me dio la sensación de que todas esas pequeñas historias que me rodeaban encajaban.
Ya sabéis que no voy siempre a las mismas playas, de hecho hice un post de mis playas favoritas que me encantaría que leyerais, pero pocas veces me paro a contemplar la vida que hay a mi alrededor, generalmente tomo el sol, me baño, juego, camino, salto e intento disfrutar, pero no suelo reparar en lo que me rodea. Y el domingo, después de un finde muy intenso con conciertos de mis hijos, Metropoli y Star wars sin parar y una larga caminata por la mañana, necesitaba conectar con el mundo que me rodea, y es en esta playa urbana donde mejor puedo hacerlo.
Es aquí donde veo a las abuelitas disfrutar de su descanso, a los niños crecer felices y despreocupados, a los adolescentes descubrir el mundo adulto en el que están a punto de entrar y a las familias disfrutar de estar juntos, sin más.
Aquí es donde en invierno voy a empaparme de historias cotidianas envueltas en neblina y olor a sal y en verano disfruto de las familias, de las risas, del bullicio y de las puestas de sol.
Y ver todas esas cosas me ayudan a valorar lo que tengo; una familia que me quiere, con sus ausencias, pero llena de cariño, muchos recuerdos maravillosos y una vida muy vivida a pesar de los altibajos. Y tengo muchas personas que me rodean que me quieren, y unos hijos sanos y felices, y de momento, solo con eso, ya me conformo.
Si algún día sentís que vais a mil por la vida os invito a pasear despacio y a contemplar la vida que os rodea, a imaginaros las historias de las personas con las que os cruzáis, a contemplar la risa de un niño o a escuchar la historia de un abuelito, seguro que al final os apetece ir más despacio y saboreando cada momento.
Bueno, creo que me ha quedado un post demasiado largo, espero que no os aburrís ni se os haga demasiado pesado. Y perdón por los fallos que pueda haber, va casi sin repasar.
Hoy de nuevo tengo una actuación un compromiso pero intentaré ir contestando y comentando vuestros blogs, y nos vemos el sábado con un repaso de la semana.
RECORDAD QUE ESTOY DE SORTEO AQUÍ, QUE ME HACE MUCHA ILUSIÓN Y EL PREMIO MOLA. SUERTE!!!!!!.