Reflexión: gente que me hace sentir bien

Jueves reflexivo: personas que nos hacen sentir bien

Hola a todos y bienvenidos un día más. Ya estamos a jueves, el tiempo realmente vuela. Hoy es el día del post improvisado, así que con un café bien caliente me pongo a escribir. Y ahora, sin más rollo, empezamos.

El otro día estuvimos hablando de lo importante que es que, en momentos duros o complicados, encontremos una pequeña válvula de escape. Cuando lo estamos pasando mal, no podemos sufrir, sufrir y sufrir sin parar, es insostenible para nosotros.
barcos


Cuando murió mi madre, en casa lo pasamos muy mal. Fue de repente, y muy traumático. Los dos días de tanatorio fue muy muy complicados. Pues el segundo día, nos fuimos turnando para comer porque no queríamos dejar la sala de velar sola. En un momento en el que mi suegra estaba allí con mis hijos y mi marido había ido a buscar a unos familiares, mi hermana y yo nos fuimos a comer con dos amigas. En este tanatorio el restaurante es un edificio aparte, un rincón muy bonito, rodeado de árboles, que no parece un tanatorio.

Nuestras amigas ya habían pasado por algo así, y supieron ponerse en nuestro lugar. Pues esa comida fue un respiro. Hablamos de cosas graciosas. Nos recordaron situaciones que nos habían hecho reír, intercambiamos anécdotas y durante un ratito nuestra mente se despejó. Ese ratito volvimos a ser personas sin sufrimiento, comiendo con sus amigas. Imagino que comer en un sitio que no parece un tanatorio ayuda.

Después volvimos a la sala y aquello se llenó de gente, y el dolor volvió, pero el pequeño descanso mental que habíamos tenido nos ayudó a aguantar un poco mejor la angustia desgarradora que sentíamos.

Obviamente los días siguientes fue todo tremendamente duro, pero al menos habíamos tenido unos instantes de paz, porque es necesario.

Mi padre también murió de repente, y mis hijos estaban realmente mal. Pues el primer día de tanatorio vinieron algunos de sus amigos y se los llevaron un ratito. Ellos me decían que se sentían mal porque por unos momentos se les había olvidado (fue muy muy inesperado y era imposible asimilarlo) y se habían reído. Yo les dejé muy claro que el abuelo así lo habría querido, y que todos sabíamos que no era una risa de falta de respeto, era una liberación que sus mentes, tan jóvenes, necesitaban.

Al día siguiente, después del funeral, mi cuñada lo preparó todo para que se fueran con sus dos hijas a pasar la tarde. Casualmente ese día era el primer aniversario de la muerte de su padre, y todos sabemos lo duro que es ese aniversario. Pues logró que mis hijos y sus hijas pasaran una buena tarde, dentro de la pena, y reunieran fuerzas para afrontar una etapa muy difícil.

Con este rollo y este recordatorio de momentos duros quiero decir que siempre he valorado mucho tener cerca personas que me ayuden a desconectar del dolor. Porque al final el duelo hay que pasarlo, es inevitable si queremos seguir avanzando, pero una cosa es pasar un duelo y otra sumergirnos en el dolor sin tener un segundo de descanso. Y esas personas que nos han ayudado a evadirnos un poco han sido nuestra salvación.

Y ya que estoy rescatando momentos, el otro día fuimos a ver a mi suegra, y estuvimos viendo viejos álbumes de fotos.

Había muchas de muchos tipos, bodas y comuniones, viajes, excursiones, comidas familiares...

Pero mis favoritas fueron las de los momentos cotidianos. Había algunas de mis hijos con sus abuelos en un día normal, en el sofá, o en el huerto. Fotos en las que todo el mundo se reía, y, aunque sentí mucha nostalgia, pude ver que la vida es muy bonita.

En el apartado de bodas vi bastantes de la mía, de esas que hacen los invitados. Y vi una que me hizo viajar al momento exacto.

Cuando llegamos al restaurante, después de la misa y del reportaje de fotos, subimos por unas escaleras para entrar en la sala del convite. Allí tuvimos que cortar una cinta y nos dieron unas copas de cava para brindar. Nosotros estábamos muy felices y distraídos, en nuestra propia burbuja, y nos pusimos en el peor sitio, con una luz muy mala, y mi marido me tapaba la cara con la mano. El fotógrafo nos recolocó y tenemos una foto bien bonita, pero yo me quedo con esta, que alguien sacó. La "mala", con mi cara tapada y la luz que no favorece, porque allí, rodeada de todos mis seres queridos, me sentía muy feliz.

boda

Tengo que digitalizarla, esta es la foto que hice con el móvil a la del álbum, pero me quedo con esta, con mi cara tapada y la mala luz. Era taaaan feliz

Para ir terminando diré que mi suegra, que me conoce bien, me ayudó a viajar a la adolescencia el otro día. Me regaló un frasco de colonia Don Algodón, llevaba tantos años sin usarla. Me ha encantado, al verdad.

don-algodon

El mensaje de telegram que envié a mis hijos

Ahora ya sí que me despido. Espero que la entrada no os resulte aburrida. Cuando cuento todos estos recuerdos, o comparto mis paseos, tengo la sensación de que estoy haciendo una especie de diario. Quizás en unos años no lo recuerde todo tan bien, y siempre lo tendré aquí.

Mil gracias a todos por leerme y nos vemos el lunes con algo nuevo.

Muy feliz finde.

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