El conocido término wanderlust, de origen alemán, inunda las redes sociales, las camisetas de moda y en el caso de los más arriesgados podemos verlo hasta tatuado sobre la piel como forma de expresión de los apasionados por los viajes y las nuevas experiencias.
El concepto wanderlust se ha extendido entre los millennials y prueba de ello son los 87 millones de resultados que muestra Instagram bajo el hashtag #wanderlust. Esta popularidad ha dado pie a acuñar el llamado síndrome Wanderlust para identificar a aquellos obsesionados por viajar que tienen una necesidad fuera de lo común por conocer nuevos rincones.
Esta necesidad de dejarlo todo atrás y viajar se traduce en ocasiones en un estilo de viaje en solitario que cada día cuenta con más adeptos. Según la asociación ABTA sobre hábitos viajeros en 2018, los viajes en solitario de personas entre 25 y 34 años se ha incrementado en un 50% y en el caso de las personas de entre 35 a 44 años el porcentaje se ha triplicado.
Escapar de la rutina, vivir nuevas aventuras o la dificultad de compaginar agendas con amigos o pareja son algunas de las razones que llevan al incremento de este tipo de viajes. Sin embargo, aunque los viajes en solitario se plantean como una situación idílica de conocimiento personal también puede resultar la ocasión perfecta para conocer gente nueva en nuestro destino de viaje.
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