¿Por qué siempre soy así?



En algún momento de tu vida, te has hecho la pregunta ¿por qué siempre soy así?, ¿por qué me cuesta tanto cambiar?, ¿alguna vez te has arrepentido de tus decisiones, y  de tu forma de reaccionar ante los problemas?; ¿te has dado cuenta de que hay ciertas facciones de tu personalidad, que muchas veces te inducen a tomar malas decisiones?; ¿has notado que tu particular forma de ser afecta tu relación con las demás personas?; ¿alguna vez te has dado cuenta de que necesitas renunciar a personas o cosas que te hacen daño, y aun así sigues atándote a ellas? Alguna vez te has determinado a cambiar tu vida, realmente te esforzaste en hacerlo y aun así, ¿no funciono? 

¿Cuál es la clave para experimentar transformaciones genuinas en nuestro ser interior? Pues la realidad, es que somos el producto de nuestras vivencias, lo que se conoce como estructuras o esquemas mentales; verdaderamente somos lo que pensamos. Una estructura mental es igual a una edificación construida en tu ser interior desde el momento de tu concepción, se logra construir a través de tus emociones, tus pensamientos, y se traduce en la forma en que ves la realidad. Imagina que cada persona logra formar una edificación distinta dentro de sí misma, esa es la razón por la que todos los seres humanos tenemos personalidades tan diversas, y la rigidez de estas estructuras nos vuelve muchas veces personas egoístas, incapaces de comprender las estructuras de los demás.

Estos esquemas se van creando a medida que crecemos, nuestro entendimiento sobre cómo funciona el entorno en que vivimos va desarrollándose con el pasar de los años, por ejemplo, cuando tenía apenas 3 años de edad, tuve un accidente en una piscina, caí al agua y una extraordinaria desconocida a quien siempre le deberé mi vida, me sacó de allí en sus brazos; aunque era muy pequeña para recordar algo así hasta mi edad adulta, un evento traumático de tal magnitud hizo que durante algunos años de mi niñez, soñara constantemente con una escena donde me veía rodeada de agua, hasta que los brazos de una mujer entraban en ella y me tomaban; varios años después supe que el sueño fue un hecho muy real, el cual explica porque hoy en día aun le temo al agua, y me cuesta aprender a nadar.

Es así como se forma el temor en nosotros, las fobias, los complejos, los sentimientos de soledad, amor o rencor, y esto no es solo producto de nuestras vivencias, puesto que incluso los patrones culturales que nos rodean, logran implantar en nosotros ciertas necesidades y creencias. Una niña de 12 años que ha crecido bajo la influencia de los medios de comunicación, por ejemplo sentarse a ver telenovelas con su mamá, recibe desde su niñez el influjo de estímulos que activan sus sentidos, llevándola a desear tormentosas y apasionadas historias de amor en su vida; aquella niña, antes de llegar a los 15 seguramente habrá experimentado dolorosas decepciones amorosas, y al llegar a los 20 estará convencida como muchas otras mujeres de que "todos los hombres son iguales"; bajo ese concepto juzgará a todos los hombres a su alrededor, y buscará en cada relación sentimental el amor de telenovela que conforma los pilares fundamentales de su estructura mental. En conclusión, difícilmente encontrará una relación estable que la haga feliz.

Las personas a medida que maduran van afianzando estos esquemas aprendidos, y creando nuevos a medida que encuentran nuevas situaciones para las cuales no tenían ninguna estructura creada. Esta es parte de la hermosa complejidad que nos conforma, y digo hermosa porque realmente he aprendido a admirar cada uno de estos detalles, pues son parte del perfecto diseño de nuestro Creador, quien hizo al hombre en la complejidad de tres dimensiones: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23).

Muchas veces se confunde si el espíritu y el alma son términos similares, entiendo que muchas religiones y dogmas pueden sostener diferentes teorías al respecto, sin embargo, me referiré solo a lo que en mi testimonio de vida he podido experimentar. Nuestra área espiritual está conectada con Dios, corresponde a la parte inmaterial de cada uno de nosotros, donde residen las capacidades que nos permiten percibir el mundo espiritual, haciéndonos conscientes de Dios y sus manifestaciones. A través de esta área, el hombre se relaciona con Dios, sólo si ha experimentado un nacimiento espiritual.

Otra parte inmaterial de nuestro ser, y definitivamente la más compleja es el alma, en ella se encuentran atributos fundamentales de nuestra personalidad, es decir nuestra mente, emociones y voluntad. El alma, que comprende nuestra dimensión psicológica, nos permite relacionarnos y comunicarnos con otras personas.

Para dejar más claro el concepto de la dimensión del alma, comparto la vivencia de una joven que creció contemplando, cómo su papá dividía su vida entre dos familias, con esto me refiero a dos hogares y dos esposas; ella creció viendo a su madre llorar amargamente por la infidelidad y los desplantes de su esposo, siendo adolescente, los recuerdos en su mente de la dolorosa relación matrimonial de sus padres, la llevaban muchas veces a contar su experiencia con lágrimas en sus ojos, lágrimas que demostraban el profundo dolor y resentimiento contra su padre, estos recuerdos la llevaron a crear sus propios conceptos respecto al amor, a las relaciones sentimentales y al compromiso; una vez llegada a la vida adulta, ella decidió que jamás se casaría,  porque era imposible encontrar a un hombre fiel que no la llevara a repetir la historia de su madre. Este es un claro ejemplo de como a través de la mente y las emociones, se mueve la voluntad.

Nuestra dimensión física, nuestro cuerpo, está diseñada para interactuar con el medio ambiente. Es la parte material del ser humano, tiene una organización estructural, funciones naturales  y composición orgánica. El cuerpo recibe las consecuencias de los daños espirituales y psicológicos, manifestándose en todo tipo de enfermedades.

Por esto, la fuente de la verdadera paz y salud integral para el hombre, radica en Dios Padre, y el hombre necesita nacer espiritualmente para empezar a experimentar su tratamiento restaurador; solo Él puede desarmar esa vieja estructura, moldearla y llevarnos a experimentar plenitud. Para esto, es necesario presentarnos delante de Dios y decirle con sinceridad toma mis esquemas, desármalos y hazme de nuevo.

El problema radica en que, esta es precisamente la parte del proceso donde muchas veces nos estancamos, sé que no es sencillo vivir este proceso, pero existe un maravilloso pasaje en la Biblia, que es la fiel promesa de que sólo Dios puede transformar hasta el más duro de los corazones.

Jeremías 18: 1-6

Dios me dijo: «Jeremías, ve al taller del alfarero. Allí voy a darte un mensaje». Yo fui y me encontré al alfarero haciendo en el torno vasijas de barro. Cada vez que una vasija se le dañaba, volvía a hacer otra, hasta que la nueva vasija quedaba como él quería. Allí Dios me dio este mensaje para los israelitas: Ustedes están en mis manos. Yo puedo hacer con ustedes lo mismo que este alfarero hace con el barro.




Tu estructura mental, es esa vasija de barro, que únicamente en manos del alfarero puede ser reconstruida una y otra vez, las veces que Él considere necesario; sólo en sus manos puedo ser hecha de nuevo, y la buena noticia es que su Palabra nos confirma que Dios no nos ha dejado solos, realmente estamos en sus manos.

Ahora piensa por un momento, ¿cómo se encuentra tu estructura? Quizás, puede ser como una sólida casa de cemento y piedra, pero que sólo en las manos de nuestro Hacedor se volverá como el barro. Él está dispuesto a hacer su parte, y ¿tu?, ¿qué tan dispuesto estas a entregarte a las manos del alfarero? Recuerdo el capítulo de una comedia que veía constantemente cuando era niña, un barrio muy antiguo y humilde debía ser demolido, ¿la razón?, las casas estaban a punto de caerse por el paso de los años, así que el contratista de la obra ofrecía a los habitantes del barrio comprarles nuevas viviendas, los inquilinos indignados por esta decisión, aferrados a sus casitas llenas de memorias, llamaron a su héroe popular para que fuera en su rescate, ya que el principal motivo de su oposición a esta obra era: "toda nuestra vida hemos vivido aquí, aquí construimos nuestras familias y aquí moriremos, nadie nos sacará de aquí"

Quizás en el fondo de tu corazón también has mantenido ese sentir, aferrándote a tu casita vieja, en la que has permanecido toda tu vida, ahí construiste tus relaciones más profundas, esa mejor amiga que nunca abandonarías aunque sepas que su amistad no edifica tu vida; el amor de tu pareja tan necesario para ti, aunque te aleje de Dios; el placer por esa comida que le hace daño a tu cuerpo; la pasión por ese equipo deportivo que te obsesiona al punto de ofender a quienes no estén de tu lado; esa adicción que calma tu necesidad, pero te hace profundamente infeliz; o los deleites vanales de la vida que se han encargado de llenar los vacíos de tu alma.

Quisieras cambiar, pero no puedes dejar todo lo que esa estructura ha logrado formar en ti, porque nunca has conocido una vida diferente. El Manual de Vida nos enseña también, que Dios está dispuesto a hacer todo nuevo en nosotros, pero existe una condición, dejar a un lado las cosas pasadas, las cosas antiguas. (Isaías 43:18-19)

Entonces una vez más pregúntate a ti mismo, ¿por qué siempre soy así?, ¿por qué no puedo cambiar?, quizás al terminar esta lectura ya hayas encontrado tu respuesta.

Fuente: este post proviene de Blog de soyunaprendiz, donde puedes consultar el contenido original.
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