Y de nuevo la aventura; combinación entre jugar con el cielo y el infierno y cada vez la ruta se complica más que nos lleva hasta el continente americano para llegar a ese Pan que se eleva no para comer sino para vigilar a todos los mortales que se asoman a la bahía en otro momento histórico de piratearía, y ahora al turismo que se desborda en las playas más internacionalmente conocidas. Pan que los brasileños llaman Pâo y que en realidad poco tiene que ver con el pan nuestro de cada día, sino con palo vigilante de las aguas de su hermosa bahía.
Estos hombres duros saben que el Pan de Río está más que escalado, de por hecho tiene toda una infraestructura ya fija a lo largo y ancho de sus paredes para que los atrevidos moscardones de la piedra puedan llegar hasta su cumbre donde los admiradores le reciben con aplausos. Mientras los organizados turistas llegan en el ‘bondinho’ (teleférico) que fue inaugurado en 1912, convirtiéndose en el tercero del mundo y que ahora es la manera más fácil de ver los tres “niños” que sobresalen en el paisaje, Monte Urca (220m.), Monte Babilonia (275m.) y el Pan de Azúcar (396 m.).
Desde las alturas del Pan tendremos una visión de la ciudad que nos dará una idea de como se configura esta locura de calles, avenidas y playas. Los coches son el enemigo más peligroso que hay, todo es un remolino de idas y venidas y que se desaconseja a cualquier turista que entre en la Babilonia Moderna con coche pues tendrá que dejarlo en un rincón a la primera de cambio. Se ve desde lo alto del vigilante azucarado, coches sin orden ni dirección, una pitada constante que se vuelve de locos. Los chicos en cambio suben el pan con sus manos ajenos a la vida cotidiana de la ciudad.
La ciudad en sí es una ensenada rodeada de montañas, los tres palos y las playas de Flamengo, Botafogo, Copacabana, Ipanema y Leblon las vemos desde las alturas del Pan. Las favelas (atascos de automóviles) son famosas en el centro y alrededores de su plan urbanísticos.
Desde aquí vemos también los barrios más dispares que puedan ser observado: el barrio Urca donde se asienta el Pão de Açúcar está formado por edificios del Ejército; sus habitantes son en su mayoría militares y clase-media alta. En cambio su Praia Vermelha está abierta a todo el que busca un ambiente más tranquilo que la locura de Copacabana, Ipanema o Leblón.
Frente a nosotros tenemos el cristo Redentor que se levanta a 740 metros sobre el nivel del mar, llamado el monte Corcovado el que le sirve de pedestal, parece abrazar esta moderna City. Se aconseja visitarlo utilizarlo el tren cremallera y ni pensar en hacerlo en coche que aunque tenga la ventaja de poder hacer una parada en medio del camino y que ofrece una panorámica distinta de la ciudad. Hay que pagar 40 reales en coche y 36 en el tren lo que equivale a 14 y 16 euros. Una vez arriba del Sagrado Corazón se tiene una vista impresionante del puente Presidente Costa e Silva que cruza de un lado a otro la Bahía de Guanabara y que llega hasta Niteroi. El Cristo tiene una altura de 38 metros y ha sido declarado como una de las siete nuevas maravillas de la humanidad
El teleférico cuesta 17 euros y merece la pena por las vistas generales que ofrece tanto desde el Pan como del Cristo. Hay quien en cambio llegará desde sus pies, allá abajo y aprovechando las guías que han sido colocadas fijas, los noruegos sudan la gota gorda en su subida pero lo consiguen. Después de tener un cambio de impresiones y las últimas vistas bajamos en el teleférico.
Una vez más la prueba ha sido superada en emoción, esfuerzo y vistas especiales de la ensenada de antiguos piratas; hoy llamados turistas.
DAMADENEGRO 11/5/2009
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