Oz

He vuelto a llegar tarde como siempre que salgo con tiempo a los sitios importantes y he pedido perdón por perderme un poco por el camino.

No han tardado en llamarme pese a mi falta de puntualidad y mi nombre ha sonado por los altavoces:

- Paula Gilabert siga la línea azul.

Me he sentido como Dorita rumbo a Oz salvando el pequeño detalle de las baldosas amarillas y los fantásticos zapatos rojos. El azul está bien, podría ser mi color favorito.

De repente la línea se acaba y me siento algo decepcionada por la brevedad del camino y por la falta de amigos peculiares que encontrar en él. Así que me siento a esperar mientras una chica a mi lado se queja porque lleva diez minutos esperando y lamento que esa línea no fuera un poco más laberíntica alrededor de todo el edificio para hacer tiempo. Pero me interrumpen los sueños cuando aparecen y me piden que me quite los pendientes llamándome por mi nombre.

Sé que no me conoce, pero me agrada que haya tenido el detalle de reconocerme y sonrío.

- Las gafas también.

Dejo de sonreír inmediatamente mientras sufro por las posibles consecuencias de mi miopía. Las guardo en mi chaqueta y empiezo a gesticular mucho como cuando salgo del mar buscando mi sombrilla. Aparece ante mí lo que yo me figuro que debe ser una nave espacial, pero para mi alivio es sólo una cápsula. Me tumbo con indecisión y espero que suceda el milagro. La cápsula empieza a parpadear y las luces me parecen bonitas. Han tenido el detalle de colocar un espejo pequeñito en la parte que queda justo arriba de mi frente pero mis ojos no son capaces de enfocar sin ayuda y tengo que imaginar la cara de desconcierto que muestro. Imagino también que el espejo es algo convexo y empiezo a sentirme aliviada al pensar que el problema de refracción puede que no sea sólo mío.

Puede también que el espejo esté ahí para poder asegurarte de vez en cuando que todo sigue en su sitio a pesar de la gravedad y de las vueltas que da la cápsula sobre mi cabeza. Me da miedo moverme y pienso en que quizás algo de música amenizaría el viaje que estamos realizando. Pero igual que el camino, el viaje también acaba rápido. Ni siquiera he tenido que quitarme los zapatos, me pongo mi mochila y desando el camino azul hacia el día gris y monótono que hay afuera.

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